— No estoy muy segura —hice un mohín, sintiendo como el corazón me latía nervioso bajo mi pecho.
Él sonrió y se acercó para besarme la frente.
— ¿Qué piensas que va a pasar? —me dijo, y su aliento al hablar me movió los cabellos.
— No sé, Kevin —musité, viendo como se podía vislumbrar la cúspide del edificio de la estación de autobuses tras la ventanilla del coche—. Sé que ha pasado un año —dije, mientras su mano derecha seguía revolviéndome el pelo—, pero te recuerdo que la última vez que hablamos, me dió una bofetada —mi entrecejo se arrugó en una expresión de congoja al recordarlo.
Kevin rió y el soplo de su risa me dió un poco de paz, luego su mano se posó dulcemente en mi pierna, haciéndome erizar la piel.
— Tú mejor que nadie conoces a Nailea, ella no puede guardar el rencor durante tanto tiempo —me dijo, ahora mirándome—. Además, ahora ya está bien, ella está con Óscar —me sonrió—. El tiempo cura las heridas ¿recuerdas?
— No todas, Kevin —contradije, ahora nerviosa, ya que el morocho aparcaba justo frente a la entrada de la terminal.
Kevin estacionó el coche y como quien no quiere la cosa bajé de el. Me quedé de pie hasta que Kevin se colocó a mi lado y pasó una mano por mi cintura. Su tacto me hizo sentir un poco mejor.
— Vamos —me dijo, empujándome amablemente.
Caminé a su lado mientras la gente iba de un lado a otro con maletas y boletos en la mano, y pidiéndole una que otra foto al futbolista, ahora del América.
— ¿Por qué estás tan tranquilo? ¿Qué acaso sus últimas palabras para ti fueron "Esta bien, Kevin, no hay problema que te hayas enamorado de mi mejor amiga. Vete en paz"? —farfullé y pensé que se iba a reír, pero en vez de eso, su rostro se volvió un poco tenso.
— No. Ya sabes que no me despedí, pero...mira, si quisieron venir a visitarnos yo creo que ya no hay rencores —se encogió de hombros—. Tranquila ¿si? —me besó la sien mientras seguíamos caminando para sentarnos a esperar que el ADO llegara.
Luego de unos minutos los vimos salir por la puerta por donde emergían los demás pasajeros provenientes de Pachuca y reconocí los cabellos rubios de Nailea, su mirada iba baja, indiferente, la seguía conociendo.
— Kevin... —murmuré temerosa, a nada de decirle que nos echáramos a correr.
— ¡Ya los vi! —pero me interrumpió y tomándome fuertemente de la mano, me hizo correr hacía ellos— ¡Óscar! —gritó y levantó su mano izquierda para que lo viera.
Fijé mi vista en Nailea y nada más en ella; no es que no extrañara a mi mejor amigo pero quería saber cuál era la expresión de Nai y si no era tan mala idea echarme a correr. Al momento de oír la voz de Kevin, levantó la vista y sus ojos al verlo lucían distintos, era la clase de mirada que le das a un viejo amigo que aprecias sinceramente. Luego me miró a mí y aunque me congelé repentinamente tensa, ella esbozó una tenue sonrisa apenas visible y volvió a bajar la mirada haciéndome sentir confundida y atolondrada.
— ¡Kevin, Regina! —la voz de Óscar me hizo mirarle, no lucía tan distinto, de hecho, ninguno de los dos había cambiado.
— Hermano —Kevin abrazó a Óscar con un cariño fraternal. Cuando estuvimos por fin cerca los cuatro, yo volví a mirar a Nailea, cautelosa aún.
— Hola —me dijo ella con una tenue sonrisa dibujada en su rostro.
— Hola, Nailea —respondí tranquila, era raro intercambiar con ella palabras después de un año y siendo las últimas un sin fin de maldiciones. Miró a Kevin y le sonrió, no como lo hacía antes, pero si se notaba sincera.
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𝐌𝐀𝐍𝐔𝐀𝐋 𝐃𝐄 𝐋𝐎 𝐏𝐑𝐎𝐇𝐈𝐁𝐈𝐃𝐎 - kevin álvarez
Fiksi PenggemarLas cosas son más interesantes cuando son prohibidas y Kevin Álvarez es una de ellas.