— ¿Qué fue qué? —esto parecía un juego de palabras.
— Eso, con Fernando, ¿por qué te besó?
Me solté a reír de puro nerviosismo, yo pensando que él me daría una buena amonestación por lo de la rosa y, ¿me sale con eso?
— No me besó —dije.
— ¿Entonces cómo le llamas al hecho de que él haya pegado sus labios a los tuyos?
— ¿Qué? —reí aún más y al parecer a Kevin no le hacía mucha gracia— Fernando no me besó, no en los labios, al menos. Fue sólo un beso de amigos.
— Pues no parecían amigos —farfulló.
— Álvarez, pareces mi padre —dije, medio molesta por tener que darle explicaciones y la risa se volvió una línea tensa en mis labios.
Kevin suspiró y decidió mejor cambiar de tema, aunque no de tono de voz.
— ¿Por qué le diste la rosa a Nailea? —preguntó.
— Porque ella es tu novia, Kevin —dije, aunque me haya dolido rectificar aquello—. A ella es a quien debes de darle rosas, osos de peluche o lo que sea.
— Pero yo te la quise dar a ti —insistió.
— Y yo no iba a decirle a Nailea eso, ¿o sí? —suspiré—. Kevin, ¿por qué te molestas tanto con las cosas que hago? ¿Por qué te importa que le haya dado la rosa a Nailea e inventado una excusa para salvarnos el pellejo? ¿Por qué te molesta si Fernando me besa o me lleva un ramo de flores?
Se quedó en silencio un rato, mirando hacia delante con el ceño fruncido y sus labios formando una línea.
— No lo sé —musitó—. Tengo que irme —se levantó rápidamente y caminó hasta su Hybrid negra y subiendo a ella condujo hasta desaparecer calle abajo.
Me quedé sentada allí, sin saber bien qué había ocurrido hace unos minutos; era la clase de desconcierto que hace que te duela la cabeza y sentir cómo si tus pies volaran lejos del planeta Tierra. ¿Por qué Kevin había actuado así? A no ser que... no, claro que no. Eso sería imposible. Suspiré agobiada, si Kevin había malinterpretado todo, seguro Nailea también y ahora, aunque no tenía ganas de mantener una conversación para mentirle más a Nailea y sonreírle condescendientemente, tenía que pararme enfrente de ella y darle el mismo sermón que le dí a Kevin, el de "Fernando y yo sólo somos amigos".
Me levanté desganada y abrí la puerta del edificio, conduciendo mis pies escaleras arriba hasta llegar al tercer piso y al departamento 312. Suspiré de nuevo antes de entrar, rogándole a Dios tan sólo un poco de ayuda, Nailea podía llegar a ser realmente persistente. Abrí la puerta girando la dorada perilla y visualicé a Nailea mirando TV desde la cocina; mientras intentaba recalentar en el horno un pedazo de pizza del día jueves. Cuando me vio entrar se giró hacia mí y me sonrió de gran manera haciéndome ver sus dientes medianos y blancos, tan fuertes como un roble. Traté de sonreír.
— ¿Por qué la gran sonrisa? ¿Metiste goles? —bromeé.
— Aay —se quejó como niña pequeña—. Eso siempre, bueno, algunas veces —dijo y rió, dejando escapar el sonido levemente gutural de su risa. Me tuve que reír también.
— Bueno, pero no es por eso porque sonrío —me dijo—. Tú tienes algo que contarme —levantó las cejas una y otra vez.
— ¿Cómo qué? —me hice la que no sabía.
— No sé, tú dime, algo que tenga que ver con un chico rizado, llamado... ¿Fernando? —tanteó. Puse los ojos en blanco.
— Nailea, ¿cuándo vas a entender que entre Fernando y yo sólo hay una bonita amistad? Ya aclaramos el punto y ambos estamos bien siendo amigos. — Pero yo vi...
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𝐌𝐀𝐍𝐔𝐀𝐋 𝐃𝐄 𝐋𝐎 𝐏𝐑𝐎𝐇𝐈𝐁𝐈𝐃𝐎 - kevin álvarez
FanficLas cosas son más interesantes cuando son prohibidas y Kevin Álvarez es una de ellas.