Conforme pasaban los días, la culpa no desaparecía sino que, por el contrario, iba aumentando. Caminé por las calles que ya conocía para llegar hasta el laboratorio de fotografía de los Agnelli, donde se encontraba una de las pocas personas que sabían comprenderme y apoyarme. Aunque esta vez hablar con Ferni no sería tan sencillo ya que Fernando me acompañaba. Se ofreció en seguida de que me encontró en el pasillo del edificio y supo que me dirigía para acá. Le miré.
— ¿La invitarás a salir? —pregunté.
— ¿Crees que diga que sí? —dijo, nervioso.
— Por supuesto que sí —reí.
— ¿Crees que le guste? —preguntó.
— Eso... averígualo hoy —dije.
Cuando llegamos Fernando se plantó detrás de mí, como un niño totalmente tímido pero los ojos avellana de Ferni chispearon al verle. Me hice a un lado para no obstruir su vista y la sonrisa entre ambos decía más que mil palabras. Me aclaré la garganta, haciéndome notar. Ferni me miró al instante.
— Oh, Regina, hola. ¿Nuevas fotos?
Le sonreí, dándolo por hecho. Les dí la oportunidad a Ferni y a Fernando de hablar y esperaba a que Fernando realmente la invitara a salir, mientras que yo me encontraba revelando las fotografías. Cuando terminé, las puse en una pila y las miré una por una. Eran como veinte fotografías, y la mayoría tenía una cosa en común. El rostro hermoso de Kevin. Se me había vuelto una obsesión retratarle, era como para guardar el recuerdo o al menos tener una prueba de que los momentos a su lado habían sido reales. Miré la hora en la pantalla de mi móvil, eran las seis con treinta y cinco minutos. Tenía dos opciones a elegir, una era quedarme aquí con Ferni y Fernando y así, no alimentar a este sentimiento con la compañía de Kevin; la otra era apresurar el paso para alcanzar a llegar al departamento y encontrarle, porque ese sentimiento quería ser alimentado. La figura delicada de Ferni entró al pequeño cuarto de revelado y me hizo pegar un brinco.
— ¡Fernando me invitó a salir! —me dijo, entusiasmada.
— ¿En serio? Genial, ¿para cuándo? —pregunté.
— Para hoy —sonrió—. En cuanto cierre nos iremos.
— Oh —entonces ahora ya no tenía opción que escoger—. Genial.
— ¿Hablaremos otro día? —preguntó, lamentándose por no poder hacerlo hoy.
— Seguro. Hay mucho que tienes que saber, pero sirve que así me cuentas tú también —insinué.
— Gracias —la bonita sonrisa de niña se extendió por su rostro.
Recogí mis cosas y guardé las fotografías en un sobre amarillo como el que había utilizado la primera vez; me despedí de Ferni y Fernando y salí apresurando el paso para llegar al departamento. Cuando por fin logré visualizar el edificio, me percaté de la Hybrid negra que se estacionaba delante de él. El corazón me latió pesado. Aún no eran las siete, ¿por qué Kevin había llegado ya? Mi móvil sonó en el bolsillo de mi chaqueta y con la mano libre lo tomé y contesté a la llamada sin siquiera ver quién era.
— ¿Hola?
— Regina, ¿dónde estás? —la voz del otro lado me dejó el corazón pasmado para luego hacerlo latir tan fuerte, de una manera errática.
— Voy llegando al departamento, ¿por qué? ¿Ya estás allí? —logré articular. — Sí, date prisa, tengo algo que mostrarte —me dijo y luego colgó.
¿Algo que mostrarme? ¿A mí? Hice que mis pies casi corrieran, aun cuando me faltaban menos de quince metros para llegar a la puerta del edificio. Entonces pude darme cuenta del poder que tenía Kevin sobre mí. Si me decía ven, yo iba. Me adentré al edificio y subí los escalones alfombrados de dos en dos para llegar más rápido, el ascensor estaba vacío pero las escaleras me parecían un camino más dinámico. Cuando logré llegar hasta el tercer piso y las pisadas de mis pies en la alfombra resonaron en el pasillo, vi a Kevin recargado en la pared. Las manos las tenía en el bolsillo de su pantalón y una sonrisa flamante adornaba su rostro.
— Hola —dije, medio agotada por el ejercicio.
— Hola —musitó, alegre.
Me acerqué para abrir la puerta y luego él me siguió cuando la había abierto por completo. Estaba curiosa, y no sólo yo, sino la fierecilla también. Dejé el sobre amarillo encima del pretil y las llaves sobre éste. Luego me giré a Kevin, tratando de parecer lo más relajada posible.
— ¿Y... qué querías mostrarme? —pregunté.
— Esto —sacó de su bolsillo trasero un papel doblado en cuatro partes y me lo pasó.
Me senté en una de las sillas y desdoblé el papel, haciéndolo crujir entre mis dedos. Cuando la hoja se encontraba completamente extendida en mis manos, comencé a leer aquella caligrafía alargada que se plasmaba en el papel.
"Hay algo en la forma en que ella se mueve.
Que me atrae como ninguna otra amante.
Hay algo en la forma en la que ella me coquetea.
No quiero dejarla ahora, ¿Sabes? Lo creo ahora.
En algún lugar de su sonrisa, ella sabe que no necesito otra amante.
Algo en su estilo que me muestra, no quiero dejarla ahora
¿Sabes? Lo creo ahora.
Me preguntas si mi amor crecerá pero no lo sé, no lo sé.
Permanece cerca y posiblemente lo veas. Pero no lo sé, no lo sé.
En algún lugar de su sonrisa, ella sabe que todo lo que hago es pensar en ella.
Algo en la forma que ella me muestra, no quiero dejarla ahora,
¿Sabes? Lo creo ahora".Me quedé mirando las palabras sin leer de nuevo. Yo no era estúpida. ¿Qué clase de canción era ésta? Él había escrito una canción con acordes y estribillos y era difícil escuchar a mi razón, sintiendo cómo la dura lucha contra el impulso lo hacía flaquear. Pero yo no era estúpida. Algo en esas frases de caligrafía alargada susurraba mi nombre; lo sabía, lo sentía. Y entonces pude escuchar un poco la voz de mi razón, de mi cordura, que me hacía pensar en Nailea más de lo que ya lo había estado haciendo. Yo amaba a su novio, no entendía cómo en tan poco tiempo, pero lo amaba, podía incluso jurarlo; pero eso no me daba el derecho de arrebatárselo. Era su joya, no la mía, y yo se la estaba robando.
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𝐌𝐀𝐍𝐔𝐀𝐋 𝐃𝐄 𝐋𝐎 𝐏𝐑𝐎𝐇𝐈𝐁𝐈𝐃𝐎 - kevin álvarez
FanficLas cosas son más interesantes cuando son prohibidas y Kevin Álvarez es una de ellas.