can i have this dance?

2.3K 128 13
                                    

Mi plan había funcionado. Nailea había llegado a las siete treinta jueves y viernes, gracias a Óscar; por lo tanto, los minutos se me reducían a la mitad para estar con Kevin. Algo que aunque no me gustaba mucho hacía menos difícil la resistencia. Sin embargo no dejaba de ser dura. Miré la hora cuando el timbre sonó, sólo dos minutos tarde había llegado Ferni. Apagué el televisor y me encaminé hasta la puerta.

— Lindo departamento —musitó paseando su mirada por todo alrededor—. Aunque el edificio es... un poco melancólico. —Sonreí.

— Gracias por venir —le dije.

— Para mí es un honor que me hayas invitado a tu casa... bueno, departamento —rió.

— Gracias, eres la única con la que puedo hablar de esto —fui hasta mi habitación e hice que me siguiera.

— Sabes que siempre podrás contar conmigo, Regina —me sonrió, mostrándome confianza.

— Soy un caso perdido —me puse en cuclillas y rebusqué entre los cajones de mi buró, del inferior saqué mi gran tesoro. Un sobre amarillo en tamaño carta y de un grosor considerable que aventé luego sobre la cama, haciéndolo rebotar sólo un par de veces. Le hice una seña a Ferni para que abriera aquel sobre y al instante que comprendió, se acercó y lo tomó entre sus manos.

— Vaya, sí que pesa —bromeó, alzando las delicadas cejas. Deshizo el pequeño hilo rojo y abrió el sobre. Sacó el montón de fotografías que estuvieron apunto de caérsele. — ¡Wow! —dijo, sorprendida cuando notó cuántas fotos eran y sobre todo, de quién eran—. Este tipo podría trabajar de modelo —musitó y aunque aquello era para hacerme reír, no pude hacerlo—. Esto es como un libro —hizo referencia al grosor—, o como una exposición de algún museo.

— O un manual de lo prohibido —musité.

— Eso suena interesante —rió. El timbre apagó la risa de las dos, eran las seis con quince minutos apenas, ¿quién sería? Ambas nos miramos extrañadas.

— ¿Esperas a alguien? —me preguntó Ferni.

— No que yo sepa —negué con la cabeza y luego salí de mi habitación para abrir la puerta. Ferni fue detrás de mí y cuando abrí la armazón de madera me llevé una gran sorpresa al ver a Kevin allí. Los ojos casi se me salían de las órbitas.

— ¿Álvarez? —articulé, claramente sorprendida.

— Ay, yo pensé que ya habíamos dejado las formalidades —bromeó y luego miró por encima de mi hombro a Ferni, quien lo miraba embobada. Se pasó sin que le dijera que lo hiciera y le sonrió a Ferni.

— Hola —le dijo-. Soy Kevin —le extendió la mano.

— El novio de Nailea —dije, cerrando la puerta de mala gana. ¿Por qué nunca dejaba bien claro quién era?

— Hola —musitó Ferni, tendiéndole la mano también—, Fernanda.

— No, yo soy Kevin —dijo éste. Ferni rió.

— No, no, digo que yo soy Fernanda, pero dime Ferni.

— ¡Oh! ¡Ferni, claro! He oído hablar tanto de ti —dijo—. Me da mucho gusto conocerte al fin.

Me aclaré la garganta, haciéndome notar.

— Ferni, amm... el manual en mi habitación, amm... podrías guardarlo, ¿por favor? —farfullé, recordando que habíamos dejado las fotografías al descubierto y regadas en la cama.

— Claro —captó rápidamente el hilo de mis palabras y salió disparada a mi habitación. Miré a Kevin, aunque no quería admitir que estaba encantada de que estuviera allí traté de permanecer seria.

𝐌𝐀𝐍𝐔𝐀𝐋 𝐃𝐄 𝐋𝐎 𝐏𝐑𝐎𝐇𝐈𝐁𝐈𝐃𝐎 - kevin álvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora