POV. Kevin
Contemplé por un rato a la feliz pareja de pie junto al altar y luego mi mirada revoloteó hacía la bella chica que estaba sentada a mi lado. Los recuerdos salieron a florecer en mi cabeza, haciéndome vibrar por la nitidez con la que se proyectaron.
— ¡Vete tras ella entonces! —me decía— ¡Alcánzala porque el amor de tu vida se escapa! —me golpeó por doceava vez el pecho.
— Nailea —musité.
— Debí haberme dado cuenta antes —gritaba—. ¡Nos hubiéramos ahorrado todo esto! —manoteó cansada.
— En ningún momento te engañé, Nailea —expuse—. Ella me robó un beso, pero estaba ebria, Nai.
— ¡Pero tú no! —exclamó con voz estrangulada— Además, el que haya estado o no ebria no quita que se haya enamorado de ti —señaló un papel sobre la mesa arrugado violentamente—. ¿Y sabes qué es lo peor? —sollozó— Que tú, perfectamente cuerdo, te enamoraste también...de ella. De mi mejor amiga —gimió.
— Nailea —quise acercarme, abrigarla en mis brazos para que de alguna manera cesará su dolor, pero me quedé a distancia, sabiendo que después de mi confesión no serviría de nada—, nunca quise hacerte daño —expliqué—. Simplemente...no pude controlarlo.
Recordé entonces el primer día que descubrí que sentía algo por Regina, o mejor dicho, cuando acepté que sentía algo por ella. Aquella vez que ella veía una película de terror y que de cierta manera, sin explicarme cómo, quería protegerla entre mis brazos y luego, jamás dejarla ir. Con el paso del tiempo me di cuenta de que me gustaba estar a su lado, pasar las horas en su compañía y hacer chistes tontos de cualquier cosa.
— ¡Pero pudiste decírmelo! —las palabras de Nailea continuaron— No había necesidad de que me hirieras de esta forma —sollozó, de nuevo—. Pero yo soy la estúpida, ¿sabes? debía de darme cuenta, por cómo mirabas a Fernando cuando se le acercaba, le hablaba o la besaba.
Mi rostro se endureció al recordarlo. Era una furia devastadora, una inquietud por querer alejarla de Fernando cuando éste se le acercaba. Algo que en ese momento me inundaba de pies a cabeza y que no podía explicarme la razón. Ahora lo sabía.
Volví a perderme en el recuerdo, en la escena de aquel día gris.
Me encontraba inmovilizado en el centro del departamento de Nailea, después de haber parecido un idiota y sentirme como uno. Viendo a Óscar parado en la puerta y a Nailea entre sus brazos, sollozando en su pecho. Entonces, sólo entonces, me di cuenta de que yo había sido igual de ingenuo que Nailea, ahora comprendía quién era la chica a la que Óscar amaba y porqué es que nunca me lo dijo. Estaba allí, mirándome con la comprensión de un amigo, con el dolor de un hermano; mientras Nailea lo apartaba lejos, llevándoselo consigo como el único apoyo con el que contaba.
— Acepto —musitó el novio, mirando fijamente a su futura esposa y sonriéndole, haciendo que mi mente volviera al presente.
— Y tu, Dalia Nailea Vidrio Sahagún, ¿aceptas a Óscar Álvarez Campos como tu futuro esposo; para amarlo, cuidarlo en la salud y enfermedad, hasta que la muerte los separe? —preguntó el ministro.
— Acepto —respondió ella.
Regina se levantó de la silla y sacó su cámara fotográfica. La miré desde abajo, sentado aún.
El recuerdo continuó en mi mente.
Me acerqué hasta la mesa en donde Nailea había dejado aquel papel arrugado y vuelto a desarrugar y curioso lo tomé entre manos. El corazón me volvió a palpitar cuando leí escrito del puño y letra de Regina las palabras "te juro que lo amo". Pero ya era demasiado tarde, su autobús había partido y se la había llevado lejos. O tal vez no tan lejos. Corrí a mi casa y empaqué mis cosas, llamé a Óscar como cuatro veces, pero no contestó ninguna, así que mejor le escribí un texto, diciéndole que me iba, que me perdonara; casi lo mismo que Regina en su carta para Nailea, pero más breve; y por último agregué: Sé feliz y hazla feliz.
ESTÁS LEYENDO
𝐌𝐀𝐍𝐔𝐀𝐋 𝐃𝐄 𝐋𝐎 𝐏𝐑𝐎𝐇𝐈𝐁𝐈𝐃𝐎 - kevin álvarez
Fiksi PenggemarLas cosas son más interesantes cuando son prohibidas y Kevin Álvarez es una de ellas.