XIV

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Sus pasos eran dudosos, pero a la vez firmes; sin embargo, esa misma firmeza iba perdiendo terreno ante la duda cuanto más cerca estaba de su destino. Aunque tenía la ferviente necesidad de dar media vuelta sobre sus talones e irse, sabía que no podía hacerlo.Tenía que hacer esto. Al final, después de tantas cavilaciones, ni siquiera se dio cuenta del momento en que llegó a su destino, solo siendo consciente cuando la gigantesca puerta de roble y la casa de techo anormalmente alto y construcción robusta le dieron la bienvenida. Con un suspiro, tocó la puerta un par de veces y, aunque sus manos eran pequeñas, al menos tuvieron la suficiente dureza como para hacer que la puerta resonara con su golpeteo. Afortunadamente, no tuvo que esperar tanto.

—¿Puedo pasar? Gracias.

Era una pregunta retórica, pues ni siquiera le dio oportunidad de contestar antes de pasar por debajo de su brazo y entrar a la residencia, haciendo que el gigante suspirara mientras cerraba la puerta con clara resignación y molestia. Al final, se limitó a dar la vuelta, viendo cómo Rimuru ya estaba descansando en uno de sus sillones. Por lo mismo, no tardó en seguir su ejemplo al tomar asiento en el sofá frente al slime, quien, al ver que tenía su atención, optó por finalmente hablar.

—Shizu, ella nos contó sobre sus estudiantes en Ingrassia. Dijo que estaban en peligro. Prometí ayudarlos. Creo que ya lo retrasé lo suficiente.

Hizo una pausa antes de continuar, siendo tentativo en sus palabras y acciones, y observando con detenimiento las reacciones del rubio. Aunque, como era de esperarse, no mostró mucho de dónde analizar, por lo que se rindió casi de inmediato.

—Iré y esperaba que me acompañaras.

No obtuvo respuesta; no esperaba una, de hecho. El silencio era algo demasiado esperado; lo sorprendente sería que el gigante dijera algo, incluso si era una cosa mínima, además de un gruñido, claro está.

—¿Lo harás?

Para ser francos, esperaba algo de molestia por parte del mayor, desde un gruñido hasta una reprimenda. Pero no había mirada desdeñosa ni enojada; era simplemente un semblante calmado y sosegado.

—No existe ningún motivo por el que debas negarte. Tempest tiene la protección de Milim. Benimaru y los demás se van a quedar aquí, por lo que estamos a salvo. Nuestro ejército, aunque es pequeño, no es débil y sabría ser una buena fuente disuasiva para evitar un ataque. Por favor, te lo pido; acompáñame.

Esperó largos ratos una respuesta, y aunque tardó varios minutos (cosa que casi le hizo caer en resignación), finalmente el gigante dio una respuesta: fue corta, concisa, contundente y rápidamente entendible; y, como era de esperarse, estaba feliz de escuchar.

—Bien.

El rostro de Rimuru se iluminó exageradamente, con sus grandes y hermosos ojos ámbar brillando en ilusión, y una sonrisa de oreja a oreja plasmada con fervor en su bello rostro.

—Gracias, de verdad.

-X-

Hacía algún tiempo que había dejado de entrenar a los duendes, pues gracias a la llegada de los Kijin, esa responsabilidad se posó sobre los hombros de Hakurou, un hombre sabio y sosegado, alguien a quien había llegado a respetar con el tiempo. Rimuru había dicho lo estricto que era durante los entrenamientos, no teniendo "piedad" y golpeando a sus estudiantes una y otra vez con su espada de madera. Si era honesto, le hubiera gustado tener un maestro como Hakurou en su juventud. El mundo de donde venía era conocido por muchas cosas; pero lo fundamental eran los cinco pueblos más grandes y poderosos: Iwagakure, Kumogakure, Kirigakure, Sunagakure y, finalmente, Konohagakure, siendo esta última su lugar de procedencia.

Naruto: Reencarne Con Un... ¿Slime?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora