XXI

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El olor a humo y la densidad del oxígeno eran cosas a las que estaba seguro que nunca se acostumbraría. De hecho, estaba agradecido de que su estadía fuera en Tempest; de no ser así, viviría un martirio día tras día. Al menos podía admitir que el alcohol en su sistema aminoraba gradualmente la desagradable sensación y hacía que sus agudos sentidos se entorpecieran temporalmente, perdiendo efectividad.

—Oye, hermano, camina bien o van a pensar que estamos ebrios.

A pesar de eso, su estado era mucho más estable que el de los duendes y enanos frente a él. Sus pasos eran torpes, sus palabras arrastradas, y era evidente que, si no se estuvieran apoyando el uno en el otro, ahora mismo caerían inertes sobre el asfalto.

—¿Necesitan ayuda?

Un gruñido escapó de su garganta cuando escuchó la suave voz de una mujer que ya conocía bastante bien. Ni siquiera se molestó en voltear, viendo cómo las personas frente a él no pudieron distinguir la voz debido al alcohol. Tal vez, simplemente no estaban prestando suficiente atención.

—Oh, sí, claro. Si fuera tan amable...

Las palabras de Gobta no pudieron ser terminadas, pues finalmente fue consciente de quién las decía. Gracias a su miedo físico, todos voltearon al mismo lugar, notando de inmediato las hebras rosadas y la sonrisa dulce a la que ya estaban más que acostumbrados. Bueno, no estaban acostumbrados a la ira de la Kijin; eso sí era algo relativamente nuevo.

—¿Qué está haciendo aquí, señor Hollow?

Ante la llegada de Shuna, la voz de otra Kijin se hizo presente, y de un callejón apareció la esbelta figura de Shion, con su espada descansando sobre su hombro y los ojos entrecerrados mirando a los presentes. Ambas mujeres lo miraban con desdén, probablemente porque consideraban su visita a un burdel como una afrenta hacia Rimuru. No las culpaba por ese pensamiento, pero solo se había embriagado.

—¿Por qué no contestas?

No se molestó en contener el poderoso gruñido que salió de sus fauces cuando la voz de Rimuru también llegó a sus oídos. Siendo honesto, si hubiera tenido sus sentidos en plena forma, ninguna de las presentes habría podido sorprenderlo; incluso escucharía el sonido de su corazón a millas de distancia. En el caso de Rimuru, su respiración era la única indicación, pues dudaba que tuviera un corazón, aunque nunca había escuchado uno dentro de ella.

—¿Qué quieres que te diga?

Al parecer, su pregunta no hizo nada para aminorar la ira de Rimuru. Aunque su mirada hizo estremecer a los sujetos a sus espaldas, él se mantuvo impasible, de hecho, estaba bastante tranquilo para la situación en la que se encontraba. No había hecho nada malo, no tenía motivo para temer.

—Me embriagué.

No estaba mintiendo y esperaba que Rimuru pudiera notar eso. Después de todo, entendía la molestia, pues había comenzado a acostarse con todo tipo de mujeres en Tempest, tan rápido como adquirió su forma humana. Era evidente que tendrían dudas al respecto, y no la culpaba.

—¿Estás seguro de que solo hiciste eso?

Rimuru realmente creía en sus palabras, pero ella estaba cansada después del discurso que dio a la población de Dwargon, un discurso que se había esforzado mucho en planificar. Era el inicio formal de su alianza, después de todo; por eso mismo, fue directamente a dormir cuando llegó a su habitación asignada. Lo que menos quería, y lo que jamás creyó, era que la despertarían a mitad de la noche con la noticia de que su pareja había sido arrastrado por los hermanos enanos a un burdel, lleno de mujeres hermosas con grandes atributos y cuerpos atractivos, algo que cualquier hombre desearía.

Naruto: Reencarne Con Un... ¿Slime?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora