XXIV

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Cualquier tipo de movimiento, ya sea brusco o leve, se mantuvo en espera, pues el cansancio que azotó su cuerpo, combinado con el terrible dolor que amargaba su humor, fueron razones suficientes para optar por mantenerse en un constante estado de quietud.

Se tomó un momento para ordenar sus pensamientos, haciendo uso de la antinatural soledad que su posición actual le permitía experimentar, mientras respiraba profundamente intentando (y fracasando) olvidar el agudo y crónico dolor que mantenía su mente aún despierta.

Podía sentir la sangre saliendo a borbotones de su cuerpo, y aunque hubiera deseado mantener el líquido vital en un estado de estasis, no tenía la fuerza ni la voluntad para hacerlo en ese momento, conformándose con la idea de que sus heridas comenzaran a sanar gradualmente por sí solas.

No había mucho ruido que lo pudiera molestar ni mucha luz que lo incomodara, pues sobre su cabeza, el cielo nocturno se veía decorado por una luna apenas visible, mientras las nubes se esforzaban al máximo para ocultar su resplandor.

Ni siquiera los grillos habían empezado su orquesta, y los búhos estaban inusualmente silenciosos, sin poder hacer escuchar su característico ulular combinado con su incesante aleteo. Por el momento, se veía obligado a escuchar únicamente el incómodo estertor de su garganta, aún escupiendo el líquido carmín.

Podía escuchar el desesperado aleteo de su pareja; su corazón latía con la fuerza de un semental en plena competición, pero debido a la falta de su titánico tamaño inicial, se estaba viendo con la frustrante y nada atractiva tarea de encontrarlo. No tardaría mucho, eso lo sabía.

Si pudiera volver a su forma original, estaba seguro de que las heridas escurriendo sangre no serían un problema; probablemente ya estarían cerradas para este punto, pero no tenía la fuerza para cambiar y probablemente no la tendría por un tiempo.

—¡Carajo, Hollow!

Finalmente, la reluciente figura de su pareja se dio a conocer. Sus mejillas estaban rojas y brillaban por las lágrimas que aún no habían parado de caer. Internamente se maldijo por eso, pero no podía decir mucho en ese momento, por lo que su auto-reprimenda se mantuvo como un pensamiento tácito.

Las manos de Rimuru recorrieron su cuerpo de manera desesperada, tocando cada herida que su cuerpo podía vislumbrar, con el pánico presente evitando que pudiera pensar con claridad.

—No cierres los ojos, cielo, ¿sí? Vas a estar bien, te lo prometo.

Esas palabras no estaban dirigidas a él y probablemente habían sido dichas con el propósito de calmarse a sí misma, tratando de convencerse de que sus palabras eran verdad, incluso si aún estaban en duda.

—Si te saco de esta, vas a dejar que lea ese maldito diario.

Su boca hizo gárgaras con la sangre aún saliendo sin control, y Rimuru finalmente optó por utilizar una de sus [Full Poción], pues hasta el momento no la había decepcionado en su practicidad.

—No va a funcionar...

Rimuru ignoró su balbuceo, lanzando todo el contenido del frasco, esperando ver el reluciente resplandor de las Magiculas en acción y las heridas desapareciendo en el instante en el que se administró la poción. Pero nada pasó. La sangre aún salía con la fluidez de un río en primavera, la palidez en su piel no hacía sino acrecentar, y las heridas con la carne expuesta seguían igual que cuando llegó.

—No, no lo entiendo. ¿Por qué no funcionó?

La única respuesta que obtuvo del gigante fue un gruñido adolorido y moribundo, mientras apretaba los dientes, evitando gritar. Sería una afrenta para sí mismo el mostrar debilidad ahora mismo.

Naruto: Reencarne Con Un... ¿Slime?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora