Capítulo 32 | Desconexión

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"𝑷𝒖𝒕 𝒚𝒐𝒖 𝒊𝒏 𝒋𝒂𝒊𝒍 𝒇𝒐𝒓 𝒔𝒐𝒎𝒆𝒕𝒉𝒊𝒏𝒈 𝒚𝒐𝒖 𝒅𝒊𝒅𝒏'𝒕 𝒅𝒐"

𝐓𝐚𝐲𝐥𝐨𝐫 𝐒𝐰𝐢𝐟𝐭


Doce horas durmió. No recordaba haber dormido tanto jamás, claro que fue víctima de alguna que otra pesadilla, pero había dormido doce horas de corrido sin despertarse. Pensó que quizás su cerebro le estaba dando un descanso, es decir, después de todo lo que había sucedido, se merecía desconectar su cabeza de todas aquellas cosas que la perseguían desde hacía mucho tiempo.

Por un momento no tenía idea qué día era, mucho menos la hora. Pero afuera estaba todo oscuro, y cuando abandonó la cama para acercarse a la pequeña ventana de su habitación, descorrió las cortinas y se encontró con el manto negro de la noche cubriéndolo todo.

No supo cuánto permaneció allí, apoyada sobre el alféizar de la ventana. Con los codos sobre éste y la cabeza sobre sus manos, sosteniendo su mentón. Pero dejó que su mirada se empapara de la noche y el brillo de las estrellas, sentía los ojos hinchados, la boca reseca y la cabeza le molestaba, sentía una punzada de dolor, de seguro por la cantidad de tiempo llorando que pasó y todo lo que durmió sin comer.

Incluso su estómago hacía ruidos que indicaban que debería ingerir comida antes de caer desmayada.

Pero ni todo eso sirvió para que Tiffany despegara la vista de aquel cielo tan negro que parecía querer consumirla. Se quedó allí, respirando con profundidad y dejó que su mente vagara por todos los recuerdos que se presentaron ante ella. Se sintió mareada de repente, por la intensidad de aquellas cosas.

Tyler dándole su primer beso. Tyler tocándola por primera vez. Tyler engañándola con su mejor amiga por miedo. Tiffany huyendo de la casa de sus padres. Sus padres ignorándola por casi una década. Tiffany a punto de quedarse en la calle y sin empleo. La cita a ciegas. Tyler apareciendo en su vida de repente. Poniendo todo de cabeza.

Tyler cuidándola en una resaca. Salvándola de morir intoxicada. Abrazándola y consolando cuando la vio mal.

Navidad. Tyler besándola, confesándole cuánto la desea y la quiere. Sus sabanas, su cama, sus labios, sus manos, la yema de sus dedos recorriendo la espalda desnuda de Tiffany.

Tyler. Tyler. Tyler. Tyler.

¿Alguna vez se había ido?, pensó. Y creo que la respuesta la sorprendió un poco porque su corazón comenzó a latir con fuerza al darse cuenta de que la respuesta siempre había estado ahí, en su interior: nunca se había ido.

Había pasado una década sin verse y, aun así, en cuanto lo vio todo volvió a surgir como si jamás se hubiera ido. Porque los recuerdos no se van con las personas, permanecen en nosotros, en nuestro interior, y ante el primer estimulo salen a borbotones. Tiffany no hubiera sentido todo aquello de haberlo superado, pero a los dieciséis años no tenía pensado superarlo porque pensó que la única forma de acallar su alma en pena y reparar su corazón roto era ignorar todo aquello que le hizo sentir Tyler. Para ella fue más fácil tomar todos los recuerdos, los buenos, y guardarlos en un rincón de su mente bajo llave. Donde éstos no pudieran salir a estropear su vida.

Pero los recuerdos no funcionan así. Los recuerdos son como canciones que permanecen con nosotros siempre, aunque hayan pasado años desde la última vez que escuchamos una canción, en cuanto ésta suena reconocemos el ritmo y la música. Con los recuerdos funciona igual.

Le bastó ver los ojos de Tyler en aquella cita, tres meses atrás, para que todo saliera de ella y la inundase por completo. Por eso el primer impulso que tuvo fue odiarlo, pero con el tiempo, con el correr de los días y los meses, se dio cuenta que aquel Tyler distaba mucho del que ella conocía.

Tus mentiras y mis verdades ✔ [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora