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Serena dejó las cinco pruebas de embarazo sobre el lava manos  blanco de su baño, y se sentó en el filo de la bañera a esperar los resultados con algo de nervios.

Bien, si salían positivas significaba que chibiusa vendría en camino, y debía seguir con los planes de casarse con Darien.

Eso la hubiera hecho muy feliz en algún otro momento, pero no ahora, condenar a Darien a un matrimonio forzado por la venida temprana de una futura hija sería una catástrofe para ambos.

Si bien no había tenido la fuerza para cancelar la boda, tenía miedo de por fin poner el cierre tan necesitado para todos, sabía que tenia que tarde o temprano el momento llegaría.

Aún los hilos del futuro dependían de ella... ¿y si seguía luchando por ganarse el amor de Darien como lo hizo en el pasado?.

Dios, es que ya había hecho, todo, no le que quedaba más que hacer por esa relación marchita que estaba unida por una profecía que aún no se cumplía.

Ya se había dado de baja en la universidad, había aplazado el semestre junto con sus sueños, el único sueño personal que se había permitido tener desde que su destino había sido trazado por la luna.

Pero era necesario para ella, reorganizar su vida; había pensado cada minuto en las palabras de su madre, "tu eres el destino" .

¿Y si lo intentaba una sola vez?.

¿Si de verdad ella se arriesgaba y pensaba solamente en ella?. Tenía tantas ganas de hacerlo.

La alarma que había puesto en su celular, se escuchó por el pequeño espacio, recordandole que su destino estaba decidido y debía afrontarlo.

Tomó aire, mucho aire y se acercó de nuevo al lava manos abriendo los ojos frente a las pruebas.

Una raya pintaban todas, negativo.

No estaba embarazada, y como si no se hubiese dado cuenta que había dejado de respirar, el aire volvió de nuevo a sus necesitados pulmones.

Se dejó caer al piso, y pidió perdón por sentirse tan aliviada de no esperar un hijo del hombre que amaba con todas las fuerzas de su alma.

Esto era una señal que debía seguir su camino, ella seguiría siendo una sailor scout, la princesa Serenity, la hija de la luna. Pero por lo pronto quería ser Serena Tsukino, la chica de veinte años que aunque había luchado contra miles de villanos, no había vivido nada en esta vida por tratar de que los demás vivieran sus sueños.

Había citados a todos en la cafetería de Andrew, que en sus comienzos era una zona de juegos de video, pero el tiempo y la te tecnología lo obligaron a actualizarse, teniendo solo las grandes maquinas de decoración en el lugar.

Hablaría con todos, les explicaría como se sentía, les diría toda la verdad, que sabía todo, y quizá si ella se esforzaba, si pedía perdón podrían estar unidos de nuevo y volverían a ser amigos, aunque eso significaba ver a Darien y Reí juntos.

Por eso caminaba recitando el diálogo que había planeado una y otra vez en su ocupada mente, pero el auto de Darien frenando frente a la cafetería la hizo frenar sus pies. Sonrió involuntariamente, Darien era un hombre hermoso e imponente, con esa aura de seriedad y sobriedad que siempre lo caracterizaron y lo hacían lucir enigmático le encantaban, con el paso de los años solo se volvía aún más bello, no por nada era el príncipe de la tierra.

La sonrisa se esfumó de sus labios cuando el pelinegro rodeó el auto negro para abrir la puerta de copiloto y este se inclinó hacia adelante para quitar el cinturón de seguridad de Rei.

Ella pudo verlo todo, la pelinegra se inclinó hacia adelante antes de salir del vehículo, yendo al encuentro de labios con el que era su prometido, ambos se miraron con ojos brillantes y sonrisa amplia para así terminar de salir del carro y buscar asiento en la cafetería.

Los había citado quince minutos antes para poder hablar con ellos a solas y no delante de las demás, solo por protegerlos. Pero su corazón se enfrió con la escena frente a sus ojos.

Ellos no la vieron, pero ella si vió todo, la complicidad y el amor que irradiaban eran mucho para ella, ¿como no lo notó antes si era tan obvio?. Ellos se amaban, se parecían muchísimo en personalidad y carácter.

Eran la pareja perfecta.

Serena retrocedió sobre sus pasos, la valentía que antes creía tener se había esfumado, no era capaz de enfrentarse como ella pensaba, ¿que les diría? ¿Le daría la bendición de la Luna?, no creía que ella pudiera hacer eso, ni si quiera sabia si eso era posible, ¿que pensará su madre de todo esto?.

Ni si quiera había pensado en Ikuko y Kenji se  sentirían decepcionados al saber que no se casaría con Darien, estos lo amaban incluso más que a ella que era su propia hija.

Volvió a pedir perdón a la nada, pero aunque se sentía culpable, no había nada que ella pudiera hacer ahora para remediar algo y sabía que si seguía fingiendo pronto no soportaría más, y tampoco sabría cual sería el desenlace de la historia.

Tantos años sabiendo que le deparaba el futuro y ahora la incertidumbre le calaba los huesos más que el frío que hacia por estos días en la ciudad nipona.

Volvió a la soledad de su departamento y sorprendentemente esta vez no lloró, quizá ya no le quedaban lágrimas, o el impacto había sido tan fuerte que sus emociones estaban anestesiadas por pura auto protección y cuidado.

Tomó el portátil y cliqueó la pestaña que había dejado abierta antes de salir, observando una última vez antes de dar comprar al tiquete que auguraba un nuevo comienzo...

Atenas...

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