3. Conociendo el pueblo

33 5 0
                                    

-¡AAAARGGGGHHH!

Ese grito no era mio. Me despierto bruscamente gritando.

-¡AAAARGGGGHHH!

Vale, este grito si es mio. Lo admito. También admito que estaba muy asustada por lo que di unos manotazos al aire aunque chocando con algo. La habitación estaba oscura así que salto de la cama y me voy directa a encender la luz. Pero esta no es mi habitación de Pamplona por lo tanto me doy un gran golpe contra la puerta. O ventana.

Alguien enciende la luz. Vale, era la ventana. Me giro para plantar cara al malévolo visitante y... sorpresa.

-¡Flavia! ¿Cómo me puedes dar estos sustos? ¡Me vas a terminar matando!

La malévola visitante se ríe. Tiene una mano en la cara, donde debí de darle el golpe. La verdad es que le di bien fuerte porque está roja.

-Tengo motivos

Mi hermana se sigue riendo. A mi no me hace ninguna gracia.

-¿Cuales?

-Para empezar, ¿dónde has estado? Segundo, ¿por qué has llegado tan tarde? Tercero, pero lo más importante... ¿quien era ese chico?

-A ver, me acabo de despertar. Perdón, me ACABAS de despertar.

Acentuo la palabra acabas apuntando con el dedo a la intrusa.

-Bueno, tengo mis motivos...

¿No podías esperar a mañana?

-No... estaba preocupada por donde estabas y de repente apareces con un chico... explica.

Le entiendo. Ya les había explicado la historia a mis padres pero a ella no. Ni siquiera la salude al entrar ya que fui directa a lo mio. Así que le cuento la historia.

-A ver, a ver, a ver... repite.

Le cuento todo por tercera vez.

-¡Vaya! Y dices que se llama... ¿cómo?

-Javier. Te lo he dicho lo menos cinco veces, ¿estás o no estás?

-Sí, sí. Pero mira. Escúchame y no digas nada hasta el final.

Me sello la boca con una llave invisible y la tiro. Ya estoy acostumbrada a oír las paranoias de mi hermana.

Flavia se acomoda en la cama donde se ha dejado caer y empieza a hablar.

-¿Es posible que te hayas encontrado al vecino por casualidad?

La miro extrañada. No entiendo nada.

-Sí mira. Tu le viste desde el balcón por tanto el te puedo ver a ti. Despues cuando saliste a correr te siguió. Así que cuando estabas perdida apareció en plan héroe.

Me echo a reír a carcajadas. Nunca había oído historia mejor contada.

-Me gusta tu historia. Tienes mucha imaginación, deberías dedicarte a eso.

-Claro, tu burlate. Pero ya veremos quien tiene razón.

-Yo.

La intrusa se marcha con aire indignado de la habitación pero antes de salir me guiña un ojo y me manda un beso. Pongo los ojos en blanco, aun no puedo parar de reír pero intento mandarle un beso. Lo que queda en un moin raro en la boca y un gesto aun más extraño en las manos.

Nos echamos a reír a carcajadas aun más grandes.

Una vez terminado mi ataque de risa me voy a la cama. Me tiro sobre ella e intento reconciliar el sueño. Pero nada. Mis pensamientos vuelan sobre la historia de mi hermana. No me lo puedo creer pero es verdad, estoy considerando que sea verdad. Una vez descartada esa loca teoría me doy media vuelta y me duermo.

Suena la alarma. La apago con cierta dejadez. Estoy cansada de este pueblo. Ah y tengo sueño. No se cual de las dos cosas es peor. Ya que tengo muy mal genio. Cuando estoy cansada me enfado y ya lo estoy por tener que vivir aquí. Supongo que me he levantado de mal genio por tener que ir a presentarme a los vecinos, cosa que me da vergüenza, miedo... pánico incluso.

Mi madre asoma la cabeza por la puerta entre abierta. Lleva una gran sonrisa en la cara y un gran conjunto en el cuerpo. Se nota que se ha puesto guapa para la ocasión.

-¿Ya éstas?

Mi madre mi mira mejor y entiende que no, que sigo en pijama sentada en la cama. Como hace diez minutos. Sin hacer nada.

-Bueno, corre. Tengo que colocar los bombones caseros en las cajas y luego nos iremos. Date prisa, ya estamos todos.

-¿Bombones? Bombones me tendrías que dar a mi. Que soy a la que más le cuesta.

Mi madre se ríe.

-Te he guardado una caja. Ahora date prisa.

Dicho eso hace el amago de irse aunque se da la vuelta y espera hasta que cojo la ropa y me voy a la ducha. De no ser así no me habría levantado. Es más me habría vuelto a tumbar.

Me ducho, me visto con una camiseta de cuello barco y unos pantalones blancos. Me arreglo lo mejor posible. Me maquillo pese a estar de mala leche y me voy a calzar. Me cojo unas sueperva negras y me voy al pasillo.

Ahí veo a mi hermana. Vestida con un peto vaquero y una camiseta vieja. También lleva unas superba negras.

Le sonrio y le doy los buenos días a lo que me responde,

-Vas demasiado guapa.

-Nunca es demasiado, bueno a veces si. Voy normal.

-Mmm... ¿Crees que mi teoria puede ser real?

-No.

Sonríe. Ella cree que si pero cambia de rápido de tema porque ve que esta entrando en terreno peligroso. Hablarme del vecino justo cuando nos vamos a presentar es muy malo.

-¿Me maquillas?

-¿No puedes tú?

-Uno, me da pereza y dos, se me da peor.

-Vamos.

Entramos en el baño y nos ponemos a la faena. Justo acabo de terminar cuando oigo a mi madre desde abajo decir algo.

-¡¿Qué?!

Siempre hemos vivido en casas grandes y siempre hemos gritado delante de las escaleras en vez de subir y decir las cosas que queremos decir a la persona a la que se lo queremos decir. Pero nos da pereza. Este en el piso que este.

Escucho a mi padre decir que nos vamos.

-¡Vamos! - Gritamos las dos a la vez. Ella casi cantando y yo de mala gana.

Bajamos corriendo las escaleras. Me tropiezo, así que bajo saltando los tres últimos escalones.

Mi padre se pone a reír a carcajada limpia y entre ellas me intenta decir algo que suena como que tengo que tener cuidado.

-No se como todos podéis estar tan alegres. Ya nos conocerán.

-Anda, intenta parecer algo contenta. Sonríe.

Es mi padre el que habla. Y por el fuerzo una sonrisa. Todos se empiezan a reír. Me enfado, sonrío y se ríen. No entiendo nada.

Mi madre me tranquiliza.

-Tienes que sonreír natural. No enseñar la dentadura. Venga guapa, cogi las cajas. Animo que lo vas a hacer super bien

-Yo no estoy segura

-Yo tampoco

Mis padres fulminan a Flavia con la mirada, ella sonríe y se apresura a añadir

-Es broma, es broma. Sólo estaba bromeando.

En fin. Que tras alguna discusión más cojemos las cajas y nos vamos.

Llamamos al primer timbre y alguien nos abre la puerta. Alguien que se queda de piedra. Igual que Flavia.

Creo que no me ha contado algo...

la fórmula de la felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora