1. Nos mudamos

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Nos vamos, nos vamos para siempre de Pamplona. Mi hogar siempre ha estado ahí. Y es ahí donde dejo mi instituto, mi casa, mis amigas, mis recuerdos... Todo. Lo dejo todo, cojo mi maleta y me voy. Me voy para siempre. Adiós.

Me pongo a llorar. No me parece normal que tenga que dejar todo atrás solo porque al destino le ha venido en gana dar a mi padre trabajo en un pueblo diminuto. Además, en un pueblo... ¡UN PUEBLO! Odio los pueblos. No hay nadie con quien ir de compras, crías fama en seguida... y todos saben de tus cosas. Al menos es mi punto de vista.

-Meri... ¿Estás bien?

Era obvio que no. Puse los ojos en blanco y seguí llorando.

-¿Por qué lloras?

Flavia, mi hermana tiene otro punto de vista. Para ella irse de aquí es conocer gente nueva. Lugares que nunca ha visto. Y experiencias que nunca ha vivido. Además ella sabe que volveremos en verano a pamplona. Pero a mi unas simples vacaciones no me valen. Quiero más. Y no tengo más.

Intente decirle todo lo que pensaba. Decirle que odiaba irme a un pueblo de mala muerte situado en medio de Galicia. Que no conocería a nadie o que caería mal. Intente decirle que aquí estaba mi hogar y no quería otro. Pero de mi boca solo salieron balbuceos y gemidos.

-Esta es la última caja- dijo mi padre interrumpiendo la conversación. Bueno, tampoco había mucho que interrumpir ya que yo ni había hablado como una persona normal y madura.

Mi padre me miró y negó con la cabeza. El sabe que yo lo estoy pasando mal aunque yo no se lo haya dicho verbalmente. No le puedo echar en cara algo que le hace ilusión y que no lo hace por mal.

Vino mi madre con otra caja más.

-Álvaro, Se te olvidaba esta- me miró e hizo el mismo gesto que mi padre solo que con más dureza. Ya habíamos mantenido la conversación del por qué nos mudamos. Ella me había repetido mil veces que era porque mi a mi padre le habían ascendido ya que había conseguido el doctorado. Ahora es jefe de laboratorio en un pueblo de mala muerte. ¿genial?

Me levanto y me dirijo al coche ya cargado. Está aparcado junto a dos camiones de mudanzas y me cuesta entrar en el auto. Soy la primera en montarse. Bueno, la segunda. A mi lado está Boa, mi perra y mejor amiga. Le sonrio para después mirar por la ventana. No hay mucho que ver ya que los camiones me tapan todas las vistas de mi ya antigua casa. Me fijo en el logotipo del camión. Muy feo por cierto. Es rojo con lunares negros y dentro hay una liebre. En letras blancas pone "mudanzas veloz" No puede ser más cutre.

Al fin se monta mi hermana menor en el coche. Como siempre lleva una gran sonrisa que le ilumina la cara.

-Hola meri... ¿Estás mejor?

-No.

-un poquito... solo un poquito aunque sea...

-No.

Me empieza a hacer cosquillas yo chillo a la vez que río, ella ríe a la vez que chilla y Boa, para no ser de menos, empieza a ladrar.

-Vale, vale. Me rindo. -digo exhausta- tu ganas. Estoy mejor.

Le dedico una sonrisa de las mejores y más falsas que tengo. Parece conformarse ya que empieza a mirar el mapa del pueblucho.

Yo, para no deprimirme aun más, me pongo a pensar. ¿Cómo podemos ser hermanas siendo tan diferentes? Ella es la lista y yo la guapa. Ella prefiere libros y yo el deporte. Ella ciencias y yo arte. Y lo peor... le da igual la moda cuando a mi me encanta. Siempre la tengo que arrastrar para ir de compras. Y si va mona es gracias a mi.

Le miro, pelo castaño claro. Ojos verdes... algo gorrita... y muy blanca. Me encanta como es. Yo creo que ella es la guapa y yo... bueno lista yo no es que sea... pero me las arreglo para sacar las asignaturas.
Yo en cambio tengo el pelo caoba, ojos café, delgada, piel morena...

Además no sólo nos diferenciamos en lo físico sino también en la manera de ser. Ella es muy abierta y yo algo tímida. Me cuesta relacionarme. Por eso, en parte, no quiero irme de Pamplona. Aquí tengo las amigas de mi infancia. A ella no le costará hacer amigos pero a mi si. Que horror.

Parece que sabe lo que estoy pensando porque deja de mirar el mapa y me echa una ojeada.

-Vas a hacer amigos y te va a gustar el pueblo. Me han dicho que pasa el río miro por ahí y que la ciudad no está lejos.

- A tres cuartos de hora. Y más en autobús.

-Puedes coger la moto de papá, me ha dicho que te la va a ceder.

Sonrio. Eso ya me gusta más. Mi padre, además de tener un BMW y mi madre un Mercedes quiere comprarse un míni. Conseguí dinero y le compre la moto. Ahora es mía y es verdad que podre pasear más por allí que por aquí.

-Sí, se la he comprado. Aunque si voy de compras igualmente tendré que ir en autobús.

-Puedes pedir que te lleven las cosas a casa.

-cierto. No lo había pensado.

Mis padres entran en el coche y me miran ambos a la vez. Sonríen complacidos al ver que ya no lloro. Así que mi padre dice su frase de todos los viajes.

-Nooooos vamosss

Todos nos empezamos a reír. Incluso yo que miro agradecida a Flavia. Tiene tres años menos que yo. Pero parece más madura. Le quiero mucho.

De repente mi padre pone la música a tope. Heavy Metal. No me gusta así que me pongo los cascos y busco en mi Samsung galaxy a4 las canciones de the fooo conspiracy. Son mis ídolos. Flavia también se pone sus cascos. Su ídolo es Abraham Mateo.

El viaje dura ocho horas y media así que me armo de paciencia y me pongo a leer los WhatsApps de mis amigas. Son muy tristes ya que todas me envían audios de despedida llorando aunque ya hubiese tenido una fiesta de despedida de lo más emotiva. Dejo a un lado el móvil y me pongo a mirar por la ventana.

Me he quedado dormida y cuando me estoy despertando me doy cuenta de que ya casi estábamos llegando.

Había dormido unas seis horas y media.

Lo necesitaba ya que las noches anteriores no había dormido nada.

Mire por la ventana del techo del coche. Está abierta ya que ya vamos a poca velocidad. Que bonitas están las estrellas. Y la luna parece que nos persigue. Me pongo a mirar por la ventana. Estamos entrando en el pueblo.

He de reconocer que tiene su encanto. Todo esta muy verde. Las casas son antiguas, hechas con piedras del año de la pera y situadas a los lados de la carretera que luego se esparce por todo el pueblo. Llegamos a lo que venía a ser nuestra casa. Era la más grande del pueblo y a mi me parecía la más bonita.

Estaba hecha como todas, con piedras grises y desgastadas. Había un gran patio delantero con una mesa de piedra y bancos largos a los lados. También de piedra. Todo estaba muy verde. La casa tenia cinco pisos. El principal donde estaba el salón, cocina, despensa... e incluso un cuarto de juegos. Después esta el piso de mis padres. Con una habitación. Un baño y un despacho. Luego sigue el de Flavia. Con una habitación, un baño y una sala de juegos electrónicos. Y por último, pero no menos importante, esta mi piso. Con una habitación. Un baño. Una sala para tocar música, pintar, bailar... y un balcón precioso. Daba a la calle pero no me importaba ya que era bonito ver asfalto de vez en cuando.

Me dirigí hacia el balcón. Salí y me asome. Justo pasaba por debajo de este un chico que parecía ser de mi edad. Me asome aun mad para verle la cara. Pero nada, ya solo le veía la espalda. Observó al chaval mientras cruza la carretera y me emociono cuando le veo meterse en la casa de enfrente. Será más fácil hacer amigos si me tengo que presentar por narices.

-¿Has visto el patio de atrás? ¡Tiene hasta un huerto y una cabaña!

-Caray Flavia. Me has asustado.

- ¿lo has visto?

-No, no me ha dado tiempo.

Me toma la mano y me empuja escaleras abajo. Lo que yo necesito ahora mismo es salir a correr que es lo que me relaja. No ver un huerto.

Una vez que he visto el huerto y admirado. Porque hay que admitir que es precioso. Me pongo un pantalón corto, una camiseta vieja y una coleta. Me calzo las zapatillas y directa a la calle.

Me pongo a correr sin saber a donde voy. Aunque llevo el mapa encima. Por si acaso.

la fórmula de la felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora