CAPÍTULO 13

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Sábado 12 de octubre

Hemos estado en la fiesta de Meryton, y fue peor de lo que esperaba. No habíamos estado allí cinco minutos cuando oí a una mujer-detestaría llamarla señora- cuchicheando con otra que yo tenía diez mil libras al año. De todas las cosas, lo que más odio es ser cortejado por mi riqueza. El rumor recorrió el salón, y me encontré siendo observado como si fuera una bolsa de oro. No hice nada para disfrutar más de la tarde. Afortunadamente, no necesité mezclarme con la gente del lugar. Aunque éramos un grupo pequeño, Caroline, Mr, Mrs Hurst y yo nos entretuvimos entre nosotros.

Bingley se enredó en el asunto como siempre lo hace. Él, por supuesto, fue bien recibido. Tiene modales naturales que lo hacen quedar bien a donde vaya. Oí muchos comentarios acerca de su carácter agradable y su cara agraciada. Yo, también, fui descripto como bien parecido, hasta que ofendí a Mrs Carlise. Ella hizo un comentario presuntuoso y yo me irrité tanto que no le cedí el asiento: ni dos minutos antes ella había estado rumoreando con su vecina que pensaba conseguir mis diez mil libras al año para su hija, y luego, cuando me la presentó, tuvo la audacia de decirme a la cara que pensaba que la riqueza no importaba en el matrimonio, y que lo que importaba era el afecto mutuo.

Bingley bailó todos los bailes, lo que Caroline encontró divertido. "Él estará enamorado de nuevo antes de que termine la tarde", dijo. Estuve de acuerdo.

Nunca conocí a un hombre que se enamorara y desenamorara tan fácilmente. Déjenlo ver una cara bonita y modales encantadores, y no verá más allá.

Bailé una vez con la señora Hurst, pero los músicos eran tan malos que una vez fue suficiente. Me abstuve de ser presentado a cualquier otra joven y me contenté con caminar por el salón hasta que Bingley hubiera bailado hasta que se cansara. No fue fácil evitar las parejas. Había varias jóvenes sentadas en los costados del salón. Una de ellas era una hermana de la joven que había llamado la atención de Bingley, y él decidió que quería verme bailar con ella.

"Ven, Darcy", dijo, "debo verte bailar. Odio verte allí parado con ese aire estúpido. Estarás mucho mejor bailando".

"Ciertamente no lo haré. Tus hermanas están comprometidas, y sería un castigo permanecer junto a cualquier otra mujer del salón", dije, con un ánimo que no se complacería con cualquier cosa.

"¡Yo no sería tan desdeñoso como tú por Dios! Por mi honor, nunca estuve con tantas muchachas bonitas en mi vida".

"Tú estás bailando con la única muchacha guapa en el salón", le recordé, mirando a la mayor señorita Bennet.

"¡Oh! ¡Ella es la criatura más bella que he visto jamás! Pero allí, justo detrás de ti, está sentada una de sus hermanas, que es muy bonita, y muy agradable, me atrevo a decir. Déjame que le pida a mi pareja que te la presente".

"¿A quién te refieres?" le pregunté, mirando alrededor. Noté que era Miss Elizabeth Bennet, entonces ella me miró y me vi forzado a alejar la vista. "Es tolerable", admiti, "pero no lo suficientemente guapa para tentarme, y por el momento no estoy de humor como para darle importancia a jóvenes menospreciadas por otros hombres".

Caroline entendió muy bien mis sentimientos."¡Esta gente!" me dijo. "No tienen estilo ni elegancia, y aún así todos están tan satisfechos consigo mismos! ¿Sabe Usted que tuve que sonreir cortésmente mientras me describían a Mary Bennet como la muchacha más perfecta del vecindario? Si ella fuera la mitad, mejor dicho la décima parte, de lo completa que es Georgiana, estaría muy sorprendida".

"Pero eso sería difícil" dije. "Georgiana es inusualmente talentosa".
"Por cierto lo es. La adoro", dijo Caroline. "Ella es como una hermana para mi".

Tal vez con el tiempo ella sea realmente una hermana para Caroline. No le he dicho nada de esto a ella, pero Bingley es un hombre gentil con una fortuna adecuada, y sería un buen esposo. No tenía pensado organizar un matrimonio para Georgiana antes de que cumpliera veintiuno, pero después de su asunto con George Wickham, he comenzado a pensar que no sería malo casarla antes. Una vez unida a Bingley, ella estaría a salvo de desvergonzados como Wickham. Aunque no estoy seguro de que Meryton sea un buen lugar para ella. Si Bingley muestra alguna intención de dejar este lugar, lo fomentaré. Me gustaría tenerla cerca mío, en el condado de Derby, o en Cheshire, tal vez. Entonces ella podría visitarme en pocas horas si lo quisiera.

Al fin volvimos a la casa.

"Nunca estuve con gente más placentera ni con muchachas más bonitas en mi vida", dijo Bingley, cuando nos retiramos al salón. "Todos fueron de lo más amables y atentos. No había formalidad, ni rigidez. Pronto sentí que todos en la sala eran mis amigos. Y con respecto a la señorita Bennet, no puedo concebir un ángel más bello".

Caroline me lanzó una mirada irónica. En Brighton, Bingley nos había dicho que la señorita Har era la criatura más encantadora que había visto. En Londres había sido la señorita Pargeter. Parece ser que en Meryton, la señorita Bennet es la elegida.
"Es una muchacha muy dulce", concedió Caroline.
"Es bonita", dije. Siempre es mejor seguirle la corriente a Bingley en estos temas. "Pero sonríe demasiado".

"Seguramente, sonríe demasiado", estuvo de acuerdo Louisa, "pero aún así es una muchacha dulce. ¿Creo que debemos ser sus amigas mientras estemos aquí, Caroline?".
"Claro que si" dijo Caroline, agregando, "debemos tener a alguien que nos ayude a pasar las horas tediosas, y que nos entretenga mientras los caballeros no están".

La única cosa que se me cruza por la mente mientras escribo es la mirada que vi en la señorita Elizabeth Bennet cuando remarqué que no era lo bastante guapa para tentarme. Si la conociera más, pensaría que fue irónica. No se si ella me escucharía, pero no fue mi intención que las palabras llegaran a sus oídos. Aun así, sería tonto preocuparme por sus sentimientos. Su temperamento no es delicado, y si se parece a su madre no sufrirá daño. Esa mujer abominable me condenó rotundamente por mi comentario casual, describiéndome ante todo el que quisiera oirlo como el hombre más orgulloso y desagradable del mundo y diciendo que esperaba que no volviera nunca allí. Nunca pensé que estaría de acuerdo con una mujer de su clase, pero en esta ocasión nuestras mentes son una.

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