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Martes 23 de Septiembre

Bingley estaba preparado para ir a Longbourn media hora antes de nuestra cita, -No podemos ir tan pronto- le dije, aunque yo estaba tan ansioso como él de partir.

-Algo podría retrasarnos en el camino- dijo.
-No en un viaje tan corto- respondi.
-Jennings no querrá hacer a los caballos correr tan rápido.-
-Llegaremos a Loungbourn muy pronto, incluso si caminan todo el camino.-
-Puede que haya una rama en el camino
-Podemos manejar alrededor de ella.
-O el carruaje puede perder una rueda.

-No podemos irnos hasta que pase media hora,- dije, sentado con un libro en mano. Deseaba sentirme tan calmado como aparentaba. Estaba tan ansioso como Bingley por irme, y aun así me sentía renuente a ir. Él tenía la certeza, y la felicidad que esta le daba de que sus sentimientos eran correspondidos. Yo no tenía tal seguridad. ¡Ver a Elizabeth nuevamente! Apenas y me atrevía a pensar en ello. Si ella sonreía, ¡qué alegria! Si evitaba mi mirada, que miseria.

Bingley caminó hacia la ventana.
-Deberías hacer como yo, y escoger un libro,- dije. Caminó hacia mí y tomó el libro de mis manos, después lo volteo antes de devolvérmelo.

-Lo leerás mejor si está del lado correcto.- me dijo. Me miro con curiosidad pero no le aclaré la razón de mi distracción. En lugar de eso, mantuve mis ojos en el libro, pero no veía nada. Por fin el tiempo acordado llego, y nos dirigimos a Longbourn. Todo el camino nos mantuvimos ambos en silencio. Llegamos. Entramos.

La señora Bennet saludo a Bingley con un exceso de civilidad, y me dio una fría reverencia. Nos dirigimos al comedor. Miss Bennet volteo el momento en que entramos y Bingley tomo su lugar junto a ella. ¡Afortunado Bingley! Yo no tuve tal fortuna. Estaba tan lejos de Elizabeth como era posible. Aun peor, estaba sentado al lado de su madre.

La señora Bennet se había esforzado mucho para arreglar esta cena, y no era difícil el adivinar porque. Sus atención constante hacia su hija mayor y Bingley mostraban en qué dirección sus pensamientos se estaban dirigiendo. La sopa estaba buena, y fue seguida por perdices y venado.
-¿Esperó que encuentre la codorniz bien cocida?- la señora Bennet me preguntó. -
Remarcablemente,- respondi, haciendo un esfuerzo por ser agradable.

-Y el venado. ¿Ha visto alguna vez una pierna más gorda?-
-No
-Probara algo del gravy, ¿espero?- me presionó.

No tenía mucho apetito, y decliné su oferta. -Supongo que usted está por encima de un simple gravy,- dijo. -Estará acostumbrado a una variedad de salsas en Londres.

-Lo estoy- respondí.
-Ha cenado con el Principe de Wales, ¿supongo?
-He tenido el honor
-Algunas personas piensan que ese tipo de glotonería es refinada, pero confieso que siempre la he clasificado como vulgar. Nosotros no tenemos veinte salsas con cada platillo. No somos tan despilfarradores en el campo.- Volvió su atención hacia Bingley, y yo me dedique a comer mi comida. Mire a Elizabeth,
deseoso de una mirada en mi dirección, pero no volteo hacia mí.

Las damas se retiraron. Los caballeros nos sentamos en el pórtico. No preste atención a la conversación. Las injusticias de los franceses no me interesaban. Las tonterías del Príncipe de Wales no podían mantener mi atención. Mire al reloj, y después al resto de los caballeros. ¿A caso nunca dejarían de hablar? Nos reunimos con las damas y me dirigí hacia Elizabeth, pero no había lugar alguno cerca de ella. Los reunidos para la cena eran muchos, y mientras ella servía el café, no pude acercarme a ella. Lo intente sin embargo, pero una joven que será por siempre un estorbo en mis ojos se acerco a ella y la comprometió en una conversación.

¿A caso estaba Elizabeth molesta por esto? Pensé que así era, y el pensarlo me dio esperanzas. Me aleje, pero tan pronto como terminé mi café, el cual quemó mi boca por la rapidez con la que lo tomé, llevé mi taza hacia ella para que me volviera a servir.

-¿Está su hermana todavía en Pemberley?-preguntó. Parecía tranquila, distanciada.
-Si, ella permanecerá ahí hasta Navidad,- respondí.

Preguntó por los amigos de Georgiana, y no dijo nada más. No sabía si hablar o permanecer en silencio. Quería hablar, pero tenía tanto por decir que no sabía por dónde empezar, y reflexionando me di cuenta que nada de eso podría ser dicho en una habitación tan concurrida. Mi silencio llamó la atención de una de las damas y estuve obligado a retirarme, maldiciéndome por no haber aprovechado mi oportunidad.

Los servicios del te fueron retirados y las mesas de cartas acomodadas. ¡Esta era mi oportunidad! Pero la señora Bennet pidió mi presencia en la mesa de whist, y no podía negarme sin ofenderla. Casi lo hice. Casi estuve por decirla: "Preferiría hablar con su hija."

¿Qué hubiera respondido? ¿Ella me hubiera dicho que no tenía ninguna intención de imponer tan desagradable hombre a Elizabeth, o hubiera estado sorprendida, y hubiera callado dichosamente? Estuve tentado a probar, pero no podía avergonzar a Elizabeth.
No podía mantener mi atención en el juego, perdí repetidamente. Esperaba una oportunidad para hablar con Elizabeth antes de irme, pero no pude encontrar ninguna, y regresé a Netherfield con un humor sombrío.

Bingley, por el contrario, estaba rebosante de felicidad. He decidido que, mañana, tengo que decirle que Miss Bennet estaba en la ciudad, y que lo mantuve lejos de ella. No estará complacido con la noticia, pero el engaño ha durado ya demasiado.

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