Capítulo 3

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¡Mierda!

No me había tomado mis pastillas, por eso aquel ataque de humor en la fiesta de Nicole. Con todo el ajetreo de comprarle un regalo a la chica y lo del examen mañana, se me había olvidado tomármela.

Las pastillas eran muy importantes para mi tratamiento, eran las que me controlaban de ataques de pánico y demás a causa de los recuerdos de lo que pasó aquella noche. Los recuerdos de cuando mi padre... sí, esos. Las pastillas eran las únicas que aparentaban apaciguar el dolor interior con el que vivía día a día.

Inmediatamente, me siento en el asiento del conductor, agarro el bote de pastillas y tomo una entre mis dedos. Rebusco en el asiento trasero del auto, ya que siempre ahí tenía guardada una que otra botella de agua para estas ocasiones, y logro encontrar una. Acto seguido me tomo aquella pastilla y me recuesto del sillón con los ojos cerrados por un momento.

—Ethan, ¿te encuentras bien? —Escucho la voz de George a mi lado, por lo que abro los ojos y le veo parado a un lado de la puerta, la cuál se encontraba abierta, del conductor.

—Sí. —Me siento bien en el asiento y coloco una mano sobre el volante. —Solo tuve un momento. Lo siento. —Suspiro.

—Tranquilo, el chico está tan borracho que no se enteró de lo que pasaba. —Bufa. —Incluso comenzó a reirse en el suelo y luego vomitó. —Ríe por lo bajo. Yo niego con la cabeza.

—Dale a tu hermana mis disculpas. —Saco las llaves del bolsillo delantero de mi pantalón y enciendo el auto. El sonido del motor inundando el silencio de la noche.

—Espera, ¿te vas? —Me mira confundido.

—Creo que ya tuve suficiente por hoy. —Le miro, él asiente. —Además, mañana me tengo que levantar temprano, es el examen; ¿recuerdas?

—¡Mierda sí! Tienes razón. —Asiente. —Bueno, en ese caso, que te vaya bien hermano. —Se acerca, me da un apretón de manos y luego se aleja cerrando la puerta del conductor. —Luego en el trabajo me cuentas cómo te fue. —Yo asiento.

George se aleja del auto y yo arranco rápidamente quemando llantas.

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Una vez en mi casa, abro la puerta principal y noto como ya no había nadie al entrar. Las luces estaban apagadas y el silencio resaltaba.

Tratando de ser muy sigiloso, subo las escaleras hasta el segundo piso y me adentro a mi habitación. Una vez ahí, me quito mi camisa empapada de alguna bebida alcohólica y la tiro al cesto de la ropa sucia.

Vaya mierda de noche, por eso no me gustan las fiestas. Las interacciones sociales no son lo mío. Por alguna extraña razón creo que me llevaba mejor con los animales que con las mismas personas... no puedo ser el único así, ¿no es cierto?

Quitándome lo que me quedaba de ropa, me meto a la ducha con el agua caliente. Esta resbalándome por la espalda, mi cabeza inclinada hacia abajo, mi mano derecha reposada de la pared frente a mí.

Mientras me relajo sintiendo como el agua me recorría el cuerpo, pienso solo en el examen de mañana. Si lo pasaba con una puntuación lo suficientemente alta, me podrían dar esa beca que necesito para estudiar en la universidad.

La universidad de Oxtor era una de las universidades más caras de esta región. Solo las personas con suficiente dinero podrían entrar en ella, mientras la minoría solo podía hacerlo a través de una beca.

Todos Son Culpables ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora