Tres copas. Solo tres copas alcancé a beberme en la barra antes de que ciertas salvajes me llevaran arrastras hasta la pista de baile.
Si existiera algo capaz de medir cual de las tres iba más borracha, seguramente Maya rompería el cuenta millas, riendo escandalosamente mientras baila con la espalda pegada a la de Aracne y sus rizos rojos vuelan por los aires. Por suerte están haciendo estragos a un par de metros de mi.
Suspiro. Haciendo un esfuerzo sobrehumano para no pensar demasiado en lo sucedido me suelto, bailando como si fuera la última noche que me quedara de vida mientras mis ojos me traicionan lanzando una mirada furtiva en dirección al área VIP.
Para mi sorpresa, Paul está mirándome fijamente desde el sofá, sonríe llevándose un vaso de whisky a los labios cuando nota que compruebo con la mirada que la rubia no merodee por ahí. Sus bellos ojos verdes traspasan los míos con una intensidad agobiante y resulta casi cómico cuando mordemos nuestros labios inferiores a la vez.
Heaven de Julia Michaels inunda el lugar y junto con la música, me muevo a un ritmo lento y sensual sin dejar los ojos de Paul. Sonrío al verlo mirar a ambos lados antes de llevar su mano hasta el miembro notablemente marcado en la tela de los pantalones. Me devuelve el gesto maliciosamente, mientras me limito a darle la espalda para provocarlo.
Respiro hondo, continuando con el baile cuando siento un duro pecho contra mi espalda y unas manos en mi cintura. Sin dejar de moverme analizo la forma en la que las manos toman mi cintura, subiendo lentamente a mis costillas. Frunzo el ceño al detallar el tatuaje de una cruz en uno de sus dedos.
«No se tu colega, pero creo que este ogro se equivocó de princesa»
Me doy la vuelta junto con el puñetazo que ensarto en el rostro de un chico que aparenta unos veintidós años. Tantea su nariz, poniendo una mueca de horror al ver la sangre que sale de ella.
-¡¡Me has roto la nariz!! -me recrimina con voz nasal.
Abro la boca para responder algo probablemente cruel pero soy interrumpida.
-Créeme que la nariz no es lo único que voy a romperte yo.
El chico cae de culo al suelo cuando un muy enfadado Paul le estrella otro puñetazo en el pómulo.
Los guardias de seguridad se interponen entre ambos y miran a uno y al otro como si estuvieran decidiendo a quien culpar. Cuando se detienen tres segundos de más en Paul, este deja ver casi imperceptiblemente el arma en la faja del pantalón, para que los guardias se miren entre si, asientan y saquen de malas maneras al chico.
-Paul, ¿qué diablos? -pregunto cuando se gira en mi dirección.
Me toma por sorpresa...
«Ya va la cuarta vez en este mes»
...ejem, cuando me toma de la cintura de manera posesiva, pegando nuestros cuerpos y sus ojos escrutan cada centímetro de mi rostro. Sonríe cuando se detiene en mis labios, que seguramente son un desastre de labial rojo.
-Bonita forma de demostrar tus celos -uso sus palabras en su contra.
-No son celos -se acerca a mi oído, aún de fondo la canción lenta y con un ritmo ligeramente erótico -Eres mía, desde que me dejaste probar tus labios en esa oficina -su cálido aliento roza la piel de mi cuello -Eres como una llama y ¿sabes qué? -a pesar de que fuera retórica la pregunta niego embriagada por las sensaciones que me produce -Yo soy la pólvora, y cuando una llama hace contacto con la pólvora solo puede suceder una cosa: explotar.
Salgo de mi pasmo de golpe (sin razón aparente), colocando las manos sobre sus hombros mirándolo con el ceño fruncido.
-¿Y la rubia? -elevo una ceja con la pregunta que constituye un estúpido acto impropio de mí.
Yo no soy celosa. Nunca lo he sido. Y ¿puedes celar a alguien que no es absolutamente nada tuyo?.
Un momento.
Me doy dos bofetadas mentales al hacer un recuento mental y darme cuenta de que esto no es lo que habría hecho la Atenea de hace más de un mes. Sin embargo mis profundas y existenciales cavilaciones se ven interrumpidas por una respuesta que pensé, evadiría.
-Déjame explicarte una cosa, Encanto -se separa unos minúsculos milímetros para mirarme a los ojos -Hay algunas que están en la fila, pero sin embargo no figuran parte de la lista.
Y no sé si es el efecto del alcohol, el cinco porciento de estupidez con el que me trajeron al mundo, su voz ronca y profunda, el suave apretón que propina en mi cadera y simplemente las ganas de que la antigua Atenea no prevalezca más; pero tomo un impulso bastante pequeño y pego mis labios a los suyos. Ahí. En medio de la pista. Con los chicos mirando.
Igual que los últimos besos, no son suaves, románticos ni poseen falta de experiencia. Todo lo contrario: son posesivos, violentos y sin duda alguna sus labios saben lo que hacen.
Su lengua también reclama la mía, enviando sensaciones exquisitas a todas mis terminaciones nerviosas.Se separa para admirarme unos segundos en silencio, como teniendo un debate interno y sin dar explicaciones se aleja.
Me deja sola en el medio de la pista y justo cuando cuento hasta 50 para calmarme, sus manos aparecen nuevamente en mi cuerpo.
Se coloca en la misma posición de antes y mira por encima de mi hombro, haciendo un gesto y entonces comienza a sonar la canción Dusk till dawn de Zayn y Sia. Y creo que aunque estuviese en medio de un huracán, una inundación o la tercera guerra mundial nada hubiese importado, solo los movimientos circulares a modo de baile que dábamos en nuestro lugar sin perder de vista los ojos del otro.
Absorta en cada sílaba de la canción no me importa la mirada dolida que me dedica Enzo desde la barra ni el ceño fruncido de Camilo, solo este momento.
Nunca he sido una fiel devota de los sentimientos de un ser humano hacia otro, pero he de admitir que lo que me hace sentir este chico va más allá de mi comprensión. Es algo totalmente nuevo, algo fuera de mi control. Pero ¿qué más da renunciar al poder? Si con ello le doy paso a sentirme como hace más de doce años no me siento.
Suspiro inhalando su perfume y mentalizándome a la idea de que sentirse así no es malo, pero definitivamente tampoco es bueno. De todo modos, no tiene por qué llevar una etiqueta. Simplemente somos dos personas correctas en un momento un poco equivocado.
Entonces caigo en cuenta.
Yo soy Atenea Anderson. La chica que se sobrepuso a la muerte de sus padres. La que durante más de doce años estuvo metida en una organización mafiosa para poder cobrar venganza algún día. La que tuvo los ovarios de crear una mafia y tomar el poder. La que va a comerse al mundo y convertirse en la próxima Maffia Queen.
Definitivamente un sentimiento no va a cambiar mi meta en la vida.
Así que con el corazón latiendo desbocadamente en mi pecho, reúno fuerzas y doy un paso atrás. Mi cuerpo se resiente ante la falta de contacto y Paul me mira desconcertado. Le miro directamente a los ojos y esbozo una sonrisa amarga.
-No me puedo dar el lujo de ser débil y vulnerable, porque cuando caiga, yo solita voy a tener que levantarme y curar mis heridas -frunce el ceño, sin entender una mierda -Los sentimientos son un espejismo, uno peligroso y cruel, que te deja en claro que la vida es una mierda donde estamos rodeados de mentiras todo el tiempo -hace un ademán de hablar pero lo detengo -Al final del día la costumbre es más fuerte que el ansia curiosa de saber que hay en esa tierra desconocida, así que Paul, no puedo entregarme a algo que desconozco por el simple hecho de que primero yo.
Le doy la espalda, decidida por fuera, pero interiormente preguntándome si hice lo correcto. Yo antes que el mundo porque según Shakespeare: Renunciamos a los que somos por lo que esperamos ser.
Así que con la brisa colándose por la ventanilla abierta del taxi que pedí, olvido mis preocupaciones y sólo me preocupo por la resaca de mañana. Nada más.
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Rebelde sin causa
Random¿Un mundo sin crueldad, venganza, resentimientos, odio, sudor y sangre no sería un mundo justo cierto? Porque somos quiénes somos no quienes el mundo quiere que seamos y ese es justo el problema cuando una red de mentiras te adentra en un mundo el c...