Capítulo#23: Por un nuevo comienzo...¡salud!

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Han pasado dos semanas desde las disculpas oficiales y la reintegración de Aracne en Seven. La mayoría de los chicos dieron mil y una razones para que se fuera, pero el resto encontramos mil y una para que se quedara.

No sé ni cómo sucedió, pero ahora en nuestro salón no solo duerme Hera, sino que tenemos a un invasor durmiendo en el sofá. A veces me da pena ajena y me entran ganas de decirle a Paul que duerma un rato en mi cama, pero después se me pasa cuando la caga abriendo la boca. Últimamente está más cerca de mi que de costumbre y trata de ayudarme en todo, a lo cual me niego alegando que puedo arreglarmelas yo solita.

Este departamento ha sido testigo de batallas campales tanto de Maya, Derek y Anthony contra Aracne( en las cuales termino gritando para que se callen y paren de una vez), como mías con Paul y Hera. Camilo y Enzo solo se mantienen al margen.

Justamente ayer Bryan me llamó para informarme que en tres días partimos para los Estados Unidos y todo se ha vuelto un caos. Anthony y Maya se odian a muerte ( aún tengo curiosidad de saber las causas ) pero en la noche. ¡Ay en la noche! Los malditos gemidos traspasan la pared que separa mi habitación de la del moscón, haciéndome imposible conciliar el sueño.

Es pleno mediodía cuando me froto las sienes con los dedos debido al angustiante dolor que me surgió desde hace cinco minutos.

-Joder Enzo, te toca a ti cocinar -se cruza de brazos Maya indignada.

-No es verdad, yo cociné ayer -imita el gesto Enzo.

-¡Ayer cocinó Anthony! -se sonroja cuando se da cuenta de que lo defiende.

Les doy una mirada cansada mientras continúo con el masaje, sacando la paciencia que la vida me había negado al nacer.

-¿Y por qué no cocina Aracne? -pregunta la pelirroja y la aludida levanta la cabeza frunciendo el ceño.

-¿Yo qué? -pregunta acomodándose en el sillón que se encuentra a mi lado.

-Tu eres la traidora, deberías cocinar -la gotita que rebasó mi vaso de corta estatura.

-¡SE ACABÓ! -bramo enfadada -Si a ninguno se les da la gana de cocinar pues pidan algo en la cafetería de la esquina o no coman -me doy la vuelta cuando hacen silencio y subo las escaleras hasta la oficina -Putos críos -mascullo con fastidio.

Tomo asiento en la silla principal, apoyando la cabeza en la larga mesa de reuniones que nunca hemos llegado a utilizar. Resoplo con fastidio. La choco par de veces contra la madera queriendo que el dolor desaparezca, mientras mi largo pelo azabache se desparrama sobre la mesa. En ese instante escucho como la puerta es abierta y cerrada con llave. No me molesto en levantar la cabeza. Si es un asesino serial mejor que venga y acabe con mi sufrimiento. Me tenso cuando lo noto. No son las manos de un asesino serial las que se posan en mis tensos hombros, sino unas que últimamente me ha dado por conocer muy bien.

Contengo la respiración debido a la reacción de mi cuerpo ante el simple toque de esas manos.

-Oye ¿estás bien? -pregunta Paul, pareciendo que de verdad le importa.

-¿Parezco estarlo? -me enderezo -Tengo un dolor de cabeza que me está haciendo replantearme mi existencia entera y el origen de las especies -una de sus comisuras se eleva solo un poco, para luego volver a su expresión seria y preocupada.

Lo miro atentamente cuando jala la silla alejándola de la mesa para luego acuclillarse delante de mi con las manos apoyadas sobre mis rodillas. De repente el ambiente adquiere una tensión que hace diez segundos no estaba.

Nos sostenemos la mirada durante unos instantes; la de él con malicia y algo más que no logro identificar, mientras que la mía solo expresa curiosidad y reto. Me dedica una sonrisa ladina y el simple gesto me hace dar un apretón al reposabrazos de la silla. Cuando su vista se mueve hasta allí, carraspeo para desviar su atención de las reacciones que en mi provoca.

Rebelde sin causaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora