Capitulo #34: El día más normal.

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Luego de una semana de batallas campales con los chicos sobre si podía levantarme de la cama o no, me impuse haciéndoles saber que estaba hastiada de que me trataran como a una niña de seis años y que me iba a levantar de si o si. Hoy por fin me encuentro en pie, sin molestias en la herida ni ganas de vomitar.

Me doy una última mirada en el espejo encima del lavabo y a mis nuevos tatuajes. Acaricio el Unstoppable que reposa verticalmente en mi antebrazo, justo encima de las venas y hago una mueca al recordar el leve dolor que me cruzó el abdomen al tatuar sobre la cicatriz que me dejó el puñal la frase Fuertes razones hacen fuertes acciones.

Con el agua caliente de la ducha deslizándose por mi cuerpo me permito cerrar los ojos.

Estoy cansada. Muy cansada.

A pesar de haber estado tantos días en cama estoy cansada y no a nivel físico, sino emocional. Nunca imaginé que la creación de Seven trajera tantos problemas, muertes, secretos y traiciones consigo.

Termino la ducha y salgo del baño envuelta en una toalla.

-Te ves bien -la voz calmada de Paul me hace dar un respingo y soltar una palabrota.

-¿Qué demonios haces aquí? -cuestiono restándole importancia mientras camino en dirección al clóset.

-Tenía ganas de verte -susurra en un tono bajo y sensual.

-Me ves cada día, unas veinticinco veces -busco unas bragas a juego con el sujetador que sostengo de color negro.

-No de esa forma -siento su cálido, mentolado y delicioso aliento en mi cuello.

Posa sus manos en mi cintura y...

¡¡¡Diablos!!! No recordaba lo mojada que me hacía estar su cercanía.

-¿Sabes? Estas bragas estorbarían -toma de un cajón del clóset un par de bragas negras las cuales no había visto.

-¿Qué pretendes? -pregunto tragándome un gemido cuando lame el lóbulo de mi oreja.

-¿Acaso no es obvio? Quiero follarte -declara empapándome en el acto.

Me hace girar sobre mis pies, y sin darme tiempo a replicar se adueña de mis labios en un beso candente que me hace gemir. No tardo en seguirle el ritmo, atacando sus labios con la misma vehemencia. Nuestras lenguas se exploran sin censura alguna a la vez que suelto la toalla, que hace un sonido sordo al caer al piso.

Empujo a Paul hasta llevarlo a la cama, en el borde de la cual se sienta a recorrerme el cuerpo con la mirada.

-Eres una jodida diosa -el verde esmeralda de sus ojos se torna oscuro.

-Lo sé -sonrío mientras me acerco a arrancarle (literalmente) la playera, dejando el torso definido a mi disposición.

Vuelve a tomar control de mis labios con impaciencia y entre besos cargados de deseo logro quitarle el vaquero llevándome los bóxers de paso, dejando a la vista el enorme miembro que se carga con una erección que parece querer partirme en dos.

Con un movimiento brusco cambia las posiciones, quedándose entre mis piernas. Baja por mi mandíbula dejando besos húmedos en mis pechos y abdomen mientras siento que voy a tener una combustión expontanea. Mi sexo lo aclama. Aclama tenerlo dentro de mi haciéndome tocar las estrellas. Deja un beso casto en mi monte de Venus y es vergonzosa la humedad que empapa las sábanas cuando introduce su lengua entre mis pliegues, haciéndome tomar la sábana en puños. Hace maravillas con la lengua y yo solo siento el sudor recorrerme la piel, los músculos de mi interior contraerse anticipando la llegada del orgasmo que me obliga a gemir su nombre con la vista ennegrecida justo cuando me voltea dejando mi trasero contra su (para nada disminuida) erección.

Rebelde sin causaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora