Capítulo#25: Fobia.

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----Paul----
Mi propósito en la vida es simple desde que tengo uso de razón: respirar y dar mi vida por cierta chica de ojos azabache y cabello de igual color, de cabeza tan dura como el concreto y belleza sobrehumana. Dos palabras son suficientes: Atenea Anderson.

En la historia que le conté omití detalles de la misma. Si, luego de recibir esa carta en el orfanato pues no pude dejar de mirar los ojos de la chica de la foto y fue creciendo en mi, una necesidad angustiante de conocerla. A los 16 salí, pero no por voluntad propia, sino gracias a que una pareja millonaria que no podía tener hijos me adoptó. Pasaron dos años maravillosos, antes de que mi madre muriera y todo se fuera a la mierda. Me distancié totalmente de mi padre, aprovechando el tiempo para localizar a la chica de la foto. Investigué sobre ella durante años, hasta que al fin di con su paradero. Decidí que era el momento para acercarme así que me hospedé en su mismo hotel, luego de dos años de saber absolutamente todo sobre ella. La seguí de lejos un día y el ship que había instalado en su coche me notifico de peligro. Mantuve la distancia, ya que sabía lo que era capaz de hacer ella solita y uno de mis contactos me avisó de un posible ataque en la mafia donde había crecido y a la cual en ese entonces se dirigía, así que me adentré en la mafia subterránea de Vancouver. Luego del ataque y no la mejor presentación que digamos, la conocí. En el momento no pensé que hubiese una palabra en los diccionarios que la describiera a la perfección, luego descubrí que sería inaudita. Nunca había visto una mujer en mi vida que portara el pecado en su cuerpo o incluso sus ojos, pero ahí estaba ella con su carácter de los mil demonios y negándose a mi protección. Me tienta a hacer con ella lo que no debería y ya he tenido que respirar hondo más de doscientas veces desde que la conocí cuando la imagino debajo o encima de mi cuerpo, dejando claro que su nombre es una ofensa en comparación, porque la diosa es ella verdaderamente.

Le doy una mirada furibunda a Enzo, que me frunce el ceño por vigésimo sexta vez en lo que va de viaje.

Técnicamente todos vamos sentados con alguien que conocemos: Derek con Maya, Anthony con Camilo, Aracne con Atenea y yo, casualmente, con el odioso italiano que parece querer matarme.

«Suerte que es mutuo»

Le doy una mirada a Atenea, la cual se encuentra unos asientos más allá de nosotros, y lo que me hace fruncir el ceño no es el como evita a toda costa mirar por la ventana, sino lo pálida y sudorosa que se encuentra.

Me toma unos segundos procesar los hechos hasta que caigo en cuenta del problema y el que cierre los ojos llevándose una mano a la boca me lo confirma. Sale disparada en dirección al baño, mientras me dispongo a seguirla, cuando una mano me detiene.

-¿A dónde vas? -pregunta Enzo.

Suspiro, reuniendo paciencia.

-A ver si te enteras de una vez -acerco mi rostro al suyo para susurrar -No tengo por qué darte explicaciones de nada, porque simplemente te falta mucho para que te rinda honor, eres nada, así que mantente al margen porque yo hago lo que se me de la puta gana, niño lindo -le doy una palmada en el hombro mientras me mira fijamente.

Lo ignoro y camino hasta el baño, dando par de toques en la puerta.

-Está ocupado -dice Atenea de malas maneras.

-No tendrás nada que no haya visto ya -sonrio irónicamente irrumpiendo en el interior del baño.

-¿Qué haces aquí?.

Rebelde sin causaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora