Capítulo#7: muerte a la Anderson y sus seguidores

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El silencio reina en la habitación. Yo solo estoy a la espera de una explicación.

-A todos los atacaron -explica Anthony al fin -excepto a dos de nosotros -me hace mirarlo -A Maya y a mi nos pasaron los papeles por debajo de la puerta de nuestros apartamentos -concluye.

-¿Se sabe quién fue? -pregunto en voz baja pero firme.

-Aun no -respiro hondo.

-¿Quién es el hacker? -paseo la mirada por todos.

-Yo -dice el chico que identifico como Derek.

-Bien, ponte a ello -me impongo -cámaras de seguridad, rastreo satelital, todo -ordeno -Localiza a esa o ese malnacido que tendremos una charla con el -concluyo y me doy la vuelta para irme.

-¿Esto es un "ya somos equipo"? -pregunta Aracne haciéndome girar sobre mi eje.

-Esto es un "tenemos que acabar con la amenaza que compartimos en nuestras vidas" -corrijo .

Abandono la habitación. Mi cabeza no mejora, de hecho, creo que empeoró si eso puede ser posible. Pero no me dejo ganar por el desespero y alcanzo la puerta de la habitación en la cual me desperté y me adentro en ella. Localizo el baño dándome una ducha de agua fría. Tomo una bocanada de aire cuando el agua hace contacto con mi piel. Termino rápido y envuelvo mi cuerpo en una toalla, la ropa sucia que me quité para colmo se mojó que era la que estaba dispuesta a colocarme al no tener más.
Salgo del baño encontrándome con un conjunto de sudadera verde. Pongo los ojos en blanco.
«¿acaso no se nota que no me visto si no es de negro?»

Salgo de la habitacion aún envuelta en la toalla.

-Te deje ropa encima de la cama -dice Maya en el pasillo llamando mi atención.

-Eh, si, sobre eso -me volteo -Solo visto de negro -informo haciéndola bajar la vista y asentir.

-Enseguida traigo un conjunto negro -avisa y se da la vuelta para irse.

-Y mis armas, por favor -soy amable .

La escucho murmurar: ahora se cree la viuda negra.
Y solo me limito a sonreír, cosa que queda en una mueca por el dolor latente que invade mi cabeza una vez más.

&&

Una vez vestida con el conjunto de remplazo me alzo el cabello en una cola de caballo y coloco mis armas en sus lugares, y por último a mi fiel compañera en la parte baja de la espalda.
Tocan la puerta un par de veces.

-Adelante -indico concentrada en mi celular queriendo llamar a Adara.

-Tengo la ubicación -reconozco la voz de Derek.

Levanto los ojos hasta él, desplazando la opción de llamar a Adara a un segundo plano.
Lo sigo hasta la última puerta. Allí instalaron monitores, de los cuales las 15 pantallas que cuento llenan toda una pared.

Señala un punto en el mapa con las coordenadas.

-Avisa al resto -ordeno -nos vamos todos.

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Las calles de Cristanville nos reciben. El hielo de los lagos descongelandose, la nieve cayendo de las hojas de los árboles, indicando la llegada de la primavera mantiene un ambiente animado entre los habitantes. Nos adentramos en un barrio pobre, donde conviven asesinos de poca monta y drogadictos.
Llegamos a la dirección señalada, mientras Anthony aparca la camioneta, en la que nos encontramos los siete.
Abro la puerta del co-piloto y salgo dando un portazo. Los chicos me siguen mientras subo las escaleras del porche de la casa que se extiende ante nosotros. Toco con los nudillos tres veces la puerta, pero no hay respuesta, insisto y nada. Pego la oreja a la puerta y se escucha la respiración acelerada de alguien.

-Vamonos -me dirijo a los chicos volteandome, me miran confundidos.

Justo cuando siento un largo suspiro de alivio me giro hacia la puerta propinándole una patada, mandándola a volar.
Delante de mí hay un chico asustado con las manos encima de la cabeza y temblando.

-No me lastimen por favor -arrugo las cejas.

-¿Quién te envío a dejar estos mensajes en sus puertas? -pregunto acercándome y entregándole uno de los papeles, el cual cae al piso.

-Yo no hice nada -niega efusivamente con la cabeza.

-Que curioso -le doy la vuelta -Nosotros dispuestos a dejarte vivir y tú qué no cooperas -lo encuello.

-Por favor -suplica.

Tomo mi arma y le pongo el cañón en la boca. Llora descontroladamente. Quito el seguro haciéndolo negar con quejidos de súplica.

-Ya, está bien -asiente hablando con dificultad cuando pongo el dedo sobre el gatillo.

-¿Y bien, qué decías? -pregunto al tiempo que una bomba de humo explota dejándonos sin algún tipo de visión.

Escucho a todos tosiendo, mientras que yo casi me ahogo con el gas somnífero que identifico en el aire.

-¡¡¡Salgan de aquí!!! -bramo -¡¡¡Ya!!! -grito cubriéndome la nariz con la mano libre.

Salgo también algo mareada, olvidándome del chico. Pero ahora lo único que importa es salir de este lugar.
Abordamos la camioneta y todos se encuentran mareados.

-¿Están bien? -asienten -¿Puedes conducir? -pregunto a Anthony y este también asiente -Bien, larguemonos de aquí -ordeno.

Las gomas de la camioneta chirrean en el asfalto cuando Anthony da la vuelta saliendo de ese lugar.

&&

-Joder Atenea -me exaspera Enzo con su tono de autoridad -No podemos volver -demanda -De seguro ya está muerto -dice lo que ya se.

-¡No me importa! -grito -Ese atentado fue con el fin de que no hablara y obvio que está muerto, no soy idiota -refuto -Tenemos que volver porque si eso iba para nosotros dejaron un mensaje.

Enzo pone los ojos en blanco y nadie da una opinión al respecto.

-Y si no vienen, pues me voy sola -impongo y les doy la espalda.

Camino hasta el aparcamiento privado que queda detrás del departamento en el que nos encontramos y me desplazo en el asiento del piloto.

-Ey -me grita Aracne -Espera, que yo sí voy contigo -sonríe.

Le abro la puerta del co-piloto y entra cerrando la puerta.
Siento la puerta de atrás abrirse y echo un vistazo a través del espejo retrovisor: Anthony y Derek.
Pongo en marcha el auto, volviendo al maldito lugar.

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El lugar está intacto. Nos adentramos en la vivienda, no hay...

-Atenea -me llama Derek.

Lo miro siguiendo la trayectoria de sus ojos.
Doy un paso atrás con la escena que tenemos delante.
El chico de los mensajes está colgado del ventilador de techo, con las cuencas de sus ojos vacías. Y no es justamente eso lo que llama la atención, si no las siglas: J.L, formadas con descuidadas cortadas de un cuchillo en el desgarbado torso. Los dedos de la mano derecha los tiene grapados a la palma y dentro hay un papel.
«lo suponía»
Doy dos pasos adelante y le pido a Anthony que me cargue para llegar hasta la mano del chico, tomo el papel. Anthony me deja en el piso y lo desdoblo tensandome con lo que pone escrito con sangre: muerte a la Anderson y sus seguidores...

Rebelde sin causaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora