Capítulo 22

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Madisson

Me desperté y vi que estaba abrazando a... ¿una almohada?

Me incorporé y miré toda la habitación frunciendo el ceño. No había nadie; estaba sola.

Entonces la puerta se abrió y Derek entró con una bandeja de madera en las manos.

— Iba a despertarte ahora —dijo sentándose en la cama— Ten —dejó la bandeja sobre mis piernas. Miré el tazón que contenía una sopa de pollo con un olor exquisito.

— ¿Has salido? —pregunté mirando la bandeja.

— No, ¿por qué? —se cruzó de brazos.

— Entonces, ¿has cocinado sin mi ayuda? —pregunté incrédula.

— No es más que una simple sopa.

— Lo dice el que no sabe cocer pasta.

— Bueno, hoy me he esforzado un poco más que de costumbre. Todo por mi monstruo enferma —me dedicó una sonrisa y cogió la cuchara— ¿Quieres que te la de yo?

— No —le arrebate el cubierto de la mano— Estoy enferma, no parapléjica. Aún puedo comer yo sola —cogí el cuenco y me recosté un poco.

— Está bien.

Dejó la bandeja en el suelo y volvió a tumbarse a mi lado mientras yo me comía la deliciosa sopa. No podía creerme que un chico al que se le queman las tostadas hubiese sido capaz de preparar un caldo
tan rico.

Terminé la sopa y dejé el cuenco en mi mesilla de noche. Volví a acostarme y Derek no tardó nada en volver a rodearme con sus brazos. Aun me sentía mal, pero que Derek estuviera a mi lado hiciera que no pudiese ni pensar en el malestar.

(***)

Abrí los ojos de golpe al oír la preciosa voz de Sam
Smith cantando I'm Not The Only One. Estiré el brazo y cogí mi móvil de la mesilla de noche. Miré la pantalla y vi el rostro sonriente de Bell en él. Le di al telefonillo verde y me llevé el aparato a la oreja.

— ¿Diga? —murmuré volviendo a acostarme.

— ¿Tu también estás muerta? —murmuró él también.

— ¿Tu también estás enfermo?

— Sí, me ha contagiado mi hermana, así que supongo que he sido yo quien te ha contagiado a ti. Lo siento.

— Tranquilo, no pasa nada.

— Oye Madi... —irrumpió Derek en mi habitación— Oh, lo siento, esperaré a que acabes de hablar.

— No tranquilo, ahora acabo —le contesté— Oye, tengo que dejarte... Claro, hablamos mañana... Y yo a ti. Adiós —dejé el móvil de nuevo en la mesilla— Bueno, ¿qué querías?

— Estaba pensando que tal vez te iría bien cambiar un poco de aires, ¿quieres bajar un rato al salón?

— Sí, estaría bien.

Se me acercó y pasó su brazo por mi cintura.

Fuimos al salón y tras tumbarme en el sofá me tapo con la mata a cuadros rojor y negros que teníamos sobre un sillón. Se acercó al DVD para poner una película. La puso y volvió al sofá. Se sentó a mi lado e hizo que apoyara mi cabeza sobre sus piernas.

Vimos "Vacaciones en Roma" ya que sabía que aquella película siempre me hacía sentir mejor.

— Madi, tengo que confesarte algo —me dijo de pronto.

— ¿De qué se trata?

— Te he mentido.

— ¿De qué hablas?

— En realidad no he hecho la sopa, le he pedido a la vecina que me trajese un poco— Y entonces estallé en risas y él se unió a mí.

— Te quiero Derek. Aunque no sepas cocinar una simple sopa.

— Y yo a ti —dijo acariciando mi pelo.

Puede que fuese la delicadeza con la que acariciaba mi cabello o simplemente el cansancio a causa del virus, pero la cuestión es que poco a poco me quedé profundamente dormida, y no me desperté hasta la mañana siguiente.

Enamorada de mi hermanastro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora