Capítulo 40

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                                  Madisson

Me desperté al escuchar el constante sonido de alguien llamando a la puerta de mi habitación. Me incorporé perezosamente y vi en mi despertador que faltaban dos minutos para que fuesen las siete menos cuarto. Se agradecía no tener que despertarse con el insoportable sonido del despertador.

— ¿Sí? —pregunté y el constante golpeteo cesó.

— ¿Permites que este idiota entre en tu habitación?
—preguntó abriendo un poco la puerta pero sin
llegar a entrar.

— ¿No crees que idiota te queda un poco corto?

— ¿Imbécil sin cerebro está mejor?

— Sí, supongo. Pasa, anda.

Entro en mi habitación y se acercó a mi cama.
Esbocé una gran sonrisa al verlo traer una bandeja con comida entre sus manos. Lo dejó sobre la cama y se sentó, con cuidado de no derramar las tazas de café.

— ¿Has hecho el desayuno? Parece que estás muy arrepentido —cogí una uva roja y me la metí en la boca; me fue imposible no acordarme de nuestro día en la playa.

— Estoy mucho más que arrepentido —cogió una de las tostadas y comenzó a untar la mermelada de albaricoque en ella; mi mermelada favorita— Siento muchísimo como me puse, no tengo excusa, fui un completo idiota. No te mereces que te trate así —me tendió la tostada.

— No pasa nada, en parte entiendo por qué te pusiste así, no digo que esté justificado, porque no lo está, me molestó que te pusieses así. Pero quiero que sepas que lo entiendo —cogí la tostada entre mis manos y le di un bocado; el pan aun estaba caliente.

— Mira, aunque te diga lo que te digo, y me comporte como un capullo, quiero que sepas que nunca te forzaría a acostarte conmigo, ni se me pasaría por la cabeza hacerte eso. Te quiero, y esperaré, esperaré lo que haga falta —cogió su taza de café y hundió en ella una galleta.

— Gracias —contesté sin saber qué más decir.

— Cuando te sientas lista, dímelo, y me encargaré de estar perfectamente acicalado sonrió de lado.

— ¿Intentas engatusarme citando a Jesse St.
James?

— ¿Funciona? Siempre has dicho que es tu personaje favorito de Glee.

— Un poco sí que funciona —reí y me incliné para darle un besito— Pero aun sigo un poco enfadada, tendrás que compensármelo de alguna manera —solté una risita mientras bebía un poco de mi café.

— Me esperaba algo así, por eso, este fin de semana te espera una sorpresa

— ¿Una sorpresa? —pregunté emocionada— ¿Como la de la playa?

— Creo que esta te gustará aun más —rió— Vas a tener un fin de semana alucinante.

— ¡Dame una pista!

— No.

— Porfaaaaa —hice un pucherito.

— ¡Que no!

— Aun me acuerdo de lo maleducado que fuiste ayer conmigo al decirte que no estaba preparada para acostarme conmigo —sabía que el chantaje emocional era cruel, pero también era cruel dejarme con aquella incertidumbre.

— Eres mala, ¿sabes?

— No soy mala, soy curiosa —dejé la bandeja de comida en el suelo y me puse de rodillas al lado de Derek haciendo que mi muslo desnudo se tocase con el suyo.

— ¿Una pista? —asentí— Está bien; Houston.

— ¿Houston? ¿Vas a llevarme a Houston?

— No flipes tanto —rió— Te quiero, pero no tengo dinero para irnos hasta Houston.

— ¿Entonces qué pasa con Houston?

— Ya lo verás —volvió a recoger su bandeja y la dejó sobre la cama— Ahora a desayunar.

(***)

— Ahí llega tu novio —dijo Bell señalando el coche de Derek.

— Te mando un mensaje a la noche y me cuentas lo que pasó al final con tu hermana.

Besé su mejilla y caminé a paso ligero hasta el coche de Derek. Entré y tras cerciorarme de que nadie nos estuviese viendo le di un corto beso.

— Hola —me sonrió.

— Hola —me devolvió el gesto— ¿Preparada para tener un fin de semana alucinante?

— Miedo me da lo que se te haya podido ocurrir en esa cabecita tuya.

Enamorada de mi hermanastro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora