Capítulo 39

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                                  Madisson 

Volví a mirar el reloj de la pared del salón. Las seis y media. Estaba claro, Derek no pensaba salir de su habitación.

Solté un bufido y tiré sobre la revista que estaba leyendo sobre la mesita del café. Si quería comportarse como un idiota que lo hiciese; con esa actitud si que no conseguiría llevarme a la cama.

Me levanté del sofá y me dirigí a la cocina a por una taza de té.

Estaba sentada en uno de los taburetes cuando escuché como alguien entraba en casa.

— ¿Hay alguien? —preguntó Max mientras cerraba la puerta.

— En la cocina —le contesté.

— Que raro que estés en casa, Derek y tu siempre están por ahí —se descolgó la cartera de cuero marrón clara y la dejó sobre la encimera.

— Ya, bueno, no tenía ganas de salir, y Derek está en su habitación desde hace un buen rato —respondí algo más cortante de lo que me hubiese gustado.

— ¿Estás bien?

— Sí, ¿por qué?

— Porque se nota que estás enfadada. Dime, ¿qué ha pasado?

Miré a Max a los ojos. La verdad es que no iba a perder nada por hablar con él, tal vez él sería capaz de explicarme porqué se comportaba de manera tan estúpida su hijo.

— Lo cierto es que hay una cosa que me ronda por la cabeza.

— ¿Qué es?

— ¿Los chicos siempre se enfadan si les dices que no?

— ¿A qué te refieres?

— Ya sabes, a eso...

— A eso... —me miró sin entender— iOh! ¿Te refieres al sexo? —cayó en la cuenta.

— Sí, precisamente —yo intentando no decir la palabra y él lo suelta sin ningún reparo.

— Bien, explícame cómo es la situación —se levantó y se sirvió una taza de té de la tetera que había dejado sobre la encimera, al lado del fuego.

— Verás es que estoy saliendo con alguien y...

— ¡¿Cómo?! —me interrumpió— ¿Sales con alguien y no nos lo has dicho?

— Yo...

¡Invéntate algo rápido!

— Verás, aun no somos algo tan serio como para presentaros, lo pensaba hacer en el momento adecuado.

— Está bien —asintió mientras echaba un poco de leche en su bebida— Sigue contándome.

— Bueno, es que el chico me ha pedido ya en varias ocasiones que nos acostemos, y no es que me intente forzar ni nada parecido, él jamás lo haría, pero cada vez que le digo que no, yo noto que se enfada.

— Mira, no te preocupes por ello —se sentó a mi lado— La mayoría de los adolescentes son idiotas, te lo digo por experiencia propia. Están obsesionados con meter la po... bueno, ya me has entendido. Yo también me mosqueaba cuando me decían que no, pero uno sabe que cuando una chica te dice que no es que no.

Le dio un largo sorbo a su humeante bebida antes de seguir hablando.

— Si es un buen chico te respetará, y aunque a veces te insista en acostaros y se enfade cuando le digas que no, él lo comprenderá. Cuando una chica nos importa de verdad aprendemos que hasta que ellas digan que sí, tenemos que hacer uso de las manos.

Vale, creo que Max se está relajando y está tomando más confianzas de las debidas.

— ¿Te quiere? —me preguntó de golpe.

— Sí, eso creo.

— ¿Y tu?

— Lo amo —sonreí inconscientemente y me rendí a mi misma por ser una de esas chicas estúpidas que se ponen a sonreír como bobas al hablar de sus novios.

— Amar es una palabra fuerte.

— Lo sé —me encogí de hombros— Gracias Max.
Extraño muchísimo hablar con mi padre, pero me alegra saber que puedo hablar contigo si lo necesito.

— Siempre que me necesites, estaré aquí —me cogió de la mano—  Y te daré un consejo, bueno, más bien
una advertencia.

— Adelante.

— Lleva siempre protección encima, nunca se sabe cuándo lo vas a necesitar.

— ¿Cómo? —pregunté riendo.

— Ya eres toda una mujer, y tienes que cuidarte.
Siempre que vas a quedar con ese chico lleva un condón encima, bueno, por si acaso dos. Seguro que Derek tiene en su cuarto, no creo que note que le falten un par. Por lo que veo el pobre lleva ya un tiempo sin comerse una rosca.

Enamorada de mi hermanastro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora