Capítulo 29

2.1K 95 1
                                    

                                  Madisson

— Madi, despierta —susurró Derek en mi oído provocando que me despertara.

— ¿Qué hora es? —pregunté sin apartar la cara de la almohada.

— Las tres de la madrugada.

— ¿Qué? ¿Eres tonto o qué te pasa? Déjame dormir.

— Nuestros padres están dormidos.

— ¿A las tres de la madrugada? No me digas...—retiró de golpe la manta que le cubría— Joder, ¿qué quieres?

— Que te vistas y vengas conmigo.

— ¿Para qué?

—Tu solo hazlo —dijo jocosamente— Te espero en el pasillo —se levantó de golpe de la cama y salió de la habitación.

Me incorporé y me froté los ojos. Escuché como tamborileaba los dedos contra la puerta de mi habitación. Solté un bufido.

Menudo novio he elegido.

Me levanté y me dirigí a la puerta.

— ¿Qué me pongo? —le pregunté a la vez que bostezaba.

— Cualquier cosa estará bien.

— Entonces voy en pijama.

— Vamos, ponte cualquier cosa pero no el pijama.

— Tu vas en pijama —lo miré de arriba abajo.

— No voy en pijama, voy con chándal.

— Desde el momento en el que te he visto dormirte varias veces con eso puesto se convierte en pijama.

— ¿Si me pongo vaqueros tu te pones otros?

— Sí.

— Está bien, ahora vuelvo —se fue a paso ligero a su habitación.

Reí para mí y volví a meterme en la habitación. Me puse unos vaqueros oscuros y me dejé la camiseta gris del pijama, total, valía como camiseta.

— ¿Vamos? —preguntó Derek ahora con los vaqueros puestos.

— Vale —me encogí de hombros— Estás loco, ¿te lo he dicho alguna vez?

— Varias veces.

— Hago bien —rió.

— Ven conmigo —me agarró del brazo e hizo que caminásemos por el pasillo.

— ¿A dónde vamos?

— Al ático.

— Ah, no —me detuve en seco— Ya sabes que no me gusta el ático. Es grande y oscuro.

— Pero si tiene una ventana para que entre la luz.

— Si, pero me vas a decir qué luz va a entrar en medio de la noche —volvió a reír— No me obligues a ir, ya sabes que me da miedo la oscuridad.

— Te prometo que valdrá la pena —me cogió de la mano— Y yo te protegeré de los fantasmas que haya en la oscuridad.

— Los fantasmas no me dan miedo, me asustan los vivos.

— ¿Los vivos? —preguntó mientras comenzábamos a subir las escaleras hacia el ático.

— Sí, como los psicópatas y los locos.

— ¿De verdad crees que hay un loco escondido por la casa?

-a Escondido no, me está dando la mano ahora mismo —bromeé.

Enamorada de mi hermanastro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora