Capítulo 46

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Madisson

Llegamos a casa hacia la una y media de la tarde.

Les dijimos a nuestros padres que comieran sin nosotros, que ya picaríamos algo al volver, pero ellos insistieron en esperarnos para comer todos juntos.

— Ah, lo siento, no debo dejar entrar a extraños —dijo Max antes de cerrarnos la puerta en las narices. Volvió a abrirnos al cabo de unos segundos y comenzó a reírse como loco— Si vieras la cara que has puesto —dijo señalando a su hijo— Anda, pasen.

Entramos y Max me abrazó con fuerza para acto seguido darme un beso en la mejilla.

— Hola mi niña, te he extrañado mucho —murmuró llenándome la cara de besos.

— Yo también te he echado de menos papá —irrumpió Derek que nos miraba con la espalda apoyada en la puerta y sosteniendo las maletas en ambas manos.

— Por Dios, serás mimoso —me soltó y abrazó con fuerza a su hijo— ¿mejor así?

— Supongo, será aun mejor cuando coma algo. Estoy hambriento.

— Pues es impresionante después del desayuno que nos hemos pegado —reí— ¿Y mamá?

— En la cocina —me contestó— Vayan a cambiarse y luego bajen a comer ¿vale?

— Vale —respondimos Derek y yo a la vez.

Subimos las escaleras y cada uno se dirigió a su habitación cargando su propia maleta. Entré en mi habitación y tiré la bolsa a una esquina sin preocuparme demasiado por lo que le pasase al contenido; total, solo había ropa en ella.

Me quité los zapatos y me agaché para guardarlos en el fondo del armario cuando de pronto vi las puntas de unas botas negras al lado mío.

¿Qué demonios?

Me giré y en cuanto vi a la persona que estaba a mi lado me fue imposible no soltar un gritito y saltar para abrazarlo con fuerza.

Bell respondió sin pensar a mi abrazo. Me agarró por la cintura y me levantó en volantas sin esfuerzo aparente.

— ¿Qué haces aquí? —pregunté sin esconder la gran sonrisa que tenía en el rostro.

— Me encontré con tu madre ayer en el supermercado. Me dijo que Derek y tu habían ido a pasar juntos el fin de semana, que por cierto, estoy bastante enfadado contigo por no haberme mandado ni un triste whatsApp.

— No te lies y ve al grano —reí.

— Bueno, la cuestión es que me dijo que estaba comprando comida porque quería preparar algo especial para vuestra vuelta...

— Y te las ingeniaste para que te invitara a comer —acabé la frase.

— Tu madre es la mejor cocinera que conozco,
¡¿cómo podía resistirme?! —dramatizó alzando los brazos.

(***)

— Entonces, ¿te gustó la vuelta en caballo? —le preguntó Max a su hijo mientras se servía otra porción del ragú de ternera.

— Muchísimo —le contestó con ironía.

— ¿Y qué hicisteis luego? —preguntó mi madre. Cogió su copa de vino y le dio un trago. Tenía los labios pintados con carmín pero no dejó ni rastro en la copa.

— Nada, volvimos para la hora de la cena así que no hicimos demasiado.

Miré de reojo a mi novio y él me devolvió una discreta mirada. Tuve que reprimir el impulso de dar un saltito en el asiento cuando de pronto sentí su mano en mi muslo. Nadie se dio cuenta de la impresión que me había llevado, nadie excepto Bell, que a mi parecer se estaba divirtiendo mucho en aquella cena. Estaba segura de que el muy canalla ya intuía lo que había pasado entre nosotros en aquel fin de semana.

(***)

— ¿Estás conforme? ¿Has llenado suficiente la tripa?
—pregunté a mi mejor amigo. Había salido al porche para despedirme de él.

— Sí, mucho, aunque tu madre ya me ha dicho que puedo venir cuando quiera a comer con vosotros así que no dudes en que volverás a verme pronto por aquí.

— Pues que no se te olvide llamar antes para avisar, que mi madre no diga nada no significa que no se enfade cuando alguien se presenta en casa sin avisar. Mi madre necesita horas y horas de planificación y preparación para aparentar que todo está perfecto sin que se note que se ha pasado horas y horas planificación y preparando la casa para recibir las visitas.

— No seas tan dura con tu madre —sacó la llave de su moto del bolsillo de sus vaqueros y las puso en el vehículo.

— ¿De verdad me dices tu eso? Ya sabes cómo es mi madre.

— Sí, sé cómo es, pero también sé cómo era cuando tu padre estaba vivo. Perdió a alguien muy importante para ella, no deberías culparla por no saber encajarlo.

— Han pasado años y ella volvió a casarse, ya debería de haberlo superado.

— ¿Cómo se supera la perdida de la persona a la que amas? No digo que no ame a Max, pero, ¿cómo va a superar el haber perdido a tu padre?

No contesté, porque no sabía qué responder y tampoco quería hacerlo. Yo fui la primera en notar cómo cambiaba su manera de ser cuando papá se fue, pero ya habían pasado años y ella no lo superaba. Y aunque Bell en parte estuviese en lo cierto, no podía pedirme que intentara no ser tan dura con mi madre, pues, aunque entendía que la muerte de papá había sido muy dura para las dos, yo había pasado página, sin embargo, mi madre no intentó superarlo, tan solo tapó aquel dolor con una gran sábana blanca y fingía que no estaba ahí.

No podía ser indulgente con ella cuando ella misma no estaba por la labor de intentar superarlo.

— Por cierto, ya me contarás que tal te fue con Derek en el viaje —me sonrió con su típico sonrisa burlona y me guiñó un ojo.

Se puso el casco e hizo rugir el motor de su moto.

Me despedí con la mano de él mientras salía a la carretera y se dirigía a su casa.

Sabía seguro que él ya había adivinado lo que pasó en aquella habitación durante aquel viaje.

Enamorada de mi hermanastro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora