Imagina que te encuentras en un limbo emocional, lleno de dudas, lágrimas y vacío sin respuestas y recibes un llamado desde otro continente para anunciar la muerte trágica de un ser querido...
Imagina que la pérdida de tus padres, no solo traería so...
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GIOVANNI RUGGIERO
Volátil... Era la palabra que mejor me definía.
Este mundo lleno de oscuridad, nos hace impredecibles, pacíficos, mortales, calculadores, protectores y desalmados. No es algo de lo que me enorgullezca, pero con los años las emociones se vuelven más fáciles de descifrar, ecuaciones matemáticas donde se debe despejar la x. El romanticismo se deja para la filosofía, el arte y la literatura, donde conectar es el principal objetivo. Mientras que, en mi mundo, la única conexión gratificante es la de una bala atravesando los sesos de los que deciden oponerse a nuestra ley, eso cuando no tenemos ganas de hacer una introducción memorable llena de mordazas, cuchillos y diversos juguetes que nos ayudan a conectar mejor con la miseria y el dolor.
Nunca antes me había molestado en lo que pudiese o no sentir alguien más ante mis métodos de ejecución. La sangre era parte de mí, de lo que soy y seré. Degollar, ejecutar, torturar, estaba diseñado para eso, mi padre se había encargado de convertirme en un arma, me diseñó para poder inmovilizar y ejecutar en menos de cinco segundos, me entrenó para poder ser el mejor jefe de la Cosa Nostra. Fui discípulo de la Bratva y la Yakuza, podría afirmar que puedo ser tan mortal con una katana, como con una hebra de cabello. Y aquí estaba, en medio de mi ático, lleno de rabia, perdiendo los estribos por una jovencita que me miró con tanto pánico en sus pupilas, que los restos de sangre en mi piel quemaban como fuego.
—Llegué lo más rápido que dijiste —habían pasado unos doce minutos desde que me comuniqué con Enzo— ma che cazzo... ¿qué pasó aquí? —en medio de mi arrebate había arrojado todo lo que se me vino a la mente contra las paredes
—Explícame —mascullé entre dientes— por qué Ginevra entró a mi ático —no tenía ánimo alguno de explicar el contexto
—Lo que escuchaste Enzo... explícame —subí el tono— ¡por qué mierda Ginevra estaba aquí! Y a dónde se ha ido
—Fratello, la verdad es que no sé de qué me estás hablando, pensé que la muñequita ya estaba fuera de Italia...
—¡No lo está! Me vio —estaba realmente alterado—, vio la sangre, entró en pánico y huyó, salió corriendo, intenté seguirla, pero cuando salí no la vi por los alrededores...
—Las cámaras de seguridad... revisa las cámaras
Nos tomó un par de minutos conseguir las tomas de afuera del edificio, pero lo logramos
—Allí, allí esta —dijo Enzo
—Esta motocicleta...
—Es de Fabio —murmuró Enzo en una respuesta a si mismo