Capítulo 4: De vuelta al espacio

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Un par de días después, embarcaron en un crucero hacia Esterlyn, su primera parada en el viaje. Este era una nave que imitaba la estética de los cruceros que navegan por los mares. Todo cubierto de blanco, con barias alturas, amplias ventanas, ojos de buey, chimeneas negras, tres cubiertas y diez entradas.

Ambos entraron sin problemas ni percances. Pasearon por los pasillos enmoquetados, luminosos y llenos de cuadros y espejos en busca de su camarote. Debían fingir ser una familia de clase media, por lo que su camarote se encontraba en la zona baja, en el interior, sin acceso a una ventana que diese vistas a la inmensidad del espacio.

A Kyman le dolió tener que elegir un camarote sin ventana, ya que conocía los gustos de Adit. Los escuchó de la tripulación de Maeck. Le contaron que Adit disfrutaba de la soledad rodeado de la oscuridad del espacio. Algo que perturbaba un poco a los piratas del barco. El miedo a la soledad, a la oscuridad y a la locura que estos provocaban era tal que se formó un culto alrededor de esta. Por lo que, ver a un adolescente de trece años disfrutar de largas horas en lugares silenciosos observando las distantes luces de las estrellas, incomodó a los piratas.

Adit entró en el camarote, dejó su mochila en el suelo cercano a la puerta y se subió a su cama, la cual se encontraba colgando de la pared. Aquella habitación había sido preparada para una familia, pues estaba la cama matrimonial preparada y una apartada para el hijo.

Kyman esperaba que Adit explorase el camarote, pero a este no podía importarle menos aquello. Él se centró en su teléfono, ignorando completamente el camarote, el crucero y que fuesen a surcar el espacio. También esperaba que saliese del camarote para ver el despegue del navío, pero no pareció importarle en lo más mínimo.

Kyman era consciente que Adit ya no era aquel niño risueño y soñador de hacía tres años. Era consciente que, aquel día, murió aquel niño desapareció junto con su ojo. No obstante, tenía la esperanza de que, dejándolo solo, a su aire, aquel niño resurgiese.

Aunque no lo aparentase, le gustaba aquel niño. Era agradable y divertido. Le daba vida a la casa verlo correr por todas partes, jugando a que era un temido pirata junto con sus amigos, y gritando a los cuatro vientos que algún día zarparía en su propio barco para vivir aventuras.

Quería volverlo a verle tan feliz e inocente.

—¿No vas a ir a la cubierta a ver como zarpa el crucero?

—No, estoy bien.

Adit no había cambiado tanto como se mostraba ante su familia. En el fondo, seguía queriendo salir al espacio a vivir aventuras. Disfrutaba leyendo sobre piratas y aventureros explorando el espacio exterior, viviendo cientos de aventuras. Aunque apenas había libros sobre piratas y la mayoría de aventureros estaban al servicio del Imperio.

Sin embargo, gracias a su nueva forma de ver, podría ver perfectamente como zarpaba el crucero desde la comodidad de su camarote. Incluso estaba pensando en quitarse el parche. No confiaba en Kyman. Su padre le inculcó aquella desconfianza hasta la medula. Pero le gustaba sentirse cómodo. A pesar de no resultarle incomodo llevar el parche, prefería no llevarlo tanto tiempo puesto.

Iba a quitárselo, sin embargo, Kyman lo agarró del brazo y lo obligo a levantarse.

—Yo si quiero verlo. Acompáñame —sentenció Kyman. Adit no se negó. En el fondo le gustó que se interesase en él. Pero no le mostró ninguna emoción. Esta forma de actuar le causó una gran molestia a Kyman, ya que Adit se estaba convirtiendo en un hombre como él. No iba a permitir aquello. No solo por su pacto con Tysie, sino por sus propias convicciones.

Kyman y Adit fueron hasta la cubierta en la proa del barco. Adit se dio cuenta que, en aquel barco, no había un mascaron de proa. Y su forma por debajo no era la típica de un barco. Llegado cierto punto, era completamente lisa.

Hasta el Infinito Parte 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora