CAPITULO IV

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Ayer me la pasé increíble con Adam. Platicamos, nos reímos, cantamos canciones en su coche, nos la pasamos increíble —bueno al menos yo me lo pasé increíble—.

Sí, todo muy lindo ayer pero ahora estoy ahogada hasta el cuello en proyectos y tareas.

Estoy estresada con cálculo y gracias a dios alguien llama a la puerta y me salvó de seguir estresada con esa materia del demonio.

—¡Quién es!— grite yendo hacia la puerta.

—¡Yo!— gritaron del otro lado.

Wow que respuesta tan útil... espera esa voz yo la conozco.

Me apresuró a abrir la puerta para confirmar mis sospechas de la persona que viene a visitarme.

—¡Mich!— chillo con alegría al verla y me acerco para abrazarla. ¡Dios! Tenía tanto que no la veía.

—¡Ade!— chillo con la misma emoción que yo y correspondiendo a mi abrazo.

—Por dios te ves hermosa— digo enganchandola del brazo haciéndola entrar a la casa.

Y no miento, de verdad se ve hermosa y viste hermoso, lleva un vestido blanco flojo el cual hace contraste con su piel morena, lleva su cabello suelto en unos rizos muy bien definidos y un labial rojo que le queda para morirse.

—Gracias, tu también te ves hermosa.

—Oh vamos sigo en pijama— eso hizo que ambas rieramos.

—¿Y dónde está Katy?-—pregunta refiriéndose a mamá.

—Trabajando, hoy le tocó el turno de día y no se hasta a qué horas regrese porque a veces se queda horas extras, ya sabes cómo es eso de ser enfermera— explique mientras íbamos al salón.

—Pues no se cómo es eso de las enfermeras porque no soy una, pero puedo imaginarlo.

—¿Y que te trae por aquí?— pregunto cambiando de tema y porque la verdad no sé que hace aquí.

—¿Por dónde empiezo?— hizo una pausa para tomar aire y seguir— Mi casa se incendio y quedó bastante dañada.

Mi cara debe ser de preocupación absoluta, porque no me puedo imaginar el echo de que le haya pasado algo a mi mejor amiga y a su familia que es como mi segunda casa.

—¡No puede ser!, ¿todos están bien?—pregunto en un tono más preocupado del que planeaba.

—Sí, todos estamos bien, afortunadamente no estábamos en casa, mamá y yo hemos venido porque tú sabes que no tenemos a nadie cercano o familiares en Nueva York, así que mamá y yo tuvimos que regresar.

Cuando no me menciono a su padre me preocupe no sabía si le había pasado algo, pero ella debió haber leído mis pensamientos y se apresuró a explicarme el porque de que su padre no viniera con ellas.

—Tranquila, papá se quedó en Nueva York para monitorear la reconstrucción de la casa.

Vale, eso me alivio bastante.

—¿Con quién se quedó?

—Con uno de sus mejores amigos, se quedará un mes más allá y volverá, se quedará un mes aquí y se volverá a ir, y así sucesivamente.

—Me alegro que estén todos bien— digo aliviada.

—Te he echado tanto de menos— me dice cambiando el tema de repente.

—Yo también— dije con nostalgia recordando como era cuando éramos un par de crías en Nueva York.

Mich y yo somos nacidas en España pero cuando mi madre quedo embarazada de mi, mis abuelos la corrieron de casa, entonces mi padre organizó una boda exprés y se la llevó a Nueva York ya que él es de allá. Y fue cuando conocí Mich. Cómo estuve mucho tiempo de mi vida allá cursamos toda la primaria y parte se la secundaria juntas y además éramos vecinas por lo que inevitablemente nos hicimos mejores amigas, y también nuestras mamás. No fue hasta la mitad de la secundaria que se complicaron mucho las cosas con mi padre y nos tuvimos que regresar a España donde comenzamos una nueva vida mamá y yo. Nunca perdí contacto con Mich y ahora tenerla aquí es genial.

No te atrevas a volver Donde viven las historias. Descúbrelo ahora