CAPITULO XXXII

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Adélaïde.

Segundo mes del duelo del desamor

El escándalo de los alumnos en el salón me taladra la cabeza ya que de por sí me siento fatal y con ganas de huir. Ha pasado un mes desde aquel día amargo en la cafetería y poco venía al instituto pero dado a que, excedí el límite de faltas me toca venir de nuevo.

—¡Silencio!— exige el profesor cuando entra al aula y le agradezco por mis adentros su autoridad para callar a las malditas bestias que tengo por compañeros.

El profesor se pone a hablar de no se que mientras que la sien me palpita y el dolor se me extiende aún más por la parte de atrás haciéndose más intenso. No he dormido bien en días y tampoco he comido bien. Me sorprende no dormir ya que un mes atrás era lo único que hacia pero ahora no, mi pasatiempo favorito desde que me tomo el insomnio es ver la luna desde mi ventana y rogar por que se apaguen mis recuerdos pero no lo hacen.

Todas las noches lloro rogándole a la luna que le diga lo mucho que lo necesito, que le diga que lo extraño y vuelva por mi. Envidio a la luna porque ella puede verlo todas las noches, porque sabe que probablemente su plan no es volver por mi, mientras que yo me deshago en llanto esperándolo.

Miró a mi izquierda contemplando al culpable de todos mis males <<Mírame maldita sea>> grito mentalmente porque en toda la semana que llevo viniendo no me dirige ni una asquerosa mirada de desperdicio. Me duele que antes todo su núcleo era yo, todo lo que estaba en su mirada era yo y ahora no soy ni una jodida cucaracha en su vida.

Es como si todos los días estudiara con un extraño, ¿Lo raro? Es que conozco sus miedos, gustos, pasatiempos y sueños. Conozco cada centímetro de su cuerpo, conozco hasta donde puede llegar a amar y conozco como puede llegar a lastimar.

Recuerdo el día en la galería de arte, el día que me llevo de compras, el día que nos conocimos, la escapada a la playa, mi cerebro reproduce el montón de cosas que vivimos y eso provoca que mi dolor de cabeza sea casi insoportable de modo que, estoy a punto de pedir permiso para ir a la enfermería pero justo un brazo me levanta delicadamente de mi asiento llevándome a la salida del aula.

Al parecer me quedé tan centrada en mis pensamientos que no me dí ni cuenta de que ya podíamos salir por lo que Mich tuvo que intervenir.

La puerta se atasca de alumnos queriendo salir pero a mí me urge ya que la cabeza me va a estallar así que, me atravieso entre la gente empujando a uno que otro y cuando salgo busco a mi amiga con la mirada y...

—Ay— se queja Mich— ten más cuidado, Adam.

—Pues tu puta amiga que me empujó—. Las palabras se introducen en mi cerebro desatando la ira que se funde con mi sangre corriendome por las venas.

Aprieto los puños a mis costados clavandome las uñas en mis palmas buscando autocontrol para no ir a decirle de todo, y por suerte tengo una amiga que no se queda callada.

—Mi puta amiga tiene un nombre, imbecil, y no voy a decir que hacías con ese nombre solo porque ella está presente— me engancha a su brazo llevándome al pasillo y para cuando la ira de esfuma unas ganas inmensas de llorar me invaden.

¿Eso soy? ¿Solo soy la "puta amiga" de alguien ?¿Dónde quedo el montón de apodos que me decía? Ni mi nombre puede pronunciar y está bien que no me quiera más pero ¿Cuál es la necesidad de joderme así?

Lo amé sin poner ninguna condición, era parte de mi mundo, era mi día a día, éramos él y yo solos, creí que ambos sentíamos con intensidad pero solo era yo y me termine haciendo pedazos.

—Mich yo...— digo con la voz cortada— quiero ir a la enfermería porque me duele horrible la cabeza.

—¿Te acompaño?

No te atrevas a volver Donde viven las historias. Descúbrelo ahora