CAPITULO XII

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Adam al escuchar eso, abrió mucho los  ojos y me volteo a ver y después se giro a Hanna, hizo un ademán de abrir la boca para responder pero al ver qué no le salían las palabras prefirió cerrar la boca y no decir nada.

Hanna noto esto y se apresuró a arreglar las cosas.

—E-eh... no... o sea... me refiero que me gusta tu sentido del humor—dijo Hanna rápidamente y nerviosa tratando de componer las cosas aunque ya se veía forzado.

—Hanna déjalo así, que no se te da bien fingir— sugerí sentándome en mi sitio de antes—. Mejor haz lo que mejor se te da: dar indicaciones y ser la cerebrito del salón y de nuestro equipo— dije y ella se puso roja, yo sonreí porque eso es lo que quería: que se sintiera incómoda.

Seguimos con nuestro trabajo y en todo ese transcurso Adam me miraba aún extrañado porque todo el tiempo estaba a la defensiva con Hanna y tratando de dejarla en mal.

—Bien, entonces así quedamos con la organización del proyecto— dijo Hanna.

Le puse los ojos en banco a Hanna y tome mis cosas para salir de ahí e ir  hacia mi próxima clase, Mich me siguió porque esa clase nos toca juntas.

•••

—Vamos, te llevo a tu casa y de paso platicamos lo de esta mañana—dijo Adam tomándome de la muñeca para irnos hacia el estacionamiento.

Pero Hanna nos detuvo a lo que yo puse mala cara.

—Hanna de verdad tenemos prisa— dijo Adam y de verdad me sorprendió el tono tan desesperado que utilizo.

—Perdón pero... es tarde y no puedo irme sola y... quiero saber si puedes llevarme a mi casa— dijo jugando con sus dedos. Supongo que vio la mala cara que le hice porque se apresuró a agregar:

—Si es que puedes claro.

Adam me echó una mirada de reojo y suspiro.

—Sí, vamos, te llevo— dijo sabiendo que eso podía ocasionar problemas.

Nos dirigimos al parqueadero y ahí vi que Hanna iba directo al lugar del copiloto.

Oh no, ese es mi lugar.

Eso, pelea lo tuyo.

—Lamento informarte que, aquí voy yo—remarque un poco más esa palabra—, las coladas van en el asiento trasero— dije abriendo la puerta y montandome en el carro sin dejarla responder.

Hanna se subió en la parte trasera de malas maneras. Adam le pido su dirección para irla a dejar.

El camino fue muy tenso y todo el tiempo fue sumido en un silencio incómodo. Yo por mi parte todo el camino fui mirando por la ventanilla y debes en cuando le daba miradas de soslayo a Adam.

—Gracias por traerme Adam, y perdón si cause molestias— dijo. Pero antes de que bajara hablé:

—Molestas todo el tiempo, así que ya me estoy acostumbrado—dije con la mirada clavada en la ventanilla pero de reojo vi que Hanna me fulminaba con la mirada y Adam me veía con el ceño fruncido.

—Ten un buen día Hanna— dijo Adam.

De nuevo puso el auto en marcha solo que, está vez fuimos a una cafetería, supongo que para hablar más tranquilos.

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