CAPITULO XXXIII

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Adélaïde

Cuarta etapa del duelo amoroso: Depresión

Abro los ojos de golpe cuando en el silencio de la casa se escucha un ruido fuerte y seguido de eso por la rendija de la puerta se ve que prenden la luz. Miro la hora y son las cuatro con treinta minutos de la madrugada.

Me pasó la mano por la cara y suelto un suspiro sacando los pies de la cama y saliendo de mi habitación.

—Mamá ¿Que haces despierta?— pregunto en un susurro y voltea su rostro hacia un lado pero alcanzo a percibir el color rosado en su nariz y los ojos aguados.

—Nada, cielo— dice limpiando rápido sus ojos y aspirando su nariz.

—Ven, siéntate— jalo de su mano sentandola en una silla.

Me rompe ver a mi madre llorar porque siempre he tenido la imagen de una mujer fuerte, aguerrida, que todo le hace frente y pocas veces la veo llorar y cuando lo hace, es porque realmente colapso o lo necesita.

—En unas cuantas horas te vas— murmura con la voz cortada.

—Mamá, yo sé que esto no es fácil, no estamos acostumbradas a estar separadas, y sé que duele porque siempre hemos sido tú y yo, y el que estemos lejos no quita eso, podremos estar separadas pero nuestros corazones siempre juntos.

—Lo sé, cielo, pero me pone triste saber que después de una larga jornada de trabajo no me va a estar esperando tu sonrisa ni tu entusiasmo contando tu día, pero si eso quieres y te hace feliz, estoy de acuerdo con que te vayas— dice y me acerco a ella para abrazarla.

—Te amo, mamá.

—Yo a ti— dice y le doy un beso en la coronilla haciéndome a la idea de que tengo que dejarla.

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—Esta es la última llamada para abordar su vuelo 563 con destino a New York por la puerta número dos— informa la voz del aeropuerto.

—Ese es mi vuelo mamá— aviso y a ambas se nos ponen los ojos llorosos por enésima vez en el día.

Me abraza con fuerza y yo me aferró a ella llorando en su hombro queriéndome reusar a irme aunque sé que esta decisión la tomé hace un mes.

Dejar a mi mamá es dejar una parte de mi, una parte de mi corazón sufre por tener que dejar a mi mamá, a mi fortaleza, a una parte de mi, sin embargo la otra parte está entusiasmada por volver a New York y tener un nuevo comienzo junto con mi mejor amiga y sabiendo que es el boleto a mi sueño.

—Clara, cuídala por favor— le súplica mi mamá a la de Mich.

—Sobra que me lo pidas, sabes que es como una segunda hija para mí— ellas también se despiden y es momento de tomar mi maleta para abordar el avión.

Tomo la mano de mi mejor amiga y cruzó la puerta haciéndome a la idea de que es un nuevo comienzo donde todo se queda atrás, donde jamás estuve con Adam, donde jamás volví a saber de mi padre y estoy más que dispuesta a olvidarlo todo para vivir en paz, sin ningún atisbo de rencor.

Cruzó la puerta siendo solo Adélaïde, la chica que vuelve a su ciudad natal para jamás regresar a España.

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Adélaïde

Quita etapa del duelo amoroso: Aceptación

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