CAPITULO XXX

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Adélaïde

Actualidad

¿Por qué? ¿Por qué tenía que aparecer de nuevo?

Quiero decir que no me afecta que vuelva, que no me afecta verlo, que no afectan todos los malditos recuerdos donde él aparece, pero estaría mintiendo.

Lo que más me duele y me afecta es recordar como terminó todo, como jugó conmigo, como me ilucionó para después deshacerse de mi como un trapo viejo que no sirve para nada.

A pesar de mis años de estudio en la rama de la psicología jamás pude entender por completo porque no me fue posible superar a Adam en un corto perdido de tiempo como una persona normal, sin embargo, hubo una conclusión que saque y fue la manera en la que huí cuando todo termino.

De un de repente el claxon de una camioneta me devuelve a la realidad y todo pasa tan rápido que trato de mover el volante hacia otro lado pero fue demasiado tarde porque lo único que alcanzo a captar es el estruendoso sonido del impacto de ambas camionetas para después, todo volverse negro.

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Michelle.

30 minutos antes.

Me monto en mi camioneta y me pongo mis lentes de sol para después prender el aire acondicionado.
Me preparo para partir junto con mi amiga pero unos golpes en la ventana me detienen. Es obvio que ya quien es.

Miró hacia el frente donde la camioneta de mi amiga ya desapareció meditando si darle una oportunidad de saber que me va a decir o dejarlo con la palabra en la boca.

Al final me decido por escuchar lo que tiene que decir así que bajo la ventana y giro a mirarlo con mi peor cara.

—¿Su vestido sería de encaje o de satín, señora Fernández?— lo encaro con sarcasmo.

—Mich...

—Michelle, para ti— lo interrumpo.

—Michelle, lo siento por engañarte pero era la única manera de contactarte— se excusa.

—Claro y casi me la creo porque eres experto en engañar— calla y baja la mirada como un cachorrito que ha sido regañado—¿Creíste que no me iba a dar cuenta? Por favor, soy diseñadora de modas obviamente atar hilos a las agujas me enseñó a atar cabos.

—Nunca me dejan explicar nada aún así tenga razones válidas para excusarme— no evita el tinte de molestia en su voz.

—¡Esque nadie quiere escucharte!— me exaspero—. Nadie quiere escuchar tus mentiras, y si alguien tiene que hablar contigo no soy yo, es Adélaïde.

No espero que me diga más, solo vuelvo a subir la ventana y me pongo en marcha por la carretera.
Adam me retraso y por ende Adélaïde ya está más adelantada que yo y no puedo verla.

Me preocupa no poder ir con ella en el auto porque la conozco lo suficientemente bien como para saber que todo esto le afecta mucho. Aún carga con los fantasmas del pasado aunque diga que no, y no importa cuántos años pasen, Adélaïde no olvida y eso es lo que más la jode.

Continuo con una extraña sensación en el pecho, como si tuviera una bomba entre los pulmones o algo muy pesando estuviera en mi pecho dificultando mi respiración, el estómago también se me contrae a la vez que mis músculos se tensan.

Me va entrando una ansiedad terrible que por instinto me pone a manejar mucho más rápido y no entiendo la reacción de mi cuerpo, es como si estuviera recibiendo una advertencia o un mal presentimiento.

No te atrevas a volver Donde viven las historias. Descúbrelo ahora