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HAUNTED TOWN#29

ELLA

Salí a media mañana. El sol acariciaba mi rostro desde lo alto del cielo. Caminé lenta, pensativa. La imagen de Ewan no desaparecía de mi mente. Sacudí con vigor la cabeza intentando que su imagen saltase y se alejase definitivamente. Sabía muy bien que eso no iba a suceder.

Llegué a la parte del bosque donde se encontraban las bayas. Intenté concentrarme en mi tarea. Una ligera brisa ondeaba mis cabellos, a veces los llevaba delante de mis ojos y otras los empujaba hacía atrás.

De repente, me quedé inmóvil. Una voz llegaba hasta mis oídos. Las notas que entonaba se escuchaban con gran nitidez. Me agazapé tras los arbustos. Escuchaba la bella melodía cada vez más cerca pero, era imposible ver algo a través del espeso ramaje.

Me incorporé con mucha lentitud intentando ver quién era, sin ser descubierta. Al elevar mi cabeza por encima de las hojas quedé sorprendida. Unos grandes y bellos ojos de diferentes tonalidades me miraban expectantes.

Una muchacha me observaba. Algo avergonzada me incorporé por completo, quedando a la misma altura.

Era una joven hermosa de unos veinte y pocos años. De tez morena y pelo castaño oscuro. El color especial de sus ojos le daban a su rostro una belleza particular. Y la amplia sonrisa, le hacía parecer un ser honesto y agradable.

Bordeó la masa de arbolado y se detuvo a mi lado. Me saludó amigablemente. La conexión se dio entre nosotras casi de inmediato. Entablamos conversación mientras recogíamos los frutos del bosque. Yo, los echaba en la cesta de mimbre que llevaba colgando del brazo y ella, los comía.

Comentábamos anécdotas, tratamos temas livianos, reímos en libertad y una agradable sensación me embargó. Jamás había tenido una amiga. Alguien de mi edad con quien compartir mis descubrimientos y vivencias en la vida.

La invité a comer con nosotras y aceptó encantada.

Llegamos a casa una vez que la cesta estuvo llena. Al entrar, tanto mamá como la tía Adele se mostraron muy sorprendidas. Pero al contarles las circunstancias en las que nos habíamos conocido y después de comprobar su dulzura, les pareció genial que nos acompañase a la mesa. No era usual tener visitas, ni tampoco inusual, nunca tuvimos ninguna.

Después de la comida el cielo se cubrió y la lluvia cayó despreocupada, juguetona para humedecer los prados y sacar brillo al verde oscuro de los bosques.

Pasamos la tarde entera charlando. Nos contó que vivía sola en una pequeña cabaña que ella misma se había construido con troncos y cañas. A unas cinco yardas de allí.

La tarde escampó y nos despedimos. Por mi parte, con gran pena. Solo había avanzado unos pies cuando se volvió y me invitó a visitar su pequeña y humilde casa. Sonreí encantada con la idea.

Dos días después estábamos juntas otra vez. En esta ocasión, en su morada. Al ver su cabañita me ofrecí a colaborar con ella y mejorarla. Le pareció muy bien. A cambio ella, colaboraría conmigo en la huerta.

Resultó ser muy trabajadora. Me ayudó a desbrozar la parcela para el cultivo. A talar el arbolado. A sembrar. Sus manos estaban tan llenas de callos como las mías.

No obstante, no nos importaba. Reíamos tranquilamente en plena libertad. Debo reconocer que amortiguó bastante la imagen de Ewan en mi mente y todo lo vivido posteriormente. Esta muchacha había llegado a mi vida como barco para un náufrago.