MIRLO AZUL
Ha comenzado a llover. Saco el plástico de la mochila y me lo coloco. Es una capucha, que se ajusta a la cabeza. Y, cae ampliamente cubriéndome todo el cuerpo hasta los pies.
Continuo la marcha por la llanura que se extiende al noroeste de la cabaña. Estoy a unas yardas de distancia de ella. Es la segunda semana que dedico de lleno, a la búsqueda de la maldita tumba.
Estoy desanimada, es bastante más desesperante de lo que imaginaba. Y, mira que imaginaba mucho. Mejor dicho, muchísimo.
Prosigo el mismo método que comenzó mi antecesora. Al finalizar las jornadas, dejo escrito un resumen de las zonas por las que he pasado. También anoto las incidencias que me suceden.
Por esa razón, voy disfrazada de hombre. Por la suerte que corrió la que me dejó todo bien clarito. No sé qué le sucedió realmente. Pero sí sé, que no está. Que ahora soy yo la que prosigue este, sin sentido.
Por ello, el libro continúa dentro del frigorífico tal y como lo encontré. Con su nota bien visible. Por si algún día de estos, yo tampoco regreso.
No llevo pantalones ceñidos y he puesto cojines dentro del anorak. Simulando una barriga cervecera. Unos hombros más anchos y buscando que mis senos, queden bien disimulados. El resultado me pareció aceptable.
Siempre llevo puesto el gorro de la sudadera. Escondiendo mis cabellos largos. Y una bufanda tapa gran parte de mi cara. Me siento un poco más segura exponiéndome de esta guisa. Si el asesino no sabe que soy la nueva Keira. No pensará en atacarme.
Hay pocas casas por estos lares. Y tampoco veo demasiada gente. Tan solo unos tractores removiendo la tierra. Algún que otro coche, saliendo de las casas en busca de la carretera que lleva al pueblo.
A pesar de la belleza panorámica se presiente, se palpa, incluso se respira la tristeza. Pulula un halo de desesperación, de automatismo de una gran magnitud. Todo es raro, tenebrista. Debe ser la maldición, supongo. Pero, incita a salir corriendo, huir de aquí y no volver jamás.
A mi izquierda, me acompaña el acantilado de la pequeña península. Millas de terraplén acariciado por las olas del vasto mar. A mi derecha, la meseta que llevo recorriendo días y más días.
Frente a mí, una zona boscosa que me llevará semanas registrar meticulosamente. Ya que, por el tiempo transcurrido la maleza ha crecido, la hojarasca se amontona...
Me detengo unos instantes. El llanto brota de mi interior arrastrando la angustia que acumula mi alma. El enojo y la frustración dan rienda suelta a los sollozos. Hinco las rodillas en el suelo. Me encojo y lloro como una niña pequeña.
No importa el suelo húmedo. Los pantalones mojados. Nada en ese momento impide que me desahogue. Que expulse lo que he acumulado desde que pisé este pueblo embrujado.
Pasa largo tiempo antes de que consiga calmarme. De, que mis lamentos cesen. De, que los lacrimales se sequen. De, que mi alma se reconforte.
Ha sido una fructífera terapia. Estoy empapada de rodillas para abajo pero, plenamente relajada.
Me incorporo, incluso sonrío por el sosiego que experimento en mi interior. Me desprendo del consistente plástico y lo dejo en el suelo. Ya no lo necesito. La lluvia ha cesado. Me saco el gorro y paso los dedos por el pelo apartándomelo de la cara. Secando la humedad del rostro.
Se me escapa un grito y doy un ligero respingo al escuchar una voz masculina justo detrás de mí. Me giro con una mano en el pecho. Entonces veo un hombre más o menos de mi edad que me pregunta si me puede ayudar, si me encuentro bien.
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HAUNTED TOWN. #PV2024 #PGP2024. #sdo24
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