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LÁGRIMAS DE SABIDURÍA
Ha pasado una semana desde mi llegada. No he hecho otra cosa más que leer y sorprenderme. ¿Sorprenderme del relato? Os diréis. Sí, de eso también.
¿Por qué la protagonista se llama igual que yo? ¿Por qué su vida tiene muchos paralelismos con la mía? ¿Significa esto que toda mi subsistencia era predeterminada, irremediable? Eso resta culpabilidad a quienes me hicieron daño.
¿Keira es la razón por la que la inspiración me ordenaba pintar cuadros de brujas? He destacado en la pintura y puedo vivir de ello gracias a mis brujas. Las he pintado de todas edades, oficios y lugares. Jóvenes, adultas, ancianas, sensuales, demoníacas, voladoras, cocinillas, poderosas, en el bosque, en el océano... Brujas y más brujas.
Siempre me he preguntado mi obsesión por esa figura femenina y, hasta ahora que obtengo la respuesta.
Salgo a la calle y doy un paseo. No deseo alejarme demasiado de la cabaña. Camino por el prado sin advertir nada de cuanto me rodea. Mi mente divaga por los laberintos de los descubrimientos que me ha aportado la lectura.
No entiendo absolutamente nada. ¿Toda mi vida ha sido una farsa? ¿Mi meta final era este pueblo? Y no sólo eso, una vez aquí encuentro situaciones inusuales. Por poneros un ejemplo. La comida que quedaba en el frigorífico no ha caducado aún. ¿A quién pertenece o pertenecía? Sin contar, que son parte de los alimentos que componen mi dieta.
Esa es otra de las sorpresas a las que me refería antes. Un vendedor ambulante llegó y me puso en dos bolsas productos y víveres para una semana. Al entrégamelas me dijo que había echado lo de siempre.
¿Cómo que lo de siempre? Le miré incrédula, asombrada, atónita... Ignoro la expresión que mostraba mi cara pero, por la reacción del hombre no sería muy amigable. Ya que, subió al vehículo y me dijo que le pagase el próximo día, que tenía prisa. Aceleró y se marchó como el que huye de miles de avispas.
Hasta que no he leído el final y he comprendido quién y para qué dejan flores frescas todos los días, he pasado verdadero pánico cada vez que el ramo era sustituido. Me frotaba los párpados pensado que me fallaba la vista. He dudado de mí misma, si me estaría volviendo loca. El miedo me ha invadido en los instantes que observaba hojas y pétalos diferentes. Pensé en largarme pero, a dónde iba. En dónde me escondía y, de quién huía.
Cómo os podéis imaginar, por lo que os comento ha sido una semana pletórica, desconcertante e incluso espeluznante.
Cuando mi mente se deja caer por la realidad, reparo en mi dedo pulgar frotando la palma de la otra mano. Me he alejado más de lo que deseaba. Estoy próxima al acantilado.
