HAUNTED TOWN #17

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   BRUJA OSCURA
          Darcy nos recibió con los brazos abiertos. Su sonrisa era triste aunque placentera. Desde la última vez que la vi, su mirada se había inundado de cierto pesimismo.

        Mamá y la abuela se saludaron cortésmente. Sé que se querían mucho. Sin embargo, la relación entre ambas, no era la normal de una  madre  y su hija. Y no entendía por qué.

          Darcy poseía una vieja cabaña de madera en medio del bosque. Tenía el tejado de uralita y muchos remiendos por todas las paredes. También había agujeros, por los que se inundaba el suelo en los días de lluvia.

         La madera, sin pintura ni barniz, tenía el aspecto de una cabaña abandonada.  Aislada del resto de grupos de casas.  Rodeada de árboles, arbustos, hierbajos y flores,  ningún forastero pensaría que estaba habitada.

         Mamá decidió ir a vivir con la abuela para poder arrendar nuestra pequeña casa.  Donde vivíamos con papá. Y así disponer de algo de dinero.  Este hecho a Darcy le pareció una idea estupenda.

         Sin embargo, a mamá no le resultó fácil tomar esta decisión. Ni tampoco, regresar a la casa donde había nacido. No obstante, antepuso mi bienestar a su orgullo.

Con los primeros centavos que recibió de los inquilinos, compró material suficiente para cubrir los huecos del tejado y hacer de la casa un lugar verdaderamente habitable. No embelleció el tejado, ni decoró maderos. Sencillamente consiguió que no entrase el agua, ni tampoco se filtrase el frío.
        
En los próximos meses tuvimos que realizar un gran trabajo. Segar y arar unas yardas de terreno cercano a la cabaña. En la zona más plana. Allí, hicimos caballones y abancalado para sembrar cereales y las plantas de huerta que soportan este clima. 

        Yo, hablo en plural. Hicimos. Porque le ayudaba y, también Darcy hacía cuanto podía. Pero, la que verdaderamente se llevó todo el grueso del trabajo fue mamá. La que terminaba el día con las manos ensangrentadas, los pies doloridos, las piernas adormecidas, la espalda encorvada... de la dura faena, era solo ella.

         A pesar de todo esto, la vi sonreír cómo hacía mucho tiempo que no la veía. Desde antes de la  desaparición de papá. Una vez se lo comenté mientras quitábamos las malas yerbas del sembrado. Me miró con ternura y me dijo, con una sonrisa en sus labios, que ahora  se sentía libre.

           Algo me distrae de la lectura, al chocar contra el cristal de la ventana. Me levanto y miro, desde dentro, pero no consigo ver nada. La ventisca que azota la pequeña península es muy intensa. Las ramas de los árboles danzan de forma alocada, macabra incluso. Retorciéndose, agitándose frenéticamente. El estruendoso resonar de las gigantescas olas, estrellándose sobre la rocosa pared del acantilado, es simultáneo al silbido del vendaval.

        Me arriesgo a que entre polvo, hojas, tallos... al abrir la puerta pero, siento la necesidad de saber que he escuchado. Empujo la  madera con gran esfuerzo y esta vez sí encuentro algo. Mi diminuto amigo tendido en el suelo con un ala abierta. Corro a recogerlo, con sumo cuidado lo llevo en mi mano y penetro en el salón. Tras cerrar la puerta lo deposito en el sofá.

         Me mira con sus ojitos negros, agradecido, exhausto. Le retiro las plumas que me ocultan una herida en el ala derecha. Se ven los delgados huesecillos. No soy veterinaria sin embargo, busco en el botiquín del baño. Regreso con alcohol, gasas y vendas. Desinfecto la herida como si de un niño se tratara. Tengo que sacar fuerzas para reajustar el ala. Suspiro profundamente antes de hacerlo.

HAUNTED TOWN.  #PV2024        #PGP2024.  #sdo24Donde viven las historias. Descúbrelo ahora