11: Dios muero, huele tan bien.

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—Me voy a vengar de él —mascullé con furia comiendo de mi hamburguesa.

—¿De quién? —frunció el ceño Summer mientras se llevaba la hamburguesa a los labios.

—Shane Evans —entre cerré mis ojos.

—¿Ahora qué pasó? —preguntó.

Baje la hamburguesa—. Me vio depilándome las piernas, y él ya sabe que debe tocar la puerta mientras comparta habitación con una chica —fruncí el ceño.

—Wow —rio—. Evans es un chico malo.

—Agh —gruñí—. Es un chico idiota, estúpido e inmaduro. Razón número veinticuatro por la cual no tengo y no necesitó un novio.

Ella carcajeó.

—Amiga, necesitas uno y urgente —rio.

La miré con sarcasmo.

—Y tú necesitas a alguien con quien llevar las cosas en serio y con compromiso.

Rodó los ojos.

—Aún que me hagas esos ojos —reproché.

—Pareces mamá —resopló.

—Lo sé —sonreí y me encogí de hombros.

***

—Collins —dijo Nathan sentándose a mi lado.

Me encontraba recostada en el césped del jardín de la fraternidad leyendo mi libro.

—Nathan —sonreí negando con la cabeza mientras cerraba el libro y me sentaba.

Se sentó a mi lado—. ¿Tomando algo de vitamina D para la resaca? —me preguntó.

Asentí—. Si, necesitaba respirar —reí.

Touche —sonrió—. ¿Supiste de la nueva fraternidad que abrieron? —preguntó.

—Umh, ¿Cuál? —fruncí el ceño.

—Está al lado de la tuya —rio.

Volteé a un lado y vaya sorpresa, una fraternidad.

—Jamás, te juro que jamás la había visto.

Rio.

—No eres muy observadora, ¿verdad?

—No —ambos carcajeamos un poco, el silencio invadió de manera no incómoda—. Se me hace algo extremadamente raro que tus chicos nos hablen ahora.

—¿Por qué? —sonrió.

—¿Será por qué siempre nos declaramos la guerra?

—Si —rio—. Pero no entiendo porque tiene que ser raro. Fue una tregua.

Abrí los ojos grandes.

—¿O sea que yo gané? —una sonrisa grande de niña chiquita se formó en mis labios.

Nathan carcajeó y asintió con la cabeza.

—Literalmente, tus chicos y tú tienen la pinta de malos.

—¿Y eso es malo? —arrugó la nariz.

—No —reí—. Es sexy.

—¿Crees que somos sexys?

Ugh, a la otra recuérdenme no abrir la bocota. O mejor recuérdenme evitar el vómito verbal.

—No, no quise decir eso —negué con la cabeza.

—¿O sea que no lo somos? —frunció el ceño.

—O sea, sí, pero no —estaba realmente nerviosa—. Sí, pero se supone que no deberías saber —bufé.

Mi inmaduro favorito. ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora