Epílogo

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3 años después...

Gracias a Dios, bendito fin de semana. La universidad me está consumiendo en todos los sentidos posibles, pero no cabe duda que vale la pena.

Suelto un gran suspiro y camino al estacionamiento, presiono el botón que libera los seguros del auto de Shane, y me monto en el para comenzar mi camino a nuestro departamento. Shane había salido muy temprano hoy, por lo que decidió tomar un Uber al departamento y dejarme el auto a mí, ¿acaso no es un amor?

Sonrío para mí misma y comienzo mi camino al departamento. Éstos tres años nos ha ido bien, hemos tenido nuestras discusiones, nuestros arrebatos que no querer vernos ni en pintura, pero nunca abandonamos el amor que nos tenemos, eso sucedió el primer año, pero ahora estamos más que acostumbrados, aprendimos a vivir el uno con el otro sin arrancarnos la cabeza.

Aunque nuestras pelas siempre terminan con un buen sexo de reconciliación.

Por Dios Támara, concéntrate y controla tus hormonas.

Meneé la cabeza mientras estacionaba el auto en la cochera de nuestro bello departamento, afuera de él había dos autos, quise pensar que eran de los vecinos o algo por el estilo, así que restándole importancia me encogí de hombro y saqué mis llaves para entrar. Una vez adentro, colgué las llaves dónde van y dejé caer mi mochila al suelo.

—¡Ya llegué! —le grité a mi novio.

Esperé segundos para recibir su respuesta, pero ésta jamás llegó. Fruncí el ceño y me dirigí a la cocina a buscarlo, pero no estaba, fruncí el ceño y me dirigí al piso de arriba dónde éste ya se convertía en la habitación principal, pero no estaba. Entré al baño y tampoco.

¿Dónde estás?

Bufé y tome mi celular para ver si tenía algún mensaje de él avisándome que saldría.

Pero fruncí el ceño al ver que no tenía ni una notificación.

—¿No te parece un encanto éste departamento? —esa voz...

—Sí, de hecho, creo que quiero uno igual para cuando me mude por aquí cerca —esa otra voz... hizo una pausa—. ¿Tú qué opinas, lindo y pequeño cacahuate?

Mis ojos estaban por salir de órbita, una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en mi rostro y volteé a velocidad luz a mis espaldas.

—¡A la mierda, Jason, Aidan! —grité tan fuerte y emocionada provocándoles cubrirse los oídos y soltar una carcajada. Me lancé sobre mis dos mejores amigos y los abracé con todas mis fuerzas—. ¿Cómo es que están aquí?, ¿por qué?, ¿Cuándo llegaron?

La sonrisa de Jason era tan grande, me daban ganas de llorar. Tenía tantísimo sin verlos—. Shane nos llamó para que los visitáramos.

—Te extrañamos loca —me dijo Aidan.

Le sonreí y los volví abrazar—. ¿Dónde está Shane?

Jason hizo una seña con su cabeza indicándome que estaba abajo, le sonreí en grande y bajé para besar a mi novio con todas mis ganas.

Pero no estaba en la sala de estar, me paré en la puerta corrediza que daba al patio y observé la piscina, estaba sobre un inflable y una cerveza en la mano, los lentes de sol cubrían sus ojos y si mis cuentas no me fallan, esta es la hora de su siesta.

—Te va a arder la piel horrible —dije mientras avanzaba a Shane para arrastrar su inflable a la sombra. Llegué hasta el rodeando la piscina, tomé de una esquina el inflable de forma circular y estampado de sandía.

Mi inmaduro favorito. ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora