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Samuel mantuvo el diario oculto en todo momento. Solo lo leía a altas horas de la noche o cuando estaba solo en la habitación. No podía arriesgarse a que Ruben lo leyera, porque el contenido del diario podría afectarlo.
No sabía que otros viles secretos familiares había ahí, pero iba a descubrirlo.

Después de la cena, el azabache fue a dar un paseo afuera. Ruben estaba de mal humor y se quedó sentado en el suelo mirando un tren de juguete moverse. Estaba molesto por la discusión que habia tenido con su esposo.

-Por qué no me preguntaste antes?-le preguntó Samuel a Ruben cuando llegaron a la mansión, después de que Guillermo le dijera que era vicepresidente.

Ruben le miró con incredulidad.

-Preguntarte qué?

-Ruben, te das cuenta de que no estoy calificado para convertirme en vicepresidente de una empresa? Por qué firmaste esos papeles sin preguntarme primero?

-Eres mi esposo Samu y tomarás decisiones por mí cuando yo no pueda. Qué es tan difícil de entender?-le respondió con normalidad.

-Dices que soy tu esposo Ruben, pero nunca me preguntas nada, ni siquiera cuando las decisiones están directamente relacionadas conmigo-le reprochó el azabache.

-Joder, Samu. No sé qué coño quieres-dijo frustrado Ruben, sin entender nada aún-Por qué sólo no lo dices?

-Lo que quiero es que la gente en esta casa deje de tomar decisiones por mí!-le gritó Samuel sin darse cuenta-Eso también te incluye a ti! Y no escuches a tu hermano!

-No me hables así!-grito Ruben respirando erráticamente.

Samuel suspiro al darse cuenta de su error y comenzó a caminar hacia el.

-Rub... Lo siento... Solo estaba...

-VETE!-gritó el más alto deslizando su mano sobre unos adornos cercanos y volcándolos.

Pedazos de vidrio yacían en el suelo, totalmente fragmentados.
Entonces Samuel volvió a la realidad. Ruben nunca se había enfadado con el antes, nunca le había gritado, así que ahora mismo le dolía el corazón con la idea de que el era la razón por la que se sentía así.
No debió haberle dicho nada... Solo debió haberlo dejado pasar.

Ahora Ruben estaba sentado en el suelo, claramente molesto por el arrebato del azabache, meciéndose adelante y atrás, mientras murmuraba cosas para sí mismo.

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Samuel caminaba solo por los jardines. La mansión se alzaba a la distancia y la niebla que la rodeaba le daba un aspecto espeluznante. Podía escuchar los sonidos de la fuente de agua.
Había paz y calma en todas partes, una calma de muertos. Pero esto a Samuel ya no le asustaba. Ya nada le asustaba más que la propia gente.

Dobló una esquina y por poco tropezó con Alex. Este estaba apoyado en los arbustos, sosteniendo un cigarrillo entre sus dedos.

-Alejandro?-se quedó allí, estupefacto-Que haces? Solo tienes diecisiete!

Alex dió una larga calada al cigarrillo y aspiró el humo como un profesional, lo que le dijo a Samuel que no era la primera vez que fumaba.

-Es sólo uno. No le digas a Guillermo ni a nadie sobre esto.

-Suéltalo-le pidió Samuel.

-Vamos, Sam.

-Dije que sueltes el cigarrillo.

Al parecer la voz autoritaria de Samuel, le hizo dejar caer al suelo el cigarrillo y aplastarlo con el pie.
Alex todavía vestía el uniforme de su escuela. El azabache levantó la mano hacia él y el adolescente puso los ojos en blanco, sacó el paquete de cigarrillos de un bolsillo y se lo entregó.

The Boy & The Bear ❈RubegettaAU❈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora