doce

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𖤐



𝐋𝐨𝐥𝐚.

Joder, algo malo se venía. Lo supe por el tono de voz de mi abuela.

-¿Y esa cara? - Tom me habló. - Ah, sigue siendo vomitiva. Lo usual. - Rodé los ojos. - Sigue rodando los ojos, Lola. En una de esas encuentras un cerebro ahí arriba.

-¿Sabes? - Me crucé de hombros. - Te mandaría a chupar un buen pene, pero te haría un favor. - Bill y Nyx seguían tonteando, sin prestarnos atención.

-Eres como una gata paralitica, Lola. - ¿Eh? - Te arrastras por la le...- Sin dejar que terminé, le di un gran golpe en su estómago. -Hija de puta...- Susurró.

-Envidio a la puta gente que no te conoce, desgraciado...-Gruñí. -Tengo que irme...- Quise abrir la puerta y en eso...

-¡¡Auch, Lola!! - Arrastré a Tom. Olvidé las putas esposas. -¿¡A dónde vas?!

Rodee los ojos. -¡No tengo tiempo para esto! - Busque con mi mirada alguna solución, vamos, vamos... Es una puta florería algo como...-¡Eso! - Señalé una gran ¿Tijera? - ¡Bill, corta la cadena, ahora!

-¡Ja! - Tom me señaló. -Sonaste como...- Carraspeó su garganta. -Baja la palanca, Kronk.

-¡Niño inútil! - Lo empujé, pero él se corrió y casi caigo al suelo. -¡Bill, corta la cadena! - Repetí, acomodando mi cabello.

-Lo...- Bill me miró, casi suplicando. -¿Y si...?

-Yo lo haré. - Nyx habló, los tres volteamos a verla. -Oh, si me dejan, claro.

No hice mas que asentir y entregar mi muñeca. Viendo como la chica agarraba las tijeras, como una experta de echo. Bueno, si trabaja aquí obvio que sabe usarlas. Duh.

-¡No te muevas! - Tom negaba con su cabeza, moviéndose. -¡Tom!

-¡Bien! - Rodó los ojos. - Solo porque apestas a mono muerto, ya no te quiero cerca. - Hizo una arcada.

-Hm, de seguro huelo mejor que con las que te has enrollado. - Le sonreí. - Yo y mi...

¡Crac!

-¡Listo! - Nyx sonrió. -Ya está. - Dejó la cadena ahí.

Sin pensarlo me eché a correr, tomando el primer autobús. Acostumbro a eso, a huir.

Es decir, ¿Quién no? ¿La gente con traumas de abandono? ¿Alguien?

-¡Ábreme, carajo! - El chofer no había escuchado el timbre, no me quedó otra que gritar y alterar a una señora.

𝗟𝗢𝗟𝗔 | 𝒕𝒐𝒎 𝒌𝒂𝒖𝒍𝒊𝒕𝒛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora