Me mantenía cabizbaja escuchando el sonido blanco del pasillo en el hospital, viendo como las enfermeras pasaban de un lado a otro sosteniendo comida, camillas, ropa... nada nuevo.
Conozco más los pasillos de los hospitales, que mi propia casa.
Mi pecho aun dolía, mi audición se perdió con los murmullos tan fuertes que disparaba mi pensar repitiendo una y otra vez la escena tan desagradable que pasó horas atrás en el hotel...
Un sollozo bajo me obligó a alzar mi mirada que yacía en mis pies, perdida. Lentamente me encontré con una joven, que mantenía en sus manos un cuaderno o eso parecía. Las lágrimas caían en silencio de su rostro que era limpiado por sus manos.
Nos encontrábamos solas en el pasillo del hospital Japones, un lugar apartado del resto donde solo se encontraban los extranjeros como lo éramos nosotros.
Al parecer no fui discreta con mi mirada ya que ella me dio una mirada de tristeza y rápidamente esquivé sus ojos, tragando saliva dolorosamente.
¿Mi abuela estará orgullosa de mí? ¿Cómo estará ahora? Miles de preguntas vagaban por mi pensar. Comienzo a tener calor, es extraño ya que es invierno aquí... quizá la calefacción está muy alta.
Volteo para buscar una respuesta, escuchando pasos, sintiéndome mareada... debo controlar mi ataque de ansiedad. Necesito respirar, mi pecho se cierra y quiero despojarme de mi propia piel.
Incomoda en mi propio cuerpo.
Trueno mis dedos, hasta el último hueso que podía. Mis piernas no paraban de moverse y quería controlarlas, pero era imposible. Sentía mi espalda sudada al igual que mi frente, nuca, palmas de mis manos... sentía como todo a mi alrededor daba vueltas junto el pitido que emitían mis tímpanos.