Frío

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Permanezco evitando a todo mundo durante todas las clases y secesos ese día. De hecho, a la hora de comer me encierro en el salón de limpieza, devanándome los sesos, buscando una alternativa que no me convierta en la villana de esta historia. Porque eso es lo que seré cuando rechace a Dean. El tipo ha estado intentando conquistarte tan fuertemente durante tanto tiempo, haciendo cosas que pensó que me agradarían, regalándome libros de poesía y haciéndome ver... deseable ante los demás, algo que jamás había pasado antes.

No es que de repente agradezca la atención que enfocó hacia mí, o las horas de preocupación, creyendo que alguien se quería vengar. Es sólo  que... todo es tan complicado, más complicado de lo que alguna vez imaginé.

Las flores que no sorpresivamente encontré en la mesa que siempre uso para historia, quedaron desperdigadas en el escritorio de la Sra. Patrigge, la tarjeta sigue en mi bolso sin ser leída.

El gris con naranja del cielo de esta mañana se transforma en un gris negruzco con partes blanquecina. Las nubes stratus provocan una llovizna suave a lo largo del día, pero al llegar la hora de salida todo cambia a una tormenta que me hace creer que el cielo va a caerse.

Mientras espero por Nathan en el estacionamiento me doy cuenta que no quiero verlo, seguramente él sabía todo y no me lo dijo para no traicionar a su amigo. Seguramente el día que le di el correo electrónico de donde Dean me escribió dijo no saber rastrearlo para ayudarlo... Tacha eso, seguramente fue Nathan quien le dio la clave de mi casillero.

¡Ugh!

Celeste me ofrece llevarme con ella y Damon, pero tampoco tengo paciencia para escucharla. Ni a ella ni a Becca o Val, que también se ofrecen. Le envío un rápido mensaje de texto a Nathan para decirle que volveré con Celeste, a pesar de que ella ya se ha ido. Jules tampoco me responde, así que veo cuando todos se marchan y me quedo frente a la salida observando cómo los autos desaparecen bajo la lluvia y la neblina.

El estacionamiento de San Javier está bajo techo, lo que hace que cuando todos los autos desaparecen, las lucen se apaguen y la gran extensión de concreto queda oscura y silenciosa. Es deprimente, pero la soledad y el silencio me hacen sentir mejor. Me quedo de brazos cruzados, observando cómo cae la lluvia, decidiendo caminar cuando se haya calmado. Alineo la espalda contra la pared y saco el teléfono, abriendo una aplicación para juegos de ajedrez.

A penas hago unos cuantos movimientos cuando una mano enorme sobre mi hombro me hace saltar y gritar, volviendo mis manos tan torpes que el teléfono se cae al suelo.

—¡Jesús! Lo siento. No era mi intención asustarte.

¿Matt?

Mi cuerpo entero sufre una descarga de sólo  Dios sabe qué, cuando se arrodilla frente a mí y recoge mi teléfono. Estoy tan fuera de mí, que me quedo inmóvil, observando su ropa mojada.

—No soy Jesús —digo.

Matt se endereza y, sosteniendo el aparato entre dos dedos para no mojarlo, da un paso atrás.

—¿Qué?

—Dijiste: 'Jesús, lo siento' pero no soy Jesús. Aunque si le estabas pidiendo perdón a él, por asustar a una de sus hijas favoritas, también te entiendo.

Matt esboza una sonrisa ladeada y pone el teléfono en la palma de mi mano. Presiona una tecla para mostrar que no está roto.

—Julieta, lo siento. —Se corrige.

En lugar de aceptar su disculpa me descubro observando detenidamente su cabello, que mojado se ve incluso más negro y largo, y cae hacia un lado de su cabeza, haciéndolo verse incluso más pálido.

Dicen que es A.M.O.RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora