Cada vez que pienso en mi padre recuerdo el timbre de su voz, lo que me llevó hace un par de años, aun molesta por el divorcio, a llamarlo: El Señor Timbre.
Mi padre es un personaje ficticio de alguna novela que aparece de vez en cuando para rellenar un espacio que se quedó sin trama.
Lo que es aun más sorprendente es que mi padre es un oficial de la Fuerza Naval. Mamá, la señora perfección, la enfermera buena y amable se enamoró de un militar que es incluso más estoico que yo.
Honestamente ni siquiera recuerdo haberlo abrazado, besado, sonreído o tocado la mano, nunca.
Debido a eso, cuando Matt me deja en casa y veo a Jules en uno de los escalones del porche de la casa, sonriéndole a un hombre con la misma complexión física de papá , me quedo inmóvil y con los ojos pegados al vidrio de la ventanilla.
—¿Está todo bien? —La voz de Matt es suave, podría decir que está preocupado.
—Ese hombre se parece a papá .
Matt se inclina hacia mi lado del asiento para observar. Su rostro a escasos centímetros del mío, que me hace querer golpearlo.
—¿Tu papá es militar? —Asiento, sin hablar—. ¿Tiene cabello rubio oscuro y un... hoyuelo en la barbilla? —Asiento de nuevo—. Entonces creo que es él.
—Es su clon —alego—. Esta sonriendo y mi padre no sonríe.
Matt suspira, listo para decir algo más, pero lo corto, negando con la cabeza.
—¿Estarás en problemas por llegar tarde? —Quiere saber.
Entorno los ojos y salgo de su auto sin responder, luego me inclino sobre la ventanilla para verlo.
—No te preocupes, Sheldon. Apuesto a que ni siquiera me recuerda. De cualquier manera, será mejor que te vayas, en caso de que quiera dispararte, o algo.
Matt se va de inmediato y me giro hacia el porche, sonriendo para mis adentros porque lo que le dije es ridículamente falso.
Una de las ventanas de tener un padre militar, o al menos lo es para mí, es que ellos ponen toda su atención en sus hijos varones, esperando que sigan sus pasos. Papá cree que yo sólo debo hablar con chicas, y por lo tanto nuestra relación siempre fue... calculada, y eso es todo.
—Capitán Kloss —pongo todo el cinismo en mi voz al hablar—. Es un honor tenerlo en casa.
Jules rueda los ojos, ya molesto por la intromisión de mi llegada. Papá por otro, asiente con un movimiento de barbilla y extiende su mano hacia mí.
Sí, porque mi papá y yo siempre nos saludamos de esa manera, como colegas, o gente extraña que se encuentra en la calle.
Tomo su mano y la estrecho fuertemente, notando la familiaridad de su piel dura y su olor a loción.
—Julieta —el Señor Timbre dice mi nombre de esa manera que siempre lo hace: ju-liet-mm y que deja en mis oídos un zumbido provocado por la intensidad de su voz—. Veo que sigues siendo tan... única como siempre lo fuiste.
Me encojo de hombros y alcanzo el escalón donde Jules está parado, poniendo una mano en su ancho hombro.
—Si con única te refieres a cínica, descarada y lacónica, entonces lo tienes bien.
Papá sonríe y...
Un momento... ¿papá sonríe? ¡Oh Dios, sí! Su boca se extiende dejando al descubierto una hilera de dientes blancos y rectos. Papá me sonríe. A. MI. Justo como le sonrió a Jules... Mi primer pensamiento es que algo malo debe estarle pasando.
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Dicen que es A.M.O.R
HumorJulieta Kloss no cree en el amor... O eso es lo que ella dice. En el Instituto San Javier tiene una identidad secreta conocida como La Vendedora de Romances, una traficante de cartas. Aunque solo dos personas conocen la verdadera identidad de La Ven...