Romeo

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Mi último novio se llamaba Rafael, Salí con él exactamente dos semanas. Sus besos eran sucios y siempre olía a cigarrillo. Cuando lo corté, escribí su nombre en mi lista: Lista de cosas por las que no creo en el amor. Y cerré esa etapa de mi vida, quiero decir, la parte de salir con chicos.

Todos en San Javier saben que no salgo... con nadie, es por eso que nunca podrían imaginar quien es la Charlatana-Leyenda que se encarga de sus relaciones amorosas. Es por eso también que ningún chico me invita a salir o intenta aproximarse a mí.

No es que sea intimidante o fea. Simplemente soy fuerte, atlética y jamás sonrío... Okay, en realidad a veces rio a carcajadas, pero nunca esbozo ese tipo de sonrisa dulce que hace que las chicas se vean como modelos de marcas para el cuidado dental.

Tengo el cabello castaño oscuro, unos enormes ojos ámbar que dan miedo, nariz fina y labios delgados... oh, y soy alta, muy alta. Tanto que los chicos del equipo de baloncesto una vez intentaron hacerme pasar por hombre para unirme al equipo... si, intenté golpearlos cuando lo sugirieron.

De cualquier manera, salgo del Instituto y hago una bola con la carta que encontré con las rosas. El ramo obviamente quedó en el suelo, junto a mi casillero para que quien sea que lo puso ahí sepa que no estoy interesada.

Pienso sobre ir a casa, tomar un baño y leer durante algunas horas antes de la cena aburrida con mi madre y mi hermano, pero entonces, el teléfono de la traficante de cartas suena y tengo que responder... necesito el dinero.

—La traficante de cartas a tu servicio.

Nathan, mi primo el nerd instaló una aplicación en mi teléfono secreto para que cada vez que conteste mi voz se escuche distorsionada del otro lado de la línea. En realidad nunca creí que funcionara, pero hasta ahora ninguno de los chicos con los que hablo ha reconocido mi voz, y vaya que algunos de ellos me conocen en la vida real.

—Eh... hola, soy Manuel, de matemáticas. Hace algún tiempo escribiste una carta para mi novia, Eliza, ahora ya no estamos juntos pero me gustaría saber si puedes hacer algo para que... ¿vuelva a hablarme?

Este es el típico perdedor que no quiere perder a su ex. Creo que lo recuerdo, no estoy segura, San Javier es uno de los institutos con más alumnos de la ciudad.

—¿Motivos de la ruptura. Nombre, apodo, algún sentimiento que quieras transmitir?

—Yo... eh... rompimos porque ella no quiso acostarse conmigo. —Manuel titubea—. Cuando estábamos juntos solía llamarla Li, simplemente Li, nunca le dije "mi amor", o algo así... me gustaría que le recordaras aquella vez que fuimos a la playa y llegó ese perro enorme que ensució toda su ropa.

Tomo notas en mi pequeña libreta negra mientras me siento en uno de los escalones del estacionamiento.

—Lo tengo. Serán diez dólares, envíalos por paypal al correo vendedoradeamor@sjavier.com o envía un cheque a mi apartado postal, debes tenerlo de la última vez que escribí para ti. En cuanto tenga la confirmación del depósito le hago llegar la carta, ya sabes cómo funciona. Y no puedes compartir este número o este correo con ninguna chica, ¿entiendes? Ni una.

—Entiendo, gracias.

—No me agradezcas, es mi trabajo

Cuando termino la llamada, desperdicio un minuto de mi tiempo pensando en lo que Celeste dijo. ¿Realmente estoy arruinando las vidas de las chicas al unirlas a personas que quizás no las merecen?

Realmente no lo creo. Mi trabajo es como el de un abogado cuando tiene que sacar de la cárcel a un cliente aun sabiendo que es culpable. Mi tarea es mover los hilos, el de los demás es tomarlos o dejarlos.

Las cartas ni siquiera son poéticas o algo así. Simplemente encuentro la manera de expresar con letras lo que los chicos tienen miedo de decir con palabras.

Porque si hay algo que debes saber de los chicos es esto: Ellos no sienten. Y si sienten no lo muestran, así que necesitan a una chica que aunque no crea en el amor, sepa como endulzar sus actos. Y eso es justamente lo que hago.

Mamá  no está en casa cuando llego, lo cual es sorprendentemente extraño. La señora perfección es una enfermera, no tiene turnos fijos, pero generalmente tiene la cena preparada para cuando llego de la escuela... cuatro horas antes de que la ingiramos.

Esta vez mi hermano, Jules, no fue por mí a la escuela, mi primo Nathan me trajo. Se supone que cuando Jules no va por mí, es porque llega tarde la universidad. Esta tarde sin embargo, mi hermano está solo, viendo una película caliente en la sala con volumen alto. Silenciosamente, le tiro uno de mis libros en la cabeza. El salta y grita, poniéndose rojo de la vergüenza.

—Perra, idiota —gruñe. Jules sólo  dice malas palabras cuando mamá  no están en casa. Ella y papa se divorciaron hace tres años, pero frente a ellos, Jules es el chico ejemplo y yo la oveja negra.

—Oh, eso no me lastima, perdedor.

—Por supuesto. Ahora mismo debes estar feliz con los regalos de Romeo.

Eso hace que me detenga y que el estomago me dé un vuelco casi doloroso. Jules sabe cuánto odio cualquier mención a las obras de Shakespeare.

Debo verme en shock porque él se ríe en voz alta, echando la cabeza hacia atrás y retomando la atención a su película sucia.

—Mamá  lo puso en tu habitación.

Mis pies se mueven como impulsados por nitro. Una vez que abro mi puerta lo primero que noto es que mi bolsa se ha caído de mi hombro y que mis manos están cerradas en puño, si por furia o miedo no lo sé.

Todo lo que pienso es que por fin alguien me ha descubierto. Alguien sabe quién soy y quiere venganza.

En la mesa junto a mi cama hay un nuevo ramo de rosas, naranjas, igual a las que tiré en la escuela. Y en el centro de mi cama esta una cajita de color magenta con una tarjeta dorada en el centro. Casi tengo miedo de abrirla, pero no soy de las que se acobardan a la primera oportunidad.

Camino lentamente hacia la cama, como si fuera un animal salvaje que está a punto de atacarme.

Tomo la caja entre las manos y leo la nota.

Para Jul

 

Respiro profundamente antes de abrir la caja y cuando finalmente lo hago, casi me echo a reír. Es sólo  una tarjeta más, en forma de corazón. Con un pedazo de poema garabateado a mano.

Estaré donde menos

lo esperes

por ejemplo

en un árbol añoso

de oscuros cabeceos.


Estaré en un lejano

horizonte sin horas

en la huella del tacto

en tu sombra y mi sombra...



Y ojalá pueda estar

de tu sueño en la red

esperando tus ojos

y mirándote.

—Olvídalo —murmuro, mientras estrujo la tarjeta en mis manos.

Quien quiera que sea que esté enviando estas cosas me conoce lo suficiente para conocer mi amor por la poesía de Benedetti. Y está intentando usar mis mismos trucos en mi contra.

El comentario de Jules vuelve a mi mente, "debes estar feliz con los regalos de Romeo."

Bien, Romeo, pues veamos quien sobrevive al final de este ridículo drama. 

Dicen que es A.M.O.RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora