El cielo esta oscurecido con nubes grises que se expanden con el viento de la mañana. Jules murmura algo sobre el curso del francés al que mamá lo inscribió para los fines de semana mientras se estaciona en la entrada de la escuela sin entrar al estacionamiento.
—¿Sabes si Nathan puede llevarte a casa o vas a esperarme?
—Ninguna de las dos cosas. Voy a salir con Matt.
Jules abre los ojos ampliamente y gira su rostro hacia mí con una expresión de terror. Me rio en voz alta y deposito la basura de nuestro desayuno chatarra en su asiento trasero.
—Repite eso —pide.
—Voy a salir con Matt —repito con una enorme sonrisa y las cejas ancladas.
—No. Puedes. Decirme. Esas. Cosas.
Tomo mi bolso del asiento trasero y salgo del auto, cerrando la puerta con cuidado. Jules aun sigue sin reaccionar, por lo que me apresuro a sacarlo de su shock antes de que se lo cuente a alguien.
—Matt y yo —digo—. Somos compañeros de trabajo. Iremos a la biblioteca.
—¡Demonios Julieta! No puedes andar insinuándole cosas así a tu hermano mayor. ¿Te imaginas si hubiera buscado a Matt para preguntarle por sus intensiones contigo?
—¡Dios, Jules! ¿Harías eso?
—Por supuesto, eres mi mini hermana.
—Por supuesto... —murmuro para mí misma mientras me alejo.
Me despido de Jules con la mano, verificando que mi ropa sea lo suficiente decente para el día: Jeans negros, camisa a rayas de tonos marrones, zapatillas negras y una sudadera negra amarrada a la cintura. Hace un poco de frio, así que dejo mi cabello suelto y cayendo en ondas hasta mi cintura.
Mi bolso de lana roja golpea suavemente contra mi cadera, creando un ritmo que me hace mover la cabeza de un lado a otro.
Una de las amigas de Celeste, de la que no recuerdo el nombre, me saluda cuando me ve pasar. Luego un chico del equipo de futbol, luego una chica que trabaja en la cafetería, después de uno de los tutores de matemáticas amigos de Nathan. Saludo a todos con palabras cortas o un movimiento de barbilla preguntándome cuando demonios me volví tan... conocida.
Aun en shock y con el seño fruncido saludo a Celeste, Becca y Val, que me esperan sonrientes, haciendo un semicírculo frente a la puerta de mi casillero.
—¿De nuevo? —pregunto, rodando los ojos.
—¡De nuevo! —gritan las tres al mismo tiempo.
Se apartan ligeramente sólo para dejarme ver una rosa roja de origami pegada sobre el teclado, evitando que escriba mi combinación sin tocarla. La tomo entre dos dedos y le pido a Val que desenrede la nota envuelta alrededor del tallo de la rosa.
—Mira dentro —lee Val y salta de emoción.
—Primero lee lo que dice la nota. —Le espeto, quizás un poco molesta.
—¡Eso! —farfulla Becca—. La nota dice mira dentro.
Marco la combinación, tarareando en mi mente la canción de la que saqué los números. Al principio no veo nada inusual, sólo mis libros, mis lápices de colores, una bolsa con mi uniforme de deportes, y las páginas con poemas pegados a lo largo de la puerta.
—Uh, ¿ahora qué? —inquiero, mordiendo mi labio inferior.
—¿Nada inusual? —Becca me aparta para echar un vistazo.

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Dicen que es A.M.O.R
HumorJulieta Kloss no cree en el amor... O eso es lo que ella dice. En el Instituto San Javier tiene una identidad secreta conocida como La Vendedora de Romances, una traficante de cartas. Aunque solo dos personas conocen la verdadera identidad de La Ven...