El Plan

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El plan de Celeste Clark es ridículo, pero es lo único que tengo.

El viernes por la mañana, ella y yo somos las primeras en llegar a la escuela. Yo aun tengo el cabello revuelto y húmedo por la ducha, ella luce como si hubiera estado despierta desde hace horas.

—Si el admirador va a dejarte algo hoy tiene que ser en tu casillero o en la primera clase. Tenemos que turnarnos para vigilar.

Asiento, ya acepté.

—Reclamo el salón de clases —digo. Ella asiente y corre hacia el lado de los casilleros.

—Ten el teléfono a la mano y no dudes en llamar si vez algo sospechoso —me recuerda antes de desaparecer por un pasillo.

En Instituto San Javier es un edificio de tres plantas con muchos salones y un estadio para el equipo de Basquetbol. Eso es todo, ni biblioteca, ni piscina, ni gimnasio o cualquier excentricidad que tengan los demás institutos de la ciudad. Hay un "salón de los libros" que es como la biblioteca y el "salón del periódico" donde se imprimen el periódico y la revista escolar. Paso todos esos salones hasta llegar al salón de matemáticas, donde tendré mi primera clase.

Mi corazón martilla fuertemente contra mi pecho. Estoy nerviosa, no hay manera de negar eso, pero no es un nerviosismo provocado por la emoción, es uno de provocado por la ansiedad.

A pesar de lo ridículo que parezca, espero que Celeste tenga razón, y que el chico que me deja notas sea un admirador secreto, no un vengador.

Para no parecer tan obvia, busco entre los demás salones alguno que esté abierto. La fortuna debe estar a mi lado porque el salón de al lado no tiene seguro y puedo entrar con facilidad.

Me deslizo contra la pared y abro la puerta, sólo  un poco, para dejar una rendija donde pueda ver a cada persona que pasa cerca.

Ruego a los cielos para que el maestro encargado del salón donde estoy no llegue pronto.

Y en esa posición tan incómoda, de cuclillas y con el cuello medio torcido, espero durante quince minutos y nadie aparece. Me pongo de pie, fastidiada y molesta, lista para salir del salón cuando escucho unos susurros del otro lado. Me vuelvo a pegar a la pared y veo la espalda de alguien que habla por teléfono e intenta abrir el salón de matemáticas. 

Contengo la respiración y casi suelto un suspiro de alivio cuando veo lo que lleva en la otra mano. Dos rosas.

Ni siquiera escucho lo que dice. Es más, ni siquiera recuerdo llamar a Celeste porque en todo lo que pienso es: Si, te encontré! Ahora vas a decirme todo.

El chico entra al salón.

Espero durante lo que parecen horas ansiosa porque que salga y cuando finalmente lo hace, él ya no está hablando por teléfono, sino viendo hacia todos lados para evitar ser visto.

La desesperación me vuelve torpe. Mis manos sudan y mis piernas se sienten entumecidas por haber estado agachada tanto tiempo. Me muevo despacio y salgo al pasillo, rogando para que el chico no se vuelva y me descubra.

Tengo que descubrirlo primero. Aun no he podido ver claramente su cara.

Lo sigo durante dos pasillos mas hasta que llega al estacionamiento y luego... oh, demonios!

El chico se pone un gorra azul con un logo que reconozco como el de la floristería de centro. Peor aún, sigue avanzando hacia una mini-van que tiene el logo: "El lenguaje de las flores y el alma."

Todo ha sido inútil, completamente inútil.

El chico era sólo  un repartidor.

Celeste llama unos minutos después, mientras sigo observando la carretera donde el chico se fue.

Dicen que es A.M.O.RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora