Pasaron tres segundo hasta que Damon corrió escaleras abajo con el grupo de hombres siguiéndole el paso.
-¡Espera!-Hunter gritó intentando atraparlo, pero el hombre se salió de su agarre.
-Ese maldito la tiene-gruñó con los dientes apretados.
-¿El marqués?
Bueno, tenía sentido.
Los ojos de Damon juraron teñirse de rojo aquella noche.
-Lo voy a matar con mis propias manos.
Fue lo ultimo que dijo antes de volver a correr al carruaje y montarse en él de un salto. Hunter se sentó a su lado, y los 5 hombres armados que les hacían guardia los siguieron por detrás. Eran hombre del duque, por para Damon, todos los suyos estaban despedidos, hasta los cocineros podían dar por finalizada su labor en la mansión.
Había tanta rabia y coraje fluyéndole del cuerpo mientras andaban hacia la casa del marqués, que no fue consciente del paso del tiempo.
~•~
El suelo estaba frío. En una esquina de la sala de estar del marqués Wherrinton, Adeline yacía abrazada a sus piernas en medio de un mar de sollozos desesperados.
-¿Dónde está mi bebé?-preguntó con la poca cordura que le quedaba.
Frente a ella, sentado con las piernas cruzadas y la pistola aún en mano, Philip le sonreía con una felicidad manchada de sadismo.
-Ya me encargué de ella.
Las botas del hombre resonaron por el suelo cuando se levantó de un salto ágil. Caminó frente a ella sintiéndose superior; siempre más alto que la mujer. Ahí en el piso, junto a las suelas de sus zapatos, era donde Adeline merecía estar. Era la peor cosa que le había podido pasar a este mundo, su alma estaba manchada, de su boca salían insultos para la carne; su cuerpo no merecía respirar el mismo aire que él.
La veía sollozar, limpiarse las lagrimas siendo consciente de que no dejarían de salirle por los ojos, y podía apostar la poca fortuna que le quedaba a que eso era exactamente lo que se merecía.
Debía retorcerse, sangrar, revolcarse en dolor.
Debía pagar el daño que le había hecho.
Se puso de cuclillas frente a ella y utilizó la boquilla de la pistola para levantarle la barbilla.
-¿Sabes que tiene de bueno todo esto?-sus dientes amarillos se dejaron ver con sorna-, que no importa cuanto sigas llorando o suplicando que lleguen a salvarte, porque para cuando lo hagan ya estarás muerta, igual que la bebé.
Había decidido terminar el trabajo en su casa para pasar más tiempo con la mujer. Quería disfrutar plenamente los segundos de su tortura antes de que intentaran detenerlo. Y con ayuda de todo el personal que había comprado con ayuda de Pilar, la nodriza, pudo sacarlas a ambas de la casa sin causar tumulto.
Adeline logró enfocarlo entre la neblina de sus ojos empañados.
Era igual de detestable de lo que recordaba.
-Yo no quería casarme, contigo-dijo bajito, hasta que el volumen de su voz fue subiendo cada vez un poco más-, me dabas asco, pero acepté el compromiso para hacer feliz a mis padres.
-Una tierna apuesta-vaya que se estaba regocijando con eso-, te sacrificaste por quienes te dejaron en la calle.
«No lo escuches. No lo escuches»
-Nuestro matrimonio fue el error más grande que pude haber cometido, porque eres un monstruo, un ser asqueroso e infame, ¡Y lo que más te duele es que no lograste encontrar a nadie que te ame!
-¡Estoy casado!
Le había dado donde le dolía.
Adeline sintió cómo la pistola hacía más presión en su piel.
-Con una prostituta que está contigo por un dinero que no tienes, y cuando lo sepa te dejará, como yo te estaba abandonando la noche del accidente.
Philip apretó los dientes con frustración y la felicidad que cubría su piel pronto se convirtió en hambre de sangre.
-Mientes.
Esta vez, fue Adeline quien sonrió.
-Yo nunca miento.
No sabía de donde estaba sacando su valentía pero debía resistir y aguantar el tiempo suficiente para que Damon lograra encontrarla.
No podía hacerle ver que le dolía en el alma lo que estaba pasando.
No podía verse más débil de lo que ya parecía.
-Vas a quedarte solo-le escupió las palabras con rabia.
¡Zaz!
Philip estrelló el mango de la pistola en su cara.
Un dolor descomunal le atacó justo en el lugar donde la golpeó.
-¿Crees que esto es lo que te hace hombre?
¡Zaz!
Un golpe más, justo donde dio el anterior.
-Nunca has sabido cuando quedarte callada, y eso es una lastima. Solo eras un rostro bonito con una boca grande.
«No grites. No grites»
-Una boca grande que jamás logró quererte y eso fue lo que te ardió.
Philip sonrió con perversidad.
Apuntó la pistola justo en su frente.
-Si me hubieras amado no estaríamos en esta situación-el miedo flotaba con un espíritu espeso entre los dos-, es una lastima que me hayas obligado a llegar aquí.
Y un disparo retumbó en toda la habitación.
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La Perdicion De Un Hombre |La Debilidad De Un Caballero III | En físico
Historical FictionCulpo a la noche de todos mis pecados, por apagar la luz que iluminaba mi conciencia y encender la llama que brotaba de mi cuerpo pidiéndome que la tomara, la besara, la sedujera de la manera más embriagante, la enamorara de la forma más sublime, y...