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Una carta curiosa llegó a la puerta del duque de Standich cuando este desataba una conversación importante en su despacho con el señor Gibbs. No eran muchas palabras las que estaban ahí escritas, más bien parecía estar hecha a la carrera y con desesperación, lo cuál causaba aún más urgencia.

Ha ocurrido una traición en la mansión del señor Gibbs. Un infiltrado entró a la propiedad.

No hubo más qué hacer ahí mas que correr a los carruajes.

Damon había dejado a Adeline sola casi todo el día con la bebé, pasó la tarde entre papeles importantes y los planes descabellados del duque por conseguir casarse con su protegida. No pensó que corriera alguna clase de riesgo estando rodeada de seguridad, pero tal parecía que esta no había sido suficientemente.

¡No lo había sido!

De pronto la rabia comenzó a inundar su sangre volviéndola aún más roja. La desesperación estaba haciendo un agujero en su pecho, y si no llegaban rápido a la propiedad, corría el riesgo de romper el carruaje entero con sus propias manos.

¿Habría sido Philip?

No se le pasaba por la cabeza alguien más que él para llevar acabo tal bajeza, pero al mismo tiempo no podía creer la locura que había hecho, porque Damon contaba con bastante más protección que antes y con solo un chasquido de sus dedos podía reducirlo a cenizas.

Hunter tocó su hombro firmemente cuando los carruajes se detuvieron, y ambos corrieron hacia la puerta de entrada donde no había ninguno de los guardias que había dejado al cuidado de su mujer.

-¿Soborno?-cuestionó el duque mientras entraban.

-Sin lugar a duda.

El recibidor estaba desierto, no se veía rastro de ningún empleado y mucho menos de su mujer.

-¡Vamos arriba!-indicó Damon intentando esconder su miedo, mientras los hombres que habían traigo consigo los seguían a él y a su amigo.

Las escaleras resultaron ser eternas para sus pasos desesperados. Primero buscaron en la habitación de la señora, pero estaba vacía, como todo en la casa. Después anduvieron a su cuarto pero la puerta estaba cerrada.

Damon giró con desesperación la perilla pero no pudo hacer más que aumentar su desesperación.

-¡Adeline!-gritó buscando respuesta-, ¡¿estás ahí?!

No hubo respuesta.

-¡Adeline!

El silencio no hizo más que carcomerle los huesos.

La puerta seguía sin ceder.

Hunter vio la desesperación en su rostro y lo hizo a un lado, mientras azotaba un golpe contra la madera para abrirla con un sonido seco.

La habitación estaba oscura.

No había nadie.

Estaba vacía como el resto de la casa.

Estaba vacía como el resto de la casa

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La Perdicion De Un Hombre |La Debilidad De Un Caballero III | En físico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora