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A la mañana siguiente los primeros sonidos que se escucharon en la mansión de Londres del señor Gibbs, fueron los tacones apresurados de una mujer que corría escaleras arriba seguida del mayordomo, quien intentaba seguirle el paso en vano.

-¡Vine en cuanto me llegó tu carta!-dijo Matilde abriendo la puerta de la habitación de la señora, y encontrándola sentada en la cama con una pequeña bebé que vestía unas ligeras telas blancas.

-Shhh... está durmiendo.

-Ay, se ve tan pequeña-comenzó a acercarse a su amiga, procurando tomar asiento a su lado para lograr ver de cerca a la niña-. ¡Pero si es preciosa!-en su mente, eso fue un susurro.

Adeline sonrió acomodándole el corto cabello. Habían buscado una nodriza para ella en cuanto se la entregaron la noche anterior, también colocaron una pequeña camita junto a la de Adeline, lo cual funcionó a la perfección para que pudiera pasar la noche entera mirándola dormir.

Tenía mucho miedo, demasiado, pero ahora había algo diferente. Sabía que no estaba sola, que tenía a Damon y que él no iba a soltar su mano jamás.

-Si, es preciosa-corroboró Adeline.

-¿Ya tiene nombre?

Las mejillas de la rubia se encendieron con ternura.

-Matilde Gibbs.

Su amiga levantó la cabeza con sorpresa y una emoción inigualable tiñéndole el rostro.

-¿Juegas?-preguntó con incredulidad.

-Para nada.

-¡Gracias!-exclamó con euforia mientras la abrazaba y se levantaba de un salto, como si la emoción no la dejara estar sentada.

Las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos. Estaba muy feliz por su amiga.

-¡Ya sé! Vamos a casarla con mi hijo. Aún no nace...-tocó su vientre abultado con una sonrisa-, pero estoy segura de que será varon, y podemos ir firmando los papeles desde ahorita para sellar el matrimonio.

Adeline no pudo soportar la carcajada que se le incrustó en la garganta.

-Es una locura-reprendió a su amiga.

-¡Por supuesto que no! Es la mejor idea que he tenido en mi vida.

Ambas rieron mientras Matilde volvía a tomar asiento y continuaron con la conversación más feliz que habían tenido en mucho tiempo. Esa vida que Adeline y Damon estaban construyendo le estaba dando para muchas alegrías, y le gustaba la idea de pensar que todo estaba volviendo a su lugar. Era un alivio enorme para su alma saborear la idea de que una paz brillante y cálida estaba haciendo nido en su pecho.

-¿Crees que puedas ayudarme con los preparativos de la boda?-preguntó Adeline de pronto.

Los ojos de Maty chispearon con emoción.

-¡Claro que sí! Oh, va a ser perfecta-tal parecía que podía pasar una semana entera y ella iba a seguir brincando de la felicidad-, ¿planeas hacerla al final de la temporada?

-Bueno... Damon y yo pensamos celebrarla este fin de semana.

Por primera vez en toda la conversación Matilde se quedó sin palabras.

-Me sigues sorprendiendo-mordisqueo su labio inferior degustando la información.

-Volveremos al campo y me gustaría hacer la comida en el jardín.

Su amiga asintió lentamente en respuesta.

-Será preciso, ya verás.

Y entre charlas sobre telas blancas, flores y noches de boda, el día corrió a una velocidad inigualable, hasta que la noche llegó y Matilde volvió a su casa.
Adeline la acompañó hasta la puerta y después subió a la habitación de la nodriza para dejarle a la bebé mientras ella volvía a la suya para quitarse el vestido y ponerse algo cómodo para dormir.

La Perdicion De Un Hombre |La Debilidad De Un Caballero III | En físico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora