Cap. 9: Busco consuelo

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Lawan

Corrí a mi habitación y cerré la puerta con pestillo. Me tumbé bocarriba en mi amplia cama con dosel y cerré los ojos.

¿Por qué?

¿Por qué a mí?

¿Qué había hecho para merecer esa desgracia?

Necesitaba a alguien con quien hablar. Por lo tanto, estiré el brazo hasta alcanzar mi mesita de noche y cogí mi móvil. Me hice un selfie con una expresión supertriste, tras lo que colgué la foto en Instagram. Mis fieles seguidores merecían saber la desgracia por la que estaba pasando.

—#derpimida, #tristeza, #dadmeonsuelo... —iba murmurando casi inconscientemente mientras subía la foto.

Mientras miraba cómo esta iba obteniendo un like tras otro, algo peludo y de color naranja saltó sobre la cama y se acurrucó a mi lado.

—Ahora no puedo hacerte caso, Princesa —acaricié a mi gata—. En estos momentos soy yo la que necesita atención, ¿entiendes?

Princesa maulló, apenada, aparentemente comprendiendo lo que le decía. Saltó al suelo y se puso a jugar con el ratón de goma que le había comprado hace una semana.

Después de observarla durante unos minutos, volví a coger mi móvil y llamé a una de las pocas personas que eran capaces de consolarme en ese terrible momento.

Mientras esperaba que lo cogiera, empecé a mirarme las uñas. El esmalte se me estaba cayendo. Tendría que arreglarlo... si es que mi padre no decidía vender mis esmaltes de uñas.

—¿Sí?

—Al fin me lo coges. —Puse los ojos en blanco—. ¿Es que te habías dejado el móvil en la otra punta del mundo?

—Sabes que casi siempre lo tengo sin volumen —respondió mi amado Aat—. Lawan, me pillas en mal momento. Si querías decirme algo concreto dímelo ya y si me llamabas solo para hablar mejor lo dejamos para otra vez...

Sus palabras me hicieron pensar algo raro de lo que no me había percatado hasta el momento. Nunca había llamado a Aat sin tener intención de pedirle algo. Qué raro. No me había dado cuenta.

—Tengo que hablar contigo —dije—. Ha pasado algo horrible...

—Dios mío, ¿qué ha ocurrido? ¿Estás bien? —Aat sonaba preocupado.

—Sí, sí, estoy bien... al menos físicamente. Pero voy a acabar sufriendo un colapso mental si no hablo con alguien de lo que ha pasado.

—Vale, cuéntame, pero date un poco de prisa... yo tampoco estoy en una situación muy agradable ahora mismo.

En ese momento no presté atención a sus últimas palabras.

—Como mi padre es imbécil y no sabe cómo gestionar su empresita de nada, puede que muy pronto seamos completamente pobres. ¿Te lo puedes creer? Él tenía un único deber como padre: hacerme crecer en un entorno lleno de dinero para que no me falte nada y ha fallado en esa miserable tarea —suspiré—. Pero bueno, me parece que no todo está perdido... Tú sigues siendo aceptablemente rico, ¿no? —Me reí sin querer.

—Lawan, sobre eso... tengo algo que decirte.

—¿Vas a proponerme matrimonio y no sabes qué anillo elegirme? —bromeé—. No te preocupes. Te voy a ayudar. Mira, lo más importante es que haya mínimo un 80% de oro y un 30% de cualquier otra cosa. Me encanta el oro...

—Eso hace un total de 110% —Aat dudó.

—¿Y qué, señor Matemáticas? —Solté un suspiro exagerado.

Sombras del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora